Nació
en Linchfield, Inglaterra, en el 1785 (hijo del médico del pueblo).
Centró su formación académica
en el campo de la pintura, dirigiendo sus trabajos hacía el
retrato en la Academia Real. Gracias
a un viaje para promocionar su trabajo, con el Vizconde Valentia
(George Annseley), su mecenas, visitó la India y el norte de Africa,
donde tuvo el primer contacto con Egipto. Volvería
en 1809 con una misión, establecer contacto con el rey de Abisinia,
le fue concedido el puesto de Cónsul general británico en Alejandría.
Estuvo a cargo del Consulado
desde el 1816, año en el que llegó, hasta 1827, año en el que murió
a causa de la disentería. Se
le se le enterró en Egipto, en su residencia de Alejandría, que
actualmente es un cementerio europeo.
Durante
su estancia como Cónsul en Egipto, apoyó multitud de excavaciones,
con fondos del propio gobierno Británico, en Nubia y Egipto.
Adquirió gran
cantidad de antigüedades de gran valor para
engrosar la lista del Museo Británico, y para su propia
colección.De
ahí que Salt sea más conocido como coleccionista que como arqueólogo
o egiptólogo, aunque aquí nos centraremos en su aportación mundo de
la Egiptología.
Se
hizo enseguida muy buen amigo de Belzoni (otro gran coleccionista y
comerciante) y de Giovanni d´Athanasi, al que financió alguna
excavación, gracias a esta amistad pudo conseguir una importante
colección de monumentos en Tebas.
Salt
trabajó en una época en la que el interés por adquirir antigüedades
de Egipto era grandísimo. El deseo de poseer objetos para colecciones
privadas en el siglo XIX era excesivo, si además añadimos la actitud
permisiva que el gobierno egipcio ejercía bajo el mando de Muhammad
Ali, tenemos la fórmula perfecta para negociar con antigüedades y
enriquecerse con ello. Con
todo, hubo multitud de problemas derivados de este negocio ya que
varios gobiernos no estaban de acuerdo en la explotación no oficial
de antigüedades, especialmente el gobierno Francés. Además existían
multitud de arqueólogos, que al ver esta masiva compra, se opusieron
y unieron sus esfuerzos para intentar conservar y catalogar
oficialmente los monumentos que iban quedando; egiptólogos de la
talla de Champollion, Lepsius, Wilkinson, Hay y otros, realizando
multitud de expediciones académicas para dar nombre a todos los
monumentos posibles y así impedir su explotación indiscriminada.
En
casos concretos Salt empleó a Belzoni para coger un busto de Rámeses
II, de granito que se encontraba en el Ramesseum, conocido como “el
joven Memnon”, en 1816. Actualmente ubicado en el museo Británico,
donde Salt lo llevó en ese mismo año. La
primera colección de Salt, fue adquirida por el museo en el
1923, después de una larga y dura negociación.
Durante las dos décadas siguientes el museo le compró
multitud de obras, muchos de estos objetos pertenecen a su
colección actual y
tienen una gran relevancia dentro y fuera de muros de esta institución.
No
sólo el Británico se benefició de este comercio, multitud de museos
del mundo poseen piezas obtenidas de la colección privada de Salt.
El Louvre adquirió
la segunda colección entera de Henry en el 1825 que incluía el sarcófago
de Rámses III. Un
fino y delicado papiro que contenía textos del libro de los muertos
también fue comprado por Reuvens.
Pero
debemos intentar ser justos con Henry Salt sino sería inútil
incluirle dentro de nuestra galería de personajes ilustres.
Incluso Sir John
Soane compró el famoso sarcófago de alabastro perteneciente al faraón
Sety I, que se encuentra expuesto en su casa en Inglaterra, y que
descubrió Belzoni. Salt
utilizó su talento como dibujante para dejarnos multitud de láminas
documentando una gran cantidad de monumentos egipcios, aunque sus
trabajos no fueron muy bien aceptados por los académicos de la época,
por lo que hoy en día nos quedan pocos ejemplares que contemplar.
Este
es Henry Salt, ¿arqueólogo, coleccionista u otro loco por Egipto?.
Mas
información:
http://www.geocities.com/paesante/salt.html
http://emuseum.mnsu.edu/information/biography/pqrst/salt_henry.html
http://www.thebanmappingproject.com/sites/browse_tomb_820.html
Autor:
Fernando de Dios Prieto
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