ESCENAS
DE CAZA Y PESCA EN LAS
TUMBAS
TEBANAS PRIVADAS DE LA XVIII DINASTÍA
(Artículo
publicado en la "Revista de Arqueología del siglo XXI", año
XXVI, nº286)
LAS
ESCENAS DE LA “VIDA COTIDIANA”
Desde
el primer momento que entramos en contacto con la civilización egipcia,
lo que llama poderosamente nuestra atención son las moradas de
eternidad que se procuraban tanto reyes como particulares prácticamente
desde el momento en que nacían, debido a una supuesta obsesión mal
entendida con nuestra mentalidad occidental, la muerte. Sin embargo,
estas tumbas no son el reflejo sino de una forma de pensar totalmente
contraria a la antedicha, es decir, la obsesión por la vida, por vivir
más allá de la muerte, y de ahí el nombre de “moradas de
eternidad”.
Todas
las pinturas y relieves que cubren las paredes de las tumbas reales o
civiles, lejos de ser una mera decoración, suponen una ayuda para el
difunto en su viaje al más allá o el medio de subsistencia para la
otra vida.
Si
partimos de esta premisa y la aplicamos a las tumbas de nobles y
trabajadores podemos llegar a la conclusión de que las escenas que
hemos venido en llamar “de la vida cotidiana” no lo son
estrictamente en tal sentido, es decir, a pesar de que estudiándolas
podemos conocer cómo era elaborada la cerveza, el vino o distintas
clases de panes, o cómo se fabricaba un barco o se trasladaban
determinados elementos constructivos, e incluso los juegos con los que
se divertían niños y mayores, o sus deportes favoritos, lo cierto es
que muchas de ellas, si no todas, constituyen por sí mismas un símbolo
de aquello que espera el difunto, esto es, su propio renacimiento a la
otra vida en el más allá, al mismo tiempo que estas mismas escenas
encierran una finalidad en parte de su representación, o en su
conjunto, tendente a evitar acciones que dificulten ese paso a la nueva
vida.
Es
en este contexto en donde debemos incluir las escenas que en este artículo
desgranaremos intentando conocer su simbolismo con respecto al lugar en
el que se hallan representadas: las morada de eternidad.
Por
otra parte, y como veremos al hablar del referido simbolismo, estas
escenas gozan de un origen tan ancestral, en aquél sentido, que se
remonta a los conocidos Textos de las Pirámides, en cuyas Declaraciones
se relata, entre otros temas relacionados, cómo el rey es dotado de la
habilidad para cazar con el bastón arrojadizo al igual que lo hizo su
padre Osiris.
La
representación del difunto cazando aves y pescando en los pantanos, si
bien es cierto que se restringe, salvo una excepción (en el caso de la
WV o KV 23 perteneciente a Ay) al ámbito funerario privado y no real,
sin embargo no resulta ser exclusiva de las tumbas tebanas de la XVIII
Dinastía. Ya en el Imperio Antiguo podemos encontrar motivos semejantes
como lo son las de las tumbas numeros 25 y 26 pertenecientes a Meju y
Sabni, gobernadores en Asuan durante el reinado de Pepi II en la VI
Dinastía. La tumba de Anjtifi en El-Moalla, datada en la X Dinastía,
contiene también una escena semejante.
Durante
el Imperio Nuevo también las encontramos en Tebas occidental dentro de
tumbas como las de Simut (TT A24), Puiemra (TT 39), Amenemhat (TT 53),
Menna (TT 69), Horemheb (TT 68), Najt (TT 52) o aquéllas de la tumba de
Nebamon (TT 90). Sin embargo, en Época Ramesida desaparecen tanto éste
como otros temas típicos de las tumbas privadas de la XVIII Dinastía.
DESCRIPCIÓN
Y UBICACIÓN EN LAS TUMBAS
La
escena del difunto cazando aves siempre va acompañada ineludiblemente
de la escena de pesca en una composición obligadamente simétrica y una
frente a la otra o ambas seguidas dentro de las capillas de las tumbas
de nobles y civiles, ubicándose, durante la Dinastía XVIII, en la sala
transversal de la capilla de la tumba o en la sala longitudinal de
manera que, en este último supuesto, la forma alargada que toma la
escena se ajuste al tamaño del muro. Aunque generalmente suelen
aparecer en el muro opuesto a las escenas del funeral, hay numerosos
ejemplos que indican no ser una regla estricta, pudiendo aparecer en
otras zonas de las capillas.
En
el centro de la composición crece una mata de papiros que separa las
dos escenas formando, al mismo tiempo, parte de las mismas y llena de
aves, insectos y algún que otro animal como el caso del ichneumon. A
ambos lados de la mata de papiros se encuentra el difunto en posición
erguida sobre sendas pequeñas canoas hechas de papiro. En una, el
fallecido ha sido representado en el momento exacto en que va a lanzar
el bastón arrojadizo contra un grupo de patos, con una pierna
adelantada, en una mano el bastón y en la otra una ave que le sirve de
reclamo. En la otra canoa, el propietario de la tumba se muestra en el
instante preciso en el que ha conseguido arponear uno o dos peces (tilapia
nilótica).
Junto
al difunto, en ambas actividades y en las mismas canoas, se encuentra su
familia, los niños y la esposa, que abrazan a aquél, están sentados
sobre sus rodillas en actitud de espera o ayudando en la realización de
estas actividades. También como ocupantes de la canoa podemos ver a un
gato, que en ocasiones juega con el difunto y en otras intenta atrapar
los patos, y habitualmente a un pato u oca en la proa de aquélla.
El
Nilo, mostrado en sección, se encuentra repleto de peces, animales y
algún que otro cocodrilo. Para terminar, la escena se completa con
columnas de jeroglíficos en las que se relaciona a todos o la mayor
parte de los participantes incluyendo sus nombres, epítetos y títulos,
además de describir la acción que se lleva a cabo.
LA
ESCENA COMO DEMOSTRACIÓN DE ACTIVIDAD COTIDIANA CON PROYECCIÓN DE
ETERNIDAD
Con
la descripción anterior es fácil interpretar estas escenas como la
captación de un momento muy concreto, posiblemente el más álgido, de
lo que ocurría en la vida del ahora difunto realizando estas acciones.
Se muestra así una típica excursión familiar a los pantanos en la que
se disfruta de actividades lúdico-deportivas.
Sin
embargo, nos encontramos ante una escena carente totalmente de
naturalismo: las canoas son de dimensiones excesivamente reducidas como
para no zozobrar o incluso hundirse con el propio difunto, ya no por su
tamaño, sino por el movimiento que el desarrollo de la acción implica;
y si esto es así, qué decir de todos aquellos elementos humanos y/o
animales que acompañan a aquél en la misma canoa. Hasta el ichneumon
se encuentra en equilibrio en los tallos de una planta como el papiro
que de ninguna manera podría aguantar ni su peso, ni los nidos de las
aves que en ellos se asientan.
Igualmente,
hay un detalle que nos hace inclinarnos a pensar que no sólo estamos en
presencia de una representación de la realidad, cual es el hecho de que
la esposa acompañe al marido en sus actividades deportivas, cuando la
regla general era precisamente lo contrario. Aparecen, además, ciertos
elementos muy significativos desde el punto de vista simbólico, mitológico,
e incluso útiles o necesarios para que el difunto consiga llegar a
disfrutar de su vida en el más allá.
De
esta manera, encontramos que los productos de la caza y la pesca bien
pudieran representar y suponer el alimento eterno del
fallecido-renacido, así como referencias, algunas bastante explícitas,
a la sexualidad y fertilidad en tanto que renacimiento.
SEXUALIDAD
Y RENACIMIENTO
Estas
escenas contienen numerosas alusiones a la sexualidad encauzadas al
renacimiento de la persona fallecida. Es necesario entender, como hemos
adelantado más arriba, que las imágenes eróticas y de renacimiento
están imbuidas dentro del concepto de la unión sexual del hombre y de
la mujer a través de la cual surge la vida y produce, con esa unión
eterna, el renacimiento del difunto.
Las
escenas en sí mismas de caza y pesca suponen un eufemismo de la
actividad sexual tal y como se describe en el Kemyt (Sección 8),
composición diseñada aparentemente para enseñar a un aprendiz
recursos estilísticos al escribir, datada en el Imperio Medio.
Del
mismo modo, Westendorf ha sugerido la creación por parte de “los
artistas” de un posible juego visual entre dos significados de la
palabra
qmA
(Urk. IV 85,2), en egipcio “arrojar (el bastón)” o “crear” (Urk.
164,12). Lo mismo ocurre con la palabra
sti,
“lanzar (el arpón)” (Kahun 1, 4) y
sti
“crear” (Ptahhotep 204-P.
Prisse 7, 11).
Indudablemente
encontramos así el sentido de la representación de la esposa del
difunto y de los hijos junto al propietario de la tumba: la mujer como
principio femenino del universo, de la creación del mismo, y los hijos
como símbolo de la fertilidad del hombre y de la mujer. Esta unión en
el más allá asegurará el renacimiento del propio difunto.
Relacionada,
igualmente, con la sexualidad y el erotismo está la vestimenta, joyería
y peluca de la esposa del difunto, aunque no sólo en este tipo de
escenas sino también en todas las del Imperio Nuevo, como por ejemplo
en otras que conocemos con el nombre de “banquete funerario”.
Recreación
erótica, creación y renacimiento mítico queda también recogido en la
localización de la escena. Los pantanos se asocian a Hathor en la
medida en que cuando es representada en su forma de vaca lo es
emergiendo de un matorral de papiros, forma en la que normalmente se
manifestaba, dado que la encarnación de esta diosa no lo era en la vaca
doméstica sino en la vaca salvaje de las ciénagas, su hogar. Incluso
la ceremonia de recogida del papiro se llevaba a cabo en su honor. Pero
el escenario pantanoso también puede entenderse como el océano
primordial, el pantano de papiros del que surge la colina primordial en
donde tendrá lugar la concepción de la vida. Y es en estas
concepciones de la creación del mundo en donde debemos encajar
igualmente otro elemento que se repite continuamente en estas escenas:
el loto.
La
divinidad infantil Nefertem nace de un ramo de loto surgiendo de las
aguas primigenias. Nefertem, de esta forma es identificado con el dios
sol y simboliza tanto la regeneración como el renacimiento implícito
en la función mítica del loto dentro de la creación. Por analogía,
de la misma manera que el loto con una cabeza humana saliendo de él
simboliza la salida diaria del dios sol, de su regeneración diaria, esa
misma flor simboliza la regeneración o el renacimiento del difunto. Así,
en el Libro de los Muertos, en los Capítulos 81 A y 81 B, encontramos
una referencia explícita al renacimiento del fallecido bajo la forma de
un loto; estos capítulos están ilustrados precisamente por un loto del
que emerge una cabeza humana:
“Capítulo
81 A.- Fórmula para tomar el aspecto de un loto: Palabras dichas por N.
Soy el loto puro que sale llevando al Luminoso, el que está unido a la
nariz de Ra. He descendido a buscarlo para Horus. Soy (el loto) puro que
brota de la pradera pantanosa”.
Y
es en estas escenas de caza y pesca en donde aparecen representados
también los lotos, a menudo en gran cantidad, en manos de la familia
que acompaña al difunto, ya sean su esposa o hijos, con lo que de nuevo
nos encontramos ante un símbolo de renacimiento del difunto.
Asimismo,
en la descripción de la escena referida más arriba hemos mencionado
una serie de animales que otorgan a la escena el carácter simbólico y
mitológico de renacimiento, la tilapia nilótica, y de sexualidad implícita,
el gato, y la oca o pato en la proa de la canoa de papiro.
Tanto
la oca como el pato y el gato, son otro indicio más de la erótica de
la escena, animales que se encuentran habitualmente utilizados como
motivos decorativos en instrumentos relacionados con ese simbolismo como
los artículos de tocador, instrumentos musicales y otros objetos íntimos.
En
cuanto a la tilapia nilótica, el pez o peces arponeados por el difunto
en la escena de pesca llamado “inet” en antiguo egipcio, es una
especie con una costumbre muy particular que llamó la atención de los
antiguos egipcios, de tal forma que lo consideraron como un verdadero símbolo
de renacimiento. La hembra de esta especie goza de la facultad, ante un
peligro eminente para sus crías, resguardarlas en el interior de su
boca para, una vez pasado el peligro, volverlas a dejar salir expulsándolas.
Los egipcios pensaban que la madre devoraba a las crías y renacían de
su interior, de ahí el interés que tiene esta representación para el
fallecido con pretensiones de obtener una vida después de su muerte.
Este pez junto con el “abdyu” están relacionados con el
renacimiento del sol y, de hecho, en el Capítulo 15 del Libro de los
Muertos se hace referencia a él: “...Has subido al cielo, has
atravesado las aguas celestiales, te has asociado a las estrellas,...
Has visto al pez “inet” en su (verdadera) forma, sobre la verde
ribera, has visto al pez “abyu” cuando sale a la luz...”.
LA
LUCHA CONTRA LAS FUERZAS DEL CAOS Y EL TRIUNFO DEL ORDEN
En
principio era el caos. Nun personificaba las aguas primordiales, de las
que surge la colina primigenia y el dios sol creador de la vida. Pero el
caos para los egipcios no venía referido tan sólo a esa concepción
del mundo, sino que era la causa de que les llevase a la creencia de que
Egipto era el orden, que debía mantener el rey gobernando conforme a la
Maat, y el resto era el caos dominado por los enemigos de Egipto; la
tierra fértil del Valle se contraponía al desierto en donde se
manifestaban abiertamente las fuerzas del caos a través de los animales
salvajes que luchaban despiadadamente entre ellos y a los que debía
combatir simbólica o realmente el rey. Representante y personificación
de este caos era el dios Seth, oponiéndose a la armonía de Maat, y
asesino, según la leyenda, de su hermano Osiris.
Esta
lucha contra las fuerzas del caos tendente a hacer prevalecer el orden
que debe dominar para que tenga lugar la regeneración del difunto también
se manifiesta en las escenas de caza y pesca, de manera que el difunto
se ayuda de ciertos elementos que le ayuden a sortear las dificultades y
peligros que podrían interferir en la consecución de su renacimiento.
El caos se representa a través del grupo de aves salvajes; su caza, el
gato que intenta atraparlas y el ichneumon que trata de comerse sus
huevos serán los medios que utilice el difunto en su ayuda para la
consecución de sus fines.
El
Herpestes Ichneumon, o meloncillo, es un pequeño roedor similar a una
mangosta que ataca a las serpientes, por lo que es un aliado más para
la regeneración diaria del sol, y se come los huevos de los cocodrilos.
En el antiguo Egipto fue asociado al dios sol y honrado especialmente
durante los períodos Tardío y Greco-romano. En estas escenas de caza y
pesca suele representarse sobre los tallos de los papiros intentando
robar los huevos que están en los nidos de los patos o sustrayendo
polluelos. De igual forma ayudaría al difunto a obtener su
renacimiento.
En
relación al gato presente en todas estas escenas, de nuevo es un animal
cargado de un fuerte simbolismo sexual, aunque existen diversas teorías
sobre su aparición en este tipo de escenas. Según Malek, el gato era
utilizado por el cazador para hacer salir a las aves de su escondite,
sin necesidad de entender su presencia en la escena como símbolo, sino
como un elemento naturalista más. En semejante sentido, Bastin
argumenta que la causa de su representación obedece a ser uno de los
animales que fácilmente se pueden encontrar en las zonas pantanosas.
Indiscutiblemente
para otros muchos autores, tanto como para la autora del presente artículo
vistos todos los elementos simbólicos a los que venimos haciendo
referencia, el gato tanto iconográfica como mitológicamente muestra
dos aspectos eróticos y agresivos que le hacen relacionarse
directamente con la diosa Hathor, al mismo tiempo que juega el papel de
destructor de los enemigos del dios sol, el Gran Gato que vence a Apofis,
el principal adversario de Ra que intenta embarrancar la barca de éste
en su viaje nocturno hacia la regeneración diaria.
Es
de destacar un trabajo recientemente realizado y publicado sobre el ojo
dorado del gato que aparece representado en la escena de caza de la
tumba de Nebamon, fresco hoy conservado en el British Museum con el número
de registro EA 37977. El trabajo de Miller y Parkinson titulado “Reflections
on a gilded eye in “Fowling in the Marshes”, revela cómo la
pupila del gato mostrado en la referida escena era de color dorado
gracias a la utilización de una fina lámina de oro. Los autores llegan
a la conclusión, evidente por otra parte, del simbolismo del gato en
este tipo de escenas, mientras que por otra relacionan al gato con
Hathor esta vez en su forma de “Hathor el Ojo Solar” argumentando
que el hecho de encontrar la lámina dorada en su pupila “sugiere
una lectura del gato no sólo como un compañero doméstico sino también
como una alusión a Hathor, el Ojo Solar, evocando el eroticismo de la
potencia eterna, el renacimiento y el triunfo sobre las fuerzas
hostiles”.
Por
último, es el propio difunto el que se encarga de luchar contra estas
fuerzas simbolizadas en los patos salvajes con la acción de arrojar el
bastón, imitando la facultad del Osiris resucitado de cazar aves según
relata la leyenda osiriaca.
LOS
TEXTOS DE LAS PIRÁMIDES Y LA RESURRECCIÓN DEL REY
Como
adelantamos, podemos retrotraernos a los Textos de las Pirámides para
encontrar un significado a este tipo de representaciones en las tumbas
privadas tebanas de la dinastía XVIII. De esta forma encontramos
distintos pasajes como los que siguen, en donde la pesca, los patos e
incluso el lanzar el bastón arrojadizo ya están recogidos, comparando
el vuelo de los patos gracias a sus alas con la ascensión del rey al
cielo:
-
Declaración 207.- (124) ... ¡Una comida para mí, Oh
cazador de aves que estás en el Ojo del Dios! Oh mayordomo, trae
agua y enciende el fuego, porque el trozo de pierna está con la carne
asada – 4 puñados de agua.
- Declaración 553.
Texto de “resurrección”.- ... (1358) Esta ida tuya es como la
del sucesor de Osiris; tus pies marcan su danza (¿?) para ti, te
traen tus festivales, porque tus blancos dientes son las garras de La de
la Montaña Cerastes... (1362) “¡Saludos, Oh Rey!” dice
Isis; “¡Sé bienvenido, Oh Rey!' dice Neftis, porque ellas vieron
a tu padre Osiris ese día de la caza con un bastón arrojadizo. Que
las capillas que tu ba fundó sean exaltadas”.
-
Declaración 573. El Rey sube volando al cielo.- (1484)
Alguien sube volando desde
vosotros, Oh hombres, como hacen los patos,
Él
arranca sus manos de vosotros como lo hace un halcón, Él se ha
alejado de vosotros como lo hace un milano, El Rey está a salvo de
aquel que era obstructivo en la tierra, El Rey se libera de aquel que le
atacó.
El
Rey vuela al cielo como un pájaro.- Mi sitio está contigo, Oh Ra, y
no se lo daré a nadie más; (461) Yo ascenderé al cielo hacia ti,
Oh Ra, porque mi cara es la de los halcones, mis alas las de los patos
y mis garras los colmillos de El de la Montaña Cerastes.
-
Declaración 536. Texto de “resurrección”.- ...
Él ha venido a ti su padre, ha venido a ti, Oh Geb; (1297)
haz por él lo que tú hiciste por su hermano Osiris el día de tu
pesca concluida fuera del agua para poner los huesos en orden y para
hacer firmes las plantas de los pies y limpiar sus uñas superiores
e inferiores, de forma que el Cónclave del Sur y el Cónclave del Norte
puedan llegar a él inclinando [...].
-
Declaración 469. El rey se une a la barca solar.- ...
(908)
Estoy sano y también mi carne, esto va bien conmigo y con mi nombre;
Vivo y también mi ka. Él disipa el mal que hay ante mí, elimina
el mal que está tras de mí, así con los bastones arrojadizos de Aquel
que preside sobre Jem, que eliminan el mal que está ante él y disipan
el mal que está tras él.
CONCLUSIÓN
Volviendo
a la introducción con la que hemos comenzado este artículo, y tras
leer todo el simbolismo que se recoge tan sólo en estas dos escenas de
las numerosas que eran representadas en cada tumba, vemos que
efectivamente la obsesión de los antiguos egipcios era la vida presente
y la vida más allá de la muerte para lo cual la persona necesitaba de
una regeneración al igual que el sol lo hacía diariamente tras su
viaje nocturno por el inframundo.
Estas
escenas de caza y pesca en los pantanos pueden y deben relacionarse, por
tanto, con otras como las de caza en el desierto, en tanto que lucha
contra las fuerzas del caos que evitan la posibilidad de regeneración
del difunto, las escenas del llamado “banquete funerario”, en cuanto
al erotismo y sexualidad en relación igualmente con la fertilidad y
renacimiento, así como con las escenas de la caza del hipopótamo, aun
cuando este animal hubiese ya desaparecido de los pantanos de Egipto.
El
erotismo, la sexualidad, los elementos mitológicos, en definitiva,
cualquiera de los contenidos que compongan una escena no debe tomarse
tan sólo en el sentido estricto de representación de una actividad
concreta realizada por el difunto durante su vida o un momento preciso
de la misma, sino como un todo dirigido a la consecución del fin último
de una persona, la vida más allá de la muerte, una nueva vida en los
Campos de Aalu.
Temas
anexos |
LA
ESCENA DE CAZA EN EL DESIERTO
Se
trata de un tema elegido especialmente durante el reinado de
Tutmosis III y podríamos, al igual que las escenas de caza y
pesca, considerarla como una muestra más de las actividades
deportivas que se realizaban esas épocas del antiguo Egipto,
pero la comentada lucha contra las fuerzas del caos se
manifiesta abiertamente en esta escena. El paisaje del desierto
es sugerido por el color rosáceo de las onduladas dunas de
arena junto a una escasa vegetación diseminada por la composición.
El paisaje muestra, en principio, una sensación de calma idílica
gracias a las actitudes de los animales: unos descansan, las
gacelas están representadas en el mismo instante de dar un
salto; pero si nos fijamos bien, esa calma es rota por toros
salvajes, hienas, avestruces, liebres y otros animales huyendo
del cazador quien, montado en su carro, lanza flechas con su
arco contra los animales a los que persigue siendo recogidos por
los sirvientes de aquél.
Esta
escena la podemos encontrar en la parte final de los muros de la
sala transversal en las tumbas tebanas de la XVIII Dinastía,
aunque la zona de la capilla más comúnmente elegida para su
representación es el muro derecho de la sala longitudinal junto
con los ritos funerarios.
|
SIMUT
EN LOS PANTANOS
J.
Gardner Wilkinson, en su obra “Los Egipcios, su vida y
costumbres” (Manners and Customs of the Ancient Egyptians)
recoge este dibujo copiado de la tumba de Simut (TT A24), en Dra
Abu el-Naga, que vivió durante el reinado de Amenhotep III
(XVIII Dinastía). Algunas conclusiones y descripciones de este
autor no son las correctas, dado que el autor lo entendió en su
momento como el arte de la caza y la pesca en el antiguo Egipto
sin hacer referencia a ningún tipo de simbolismo, pero a pesar
de ello hemos tomado el gráfico con su propia numeración para
la descripción:
1.-
Simut en posición de lanzar el bastón con un ave de reclamo.
2.-
Su hijo amado, en la proa de la canoa, con un nuevo ave
preparada para reclamo y entregándole a su padre un bastón.
3
y 4.- Su hijas o hermanas.
5.-
Otro hijo de Simut con un pato en la mano.
6.-
Pato u oca en la proa con su propio nido representado por un
huevo.
7.-
Ichneumon sustrayendo un polluelo de uno de los nidos.
8.-
Las dos “tilapia nilótica” arponeadas por Simut.
9
y 10.- Patos salvajes y otras aves e insectos como mariposas y
libélulas.
11.-
Simut con el arpón en sus manos.
12.-
La hermana de Simut preparando un nuevo arpón.
13.-
Su hijo sosteniendo otro arpón en una mano y, en la otra,
varios de los peces ya pescados. El gato se sube al faldellín
de Simut.
14
a 20.- Diversas especies fluviales en el Nilo mostrado en sección.
|
UN
REY CAZANDO PATOS
La
única representación regia de la escena de caza de aves en los
pantanos la encontramos en la tumba KV o WV 23 perteneciente a
Ay, rey de finales de la XVIII Dinastía (1.327-1.323 a.C.),
sucesor en el trono de Tutanjamon. En una doble escena, en pésimas
condiciones de conservación a causa de los daños infligidos
intencionadamente y un tanto distinta de las nobles tebanas, se
muestra a Ay de pie en la preceptiva canoa con un bastón
arrojadizo en una de sus manos y cuatro patos en la otra que
sirven de reclamo para aquellos a los que intenta dar caza. A su
derecha y separado por la típica mata de papiros sobre la que
se ven tres hileras ordenadas de patos salvajes, Ay pasea con su
esposa Tiy en otra canoa.
Si
el motivo de esta representación en la capilla de una tumba
real lo es por no pertenecer Ay al linaje real de la XVIII
Dinastía, o por si la tumba no hubiera sido en un primer
momento pensada para albergar el cuerpo de este difunto, es un
tema excesivamente extenso como para tratarlo aquí, tan sólo
tener en cuenta que es el único motivo similar que se ha
hallado en la capilla de una tumba real hasta el momento.
El
reciente descubrimiento de la llamada “tabla del aprendiz”
en la capilla de la tumba TT 11 de Dyehuty, en Dra Abu el Naga,
muestra, en posición invertida y en su reverso, lo que puede
ser el boceto de parte de una futura escena para una posible
capilla de una tumba real: un rey anónimo tocado con la corona
roja del Bajo Egipto sosteniendo en una de sus manos un pato
como reclamo, mientras que con la otra alzada se dispone a
lanzar el bastón arrojadizo. Según el Director de la Misión,
José Manuel Galán, la “tabla del aprendiz” puede ser
datada en época de Tutmosis III (1.479-1425 a.C.) o de
Hatshepsut (1.473-1458 a.C.), esto es, en la XVIII Dinastía
pero al menos más de cien años antes que la contenida en la
tumba de Ay. |
Autora:
Teresa Soria Trastoy
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