WATY,
EL ESCRIBA (I)
por
SASHA
(tiosasha@hotmail.com)
Todavía
era de noche, la luna redonda iluminaba tenuemente las rocas. Una insípida
claridad anuncia que el día está por comenzar; empieza el movimiento en
suburbio del norte, pronto todo se convertirá en un hervidero de personas
comprando y vendiendo mercaderías. Mas allá la gran Ciudad Central, ¡el
corazón de Egipto!. Miro al
norte y veo todavía encendidas las antorchas del Palacio Norte, y un poco
más allá el Palacio de la Reina.
Un
escorpión se escabulle entre las rocas para acechar mejor a alguna
incauta presa, mientas una bandada de ibis casi roza mi cabeza dirigiéndose
al majestuoso Nilo.
-
Oh
gran Nilo, cuantos amaneceres has visto, cuantos amaneceres verás, de
cuantas dichas y desgracias tus aguas testigo fueron y serán.
Hacía
ya horas que estaba sentado sobre unas rocas contemplando mi alrededor,
mientras aguardaba a alguien. No se me había dicho a quien, solamente
debería esperar en este
lugar antes del mágico momento en donde los primeros rayos de Atón
rasgaran el negro manto de la noche, para dar lugar al renacer del nuevo día.
Una
figura delgada, alta, majestuosa, vestida con una túnica blanca y con un
Ank colgando en su pecho, se acerca a unos cuantos codos de mí sin verme,
absorto en sus pensamientos. Más allá aguardan dos guardias. Por sus
vestimentas veo que son de la guardia real. Un hormigueo recorre mi cuerpo
mientras me siento paralizado.
En el
mismísimo momento en que el Atón hace su aparición se escucha con voz
potente y clara:
- ¡ Apareces bellamente en el
horizonte del cielo,
tú, Disco viviente, que has iniciado la vida!
Cuando te alzas en el horizonte oriental,
llenas cada país de tu perfección.
Eres hermoso, grande, brillante
y te has elevado por encima del Universo...
Era el himno a Atón, no cabía duda, era el mismísimo Faraón, Akenatón
en persona albando al único Dios sobre la tierra. El dios de la vida
eterna, el mismo que permita los desbordes del Nilo, el creador de la
vida.
Aunque
ya lo había visto en el palacio, mientras llevaba a cabo algunos
registros, nunca había
estado tan cerca de Él.
Su
rostro anguloso y de pómulos salidos, reflejaba una paz interna como
ninguno, no obstante se lo veía afligido,
apesadumbrado, y no era para menos, las intrigas palaciegas, y los ocultos
seguidores de Amón, trataban de destruirlo.
Ya
todo el paisaje estaba teñido de rojo, el Nilo, como serpiente, ya
surcado por pequeñas embarcaciones de vela s blancas. De pronto, una voz
como trueno me dice:
- Tú eres Waty el escriba.
Mil
cosas pasaron por mi mente, así que tímidamente respondí
-
Si mi señor, soy Waty, el
escriba, hijo de Kahay, ¿en
qué puedo servirte?.
-
Se me ha dicho que tu
estudiaste en Tebas y que actualmente llevas los registros de los
almacenes reales.
-
Es correcto.
-
También se me ha dicho que
además de haber sabido llevar muy bien el registro del grano en los
almacenes reales, eres muy apreciado por los trabajadores por tu rectitud
y equidad.
-
Sí, respondí casi
susurrando.
-
Bueno, te diré, te he
mandado vigilar durante un tiempo y eres el hombre que
necesito. Yo quiero una persona honesta, que sirva en palacio
llevando mi palabra a todos los rincones del reino donde se lo
requiera pero también, alguien que se mezcle con la gente y sea mis ojos
y oídos para descubrir a mis enemigos, que como tu sabes, tengo muchos en
estos tiempos.
-
Te cite aquí porque nadie
debe saber que tú eres, lo que desde hoy eres, solo la reina y mi medico
personal sabrán de tu existencia.
Extendió
su mano y me dio un pequeño escarabajo turquesa, y con una sonrisa me
dijo
-
Ahora vete, y que Atón te
proteja.
Mientras
bajaba las colinas, un torbellino de pensamientos se agolpaban en mi
cabeza. Como yo un simple escriba, tenia la confianza del hombre más
poderoso de Egipto y dicha confianza era mayor a la que tenia en
personalidades como el general Horemheb o el sacerdote del templo de Atón
en Menfis Meriré, o el mismísimo
Ay entre otros. Yo sabia lo
difícil que seria desde ahora mi vida, porque así como el faraón dijo
muchos enemigos se escondían entre las rocas como escorpiones para
atacarlo y a todos los que con él estén.
Al
llegar a la Ciudad Central ya la actividad diaria estaba en su apogeo, por
lo que me dirigí raudamente al almacén real.
Muchos
amaneceres pasaron desde aquel fantástico encuentro; abra sido un simple
capricho real me decía continuamente ya que todo transcurría de la misma
manera sin ningún cambio aparente.
Una
mañana me dirigía a al puerto a verificar un cargamento de granos que
llegaría, cuando me encontré con Ajishaton el visir encargado de los
almacenes reales.
Bajo
de estatura, regordete con una incipiente calvicie, y un prominente
abdomen, producto sin duda de las cervezas que habitualmente tomaba estaba
vestido con una túnica blanca y un brazalete de oro en el brazo. Un gran
Ank, símbolo de la vida, colgaba pesadamente en su pecho.
-
Que Atón ilumine tu rostro
Waty, que estas haciendo tan temprano en el puerto.
-
Esperando el cargamento de
granos que se nos esta enviando de Tebas. Le respondí rápidamente
-
A no te preocupes, para eso
estoy aquí, tu puedes volver al almacén a ver si nos llegó la carne en
natrón que se necesita para los trabajadores.
-
Pero disculpe, mi
atrevimiento yo siempre he registrado todos los embarques que vienen de
Tebas.
-
No lo harás más,
respondió con visible enfado
-
Desde hoy lo hará Muy, y ve
antes que me enfurezca.
Me
retire unos pasos cuando veo por él recodo del río un gran barco de
blanca vela, cargado hasta el tope de bolsas de grano. Era el cargamento
esperado.
Una
cuadrilla de cuatro fuertes nubios comenzó a bajar el preciado
cargamento, que en otros tiempos habría ido a los almacenes de Amón para
que sus sacerdotes lo repartan en forma nada equitativa.
Mientras
me iba retirando veo que desciende de la embarcación una persona baja y
totalmente calva con una raída túnica. Se acerca a Ajishaton, le entrega
un pequeño rollo y se mezcla con la multitud. El visir, oculta rápidamente
el rollo entre su túnica Mientras Muy comienza el registro de las bolsas
de grano como si nada hubiera pasado.
Viendo
esto, me retire a los almacenes en donde me esperaba mi labor de contar un
pequeño cargamento de carne en natrón.
El
almacén real era un intrincado complejo que se hallaba al lado del gran
templo de Atón, con silos circulares para guardar el grano y amplias
bodegas donde se guardaban ánforas de vino y cerveza, carnes de vaca y
peces en natrón, bolsas de lentejas, entre otras cosas. En un pequeño
recinto, que servia de archivo, se encontraban las tablillas con el
inventario de todo el almacén. A este recinto tenían acceso Ajishaton y
Muy el escriba.
Muy que había sido mi compañero de estudios, era un pendenciero
por naturaleza además de ser muy aficionado a la cerveza. Había conocido
a Ajishaton desde muy joven, y según se decía, en las tabernas de los
suburbios más bajos de Tebas.
Mientras
con mi tablilla en mano, realizaba el registro de la carne, mi mente
volaba a la imagen de ese misterioso personaje que acababa de bajar de la
nave. ¿De donde conocía yo a esa persona, porque se me hacia su figura
tan conocida? De pronto un rayo de Atón entró por una rendija del techo
e ilumino una vieja ánfora de vino que tenia el sello del templo de Amón,
que había permanecido ahí desde que se vaciaron los almacenes
de Karnac y no fue remarcada.
En
ese mismo momento, como por magia, recordé quien era esa persona.
-Phatamón,
dije sobresaltado, el en otra época joven sacerdote de Amón en Karnac,
lo había visto algunas veces cuando estudiaba en la escuela de escribas
de Tebas.
Estaba
muy cambiado, ya no mostraba su falsa galladura ni se pavoneaba con
aires de superioridad, su ropa no era lo lujosa que solía ser pero estaba
yo seguro era él. Pero que estaba haciendo en la nueva capital de Egipto
y más intrigante aún era el rollo que le entrego al visir.
¿Seria
esta la misión que el faraón me había encomendado?. ¿Que relación
oculta encerraba esta trilogía?. Evidentemente debería estar atento y
sobre todo encontrar ese pequeño rollo.
Ya
la tarde estaba comenzando, cuando el último nubio ingresó al almacén
con la ultima bolsa de grano, la depositó junto a las otras y se retiro.
- Que trabajo hoy ¿no?
Dijo sonriente Muy al entrar en el almacén.
- Sí y sobre todo qué calor, vendría
bien refrescarnos un poco.
La
cara de Muy resplandeció y con una mueca cómplice dijo:
-
Yo tengo la solución para
eso, espérame a la salida del almacén y yo te mostraré que es
refrescarse.
Sin
querer el mismo me dio la idea para resolver el acertijo, ya que bien
sabia yo cual era su “solución”, así que decidí esperarlo a la
salida.
-Ahora verás mi concepto de
refrescarse, sígueme.
Salimos
de la ciudad central y nos dirigimos al suburbio norte. La noche era
oscura pero estrellada, una tenue brisa movía levemente las llamas
de las antorchas encendidas, en los frentes de las casas al costado de una
pequeña callejuela que parecía achicarse cada vez más, cuando al
pararse frente a una taberna dijo:
-Aquí es, entra.
La
taberna era una verdadera cueva, la ultima miseria de Egipto se hallaba en
ese lugar. Un par de mujeres vestidas con una finísima túnica que dejaba
ver sus no muy ocultos encantos se acercaron a nosotros con dos jarras de
cerveza. Muy tomando con una mano la jarra y con la otra a una de las
mujeres me dijo:
-Bebe y aprovecha, que no muerden,
veras como te refrescas.
Cuando
me dispuse a tomar la jarra que la otra mujer me extendía
escuché:
-
Muy, miserable, no te he
dicho que no traigas más vagos aquí.
-
Por mas que me surtes del
mejor vino y cerveza no estoy dispuesto a que destruyas mi establecimiento
cada vez que vienes con un amigo tuyo.
-
Mucho ojo, el no es un vago,
es un escriba de Tebas como yo y viene a refrescarse.
-
¿Así que solamente a
refrescarse?.
-
Si a refrescarse y a
conversar.
-
Pues conversaran solos,
y dando una nalgada a cada una de las mujeres dijo.
-
Recuerda que esta semana me
debes tres de aquellas ánforas.
-
¿A que ánforas se
refiere?, Le pregunté con una sonrisa cómplice.
-
No le digas a nadie, es un
secreto, cuando la noche esta oscura escabullo dos o tres ánforas de vino
y cerveza y las cambio por esas bellezas que acabas de ver.
-
¿Ajishaton nunca se ha dado
cuenta?
-
Quien te crees que es el dueño
del lugar, el cantinero es un hermanastro de Ajishatón.
-
Así queda todo en familia, respondí
-
Si, y bebiendo toda la
jarra pidió otra.
La
noche siguió de la misma manera regada con abundante cerveza, lo que
hacia que la lengua de Muy se soltara cada vez más.
-
Pero dime, nunca tuvieron
miedo que alguien de palacio venga y controle los registros y descubra que
faltan ánforas.
-
Tú haces muchas preguntas
pero te lo diré, por los buenos tiempos, y tomando de un trago toda
la jarra se acerco a mi oído y dijo con vos confidencial:
-
Las ánforas vuelven al
almacén.
-
Pero vacías, le respondí
en igual tono.
-
No se llenan del oro que les
sacamos a los que vienen a esta taberna, si no es por el juego es con las
mujeres y sino se lo robamos cuando salen.
-
Pero dime porque guardas el
oro de Ajishaton en el almacén, eso es más peligroso que las ánforas
vacías.
-
No,
tú... tú... no
entiendes, el oro no es de Ajishaton, es de Phatamón.
Aunque
esperaba esa respuesta, me atragante con el sorbo de cerveza que acaba de
tomar.
-
Phatamón, quien es ese,
dije sobreponiéndome
-
Tranquilo, es un... amigo,
él era sacerdote de Amón... en Karnac, y lo... sigue siendo
-
Pero como si el culto a Amón
fue abolido.
-
Esa... es la parte buena, el
culto... a Amón sigue y
seguirá... hasta que el Nilo deje de... correr.
-
Pero como así
-
Si él... oro es para
canjearlo por armas... en... no sé dónde
-
¿Armas?
-
Si... y ya están... aquí,
en la Ciudad Central, o piensas... que todos esos sacos eran de... grano
-
¿Dónde esta el grano que
tenía que venir?
-
En. Donde siempre tendría...
que haber estado, con Amón.
-
Pero que inteligentes que
son a mí nunca se me hubiera ocurrido.
-
Si, Phatamón... es muy
inteligente y ahora mismo... esta reunido con Ajishaton, y algunos...
generales para preparar él... levantamiento, que será en... un mes.
-
Realmente creo que tenemos
que derrocar al faraón, me puedes presentar a Phatamón, quiero
participar de esto, dije
-
A pícaro... tu quieres que
té... recompense a ti... también
-
¿Recompensa?, ¿Té dacha
oro?
-
Mejor aún, esta ciudad...
se convertirá en una provincia... y Ajishaton que se llamara... Ajishamón
será su gobernante y yo el visir... del almacén, así que tu podrías
ser mi... escriba. Y diciendo esto se durmió profundamente sobre la
mesa.
Ya
la noche estaba por terminar, la taberna estaba en penumbras una sola
antorcha iluminaba la salida, los parroquianos estaban tirados en el piso
algunos, otros durmiendo junto a las mujeres, mientras que el tabernero
dormía placenteramente sobre una mesa. Así que decidí salir de aquel
lugar con el mayor sigilo posible.
Al
llegar a mi casa, me senté en una silla y reflexioné sobre todo lo oído,
algo debería hacer, ¿pero que?. Contactarme con el faraón, o con la
reina parecía imposible. El médico real no se encontraba ahora en la
ciudad, además no tenía a todos los integrantes de la conspiración. Que
armas estaban guardadas en el almacén, de donde provenían ¿Debería
seguir fingiendo que era un conspirador hasta tener todos los nombres?, ¿Y
si el faraón creyera que en realidad soy un conspirador?
Con
estos pensamientos en mi mente y la poca cerveza que tome en mi cerebro,
quede profundamente dormido.
Atón
ya estaba en lo alto, cuando desperté. Por lo que corrí a los almacenes
en donde me esperaba con una sonrisa burlona Ajishaton.
- Atón se regocija al verte Waty,
ven que Muy quiere enseñarte algo
que encontró en el archivo dijo socarronamente.
Se
acerco mucho a mí y me dijo al oído:
- Así que ya sabes mi pequeño secreto.
- Si, le respondí
calmadamente, ya que tenia que parecer lo más natural posible.
- ¿Y que te parece?, Dijo
acercándose mas a mí mientras con una mano disimuladamente apoyaba
un cuchillo en mi espalda haciendo que entrara al archivo del almacén.
-
Pero no entiendo porque
haces esto si pensamos igual
-
¿Estas seguro?, ¿O lo
dices porque tengo esta belleza con migo? Blandiendo el cuchillo por
delante de mi rostro.
-
No, todos en Egipto estamos
artos de estos 10 años de despotismo.
-
Si eso es cierto pero ven
que quiero mostrarte algo.
Se
acerco a una de las paredes y mientras movía uno de los pequeños bloques
de la misma una puerta trampa aparecía en el piso. Encendió una
antorcha, me la dio y me dijo que baje los escalones de una larga
escalera.
-
Aquí lo tienes, armas
suficiente como para armar a 700 soldados, mira esto, y se acerco a un
hacha de combate en forma de mano.
-
Que te parece.
-
¿Y
esta malla de bronce?,Espectacular ¿no? Imposible que alguna de las
flechas de palacio la atraviesen.
-
Si, respondí.
-
Pero estas armas no son
Egipcias.
-
Eres inteligente Waty...
tienes razón, mucha razón, estas armas las traemos del norte, muy al
norte
-
¡¡Son Hititas!!.
Le
seguí el juego y le dije:
-
Si, son muy bellas, ¿para
qué tantas armas?, Tenemos ya un ejercito de 700 hombres.
-
Si y están esperando mis
ordenes disfrazados de campesinos, porteadores, y guardias inclusive.
-
Ves en esos estantes de allá
tengo la nomina de todas mis tropas. Pero ven quiero mostrarte algo mas, y
señaló con su mano un bulto que apenas se divisaba por la oscuridad del
lugar.
-
¿Que es?, Le respondí
acercando la llama al bulto.
En
ese momento en el que hacia esto un escalofrió recorrió todo mi cuerpo,
ahí tendido en el piso estaba Muy. Un profundo corte casi separaba la
cabeza del cuerpo del desdichado.
-
¿Pero que es esto?,
Dije visiblemente espantado, a lo que me respondió jugando con el
cuchillo.
-
Es lo que suele hacer una de
estas bellezas cuando alguien habla de mas, y siguió diciendo
-
A esto yo lo llamo seguro, sé
que eres inteligente, y solo tú y yo sabemos que Muy ya esta en la Sala
del Juicio, a no ser... que alguien diga algo que no debe... y el cuerpo
de Muy aparezca en el Nilo con esto, y al decir esto me mostró un
sello personal mío.
-
Con esto de seguro que te
ejecutarán, pero no te preocupes ambos pensamos igual, ¿no es así?
Dejamos
atrás el cuerpo del desdichado Muy, subimos las escaleras, cerró el
pasadizo secreto y me dijo:
-
Desde hoy, tu ocuparas el
lugar de Muy, así que tendrás acceso a este recinto.
-
Ahora vete a tu casa, ya te
mandaré a llamar, y con una palmada en la espalda se despidió
de mí.
La
imagen del pobre Muy tendido en ese oscuro sótano, con la cabeza casi
desprendida del cuerpo me horrorizaba, pensar que hacia unas horas estaba
creyéndose el nuevo visir, eso demostraba los pocos escrúpulos, y la
clase de persona que era Ajishaton.
Mi
casa era una típica vivienda egipcia, tenia una pieza, al frente donde
solía recibir a mis visitas, que por cierto eran muy pocas en estos
momentos de mi vida, seguida a esta habitación había una sala central más
grande y alta que la anterior que servia de comedor. Más fondo se
encontraban las zonas reservadas: Un dormitorio, la cocina dotada de una
escalera que subía a la terraza y la despensa que estaba en un pequeño sótano.
Tenia un frente de 5 metros por 15 de fondo. Toda la casa estaba hecha de
adobe de barro cocido al sol, lo que hacia a mi vivienda muy fresca por el
día y cálida por la noche.
El tejado estaba formado por un entretejido de caña, cubiertas de barro y
hojas de palmera por encima. Las puertas, columnas y marcos de las
ventanas eran de madera.
Al
frente de mi casa había un pequeño estanque con lotos el cual cuidaba
con esmero.
La
noche cubría la ciudad, estaba yo en el comedor, saboreando un plato de
lentejas cuando escuche que alguien golpeaba fuertemente mi puerta. La abrí
y ante mí apareció una de las mujeres que la otra noche había estado en
aquella taberna.
La
mujer llevaba un vestido ajustado que caía desde debajo del pecho hasta
los tobillos, sujetado con dos tirantes que le cubrían sus bien formados
pechos. El vestido estaba confeccionado de un finísimo lino, realzando
cada curva de ese muy bien formado cuerpo. Una pieza de lino que
caía en pliegues desde los hombros hasta
los pies. El cabello del
color de la noche era largo, sin dividir sujetado con una diadema de
turquesa, lapislázuli y oro. Llevaba un gran anillo de oro macizo, y un
brazalete.
-
Hola, tú eres Waty, yo soy
Neferitatón, vístete con tu mejor túnica... Ajishaton te llama, y
diciendo eso me empujo hacia adentro de mi casa.
-
Linda vivienda tienes, veo
que te ha ido bien en la vida, pero ve... ve... no tenemos toda la
noche... por hoy.
Luego
de unos minutos salimos rápidamente rumbo al sur. Tomamos la carretera
real y cuando estábamos
pasando frente la casa real pregunté:
- ¿Dónde vamos?.
-
No te detengas, rápido,
vamos a la zona residencial.
Nos
detuvimos frente a una residencia cuyas columnas delanteras, pintadas en
rojo, turquesa, verde y blanco, sostenían un balcón, el cual estaba
ricamente adornado por unas cobras coronadas por el disco solar. Entramos
a la sala que tenia unos frisos muy coloridos con imágenes del dueño de
casa cazado animales salvajes.
En
dicha sala ya se encontraban varias personas, muchas de ellas bien
conocidas por mí, entre el grupo ya se encontraba Ajishaton quien al
verme sonrió y dijo en voz alta:
-
Señores, aquí viene Waty,
mi nuevo escriba, como les estaba contando Muy paréese ser que se ha ido,
y guiñándome el ojo dijo:
-
¿Habrá ido a tomar nuevos
aires?, Nadie lo sabe.
-
Waty, siguió diciendo,
conocerás a Muny el dueño de casa, Pheton, jefe de la guardia real; al
general Serketatón; mas allá con la copa de vino esta Ratankatón, visir
de Nubia y comiendo ese trozo de pato asado esta Jawin el escultor real.
-
Basta de presentaciones, acá
estamos para otra cosa, dijo una persona que hasta ese momento pasaba
inadvertida. Con una túnica de finísimo lino dos brazaletes y un gran
anillo de oro con el símbolo de Amón, así hacía su aparición Phatamón.
Muy distinto de cómo lo había visto bajar de la nave que lo transporto
de Tebas.
-
Señores, dijo con el ceño
fruncido, llego la hora que
esperamos para lavar la gran ofensa que hace un año el hereje, que
tenemos por faraón, ha hecho al bienamado Amón.
-
Tenemos las armas, y
recursos suficientes para, aplastar como a un escorpión al que se hace
llamar hijo de Atón
-
Serketatón, ¿tus tropas
están listas?
-
Si, aguardando ordenes en
Nubia
-
Bueno no dejaremos piedra
sobre piedra hasta que el faraón y su Atón desaparezcan de Egipto.
-
Cuando eso ocurra tu
Ajishaton, en primer lugar cambiaras tu ridículo nombre, y luego serás
el visir de esta provincia.
-
Pheton, tu te encargaras de
desmantelar la guardia que todavía es leal, si es necesario envenénalos
en la cena, pide ayuda a Phetratis, el panadero real, pero ojo, con un
veneno lento, no vaya a ser que nos descubran por un descuido.
-
Una vez que esto este hecho
entraremos a la ciudad con nuestras tropas y yo mismo mataré al faraón.
-
Phatamón, en cuanto tiempo
tendrás el visto bueno de Menfis, dijo Ajishaton.
-
Eso ya esta, se hará en una
semana tiempo mas que suficiente para que cada uno de ustedes ultime
detalles
-
Será tan rápido que Akenatón
ni tendrá tiempo de saber que paso.
-
Bueno ahora beban y diviértanse
esto es una fiesta, la primera de la nueva era de Amón.
Al
decir esto hicieron su aparición los músicos con sus sistros, címbalos
de metal y arpas. La danza completaba la distracción. Un grupo de
bailarinas comenzó a danzar frenéticamente para nosotros.
Muny
se sentó en una silla de alto respaldo con incrustaciones de oro plata,
turquesas cornalina y lapislázuli, y dijo
-Ahora traigan el vino y la cerveza,
que ya estamos impacientes.
Cada
uno de los invitados estábamos sentados en sillas con similares adornos.
Los hombres nos colocamos a un lado y las mujeres a otro, como es la
costumbre en este país.
Un sirviente se acerca a Muny y le coloca sobre la cabeza un cono de color
blanco, con pomada perfumada y uno sobre la cabeza de cada invitado que
como es sabido este adorno es imprescindible, ya que disimula los olores
de comida y cerveza y da un aroma agradable.
Comimos
y bebimos hasta hartarnos, hasta que Phatamón se levanto de su silla y
dijo:
-
Se acabo la fiesta, mañana
todos tendrán que volver a sus actividades como si nada hubiera pasado,
y diciendo esto salió del recinto.
Salí
de la residencia acompañado por Neferitatón la que había bebido un poco
mas de la cuenta y estaba bastante mareada. La tome de la cintura y fuimos
caminando hacia el Suburbio Norte.
Al
llegar a mi casa apenas podía moverse y estaba casi dormida, así que la
acomode en mi cama, mientras yo me recosté en una estera en la terraza.
Pasé
gran parte de esa noche en vela, ya tenia identificados a varios de los
integrantes del complot. Pero quien era el que tenia que dar la orden
desde Menfis, seria Phatamón el cabecilla, evidentemente no.
Lo
más importante era avisar de algún modo al faraón,
¿cómo podría hacerlo?
Pensando
esto recordé al pequeño escarabajo que el faraón me había entregado y
que yo tenia colgado al cuello, comencé a mirarlo detenidamente y vi que
con una leve presión en la cabeza las alas se abrían como si fueran las
pequeñas puertitas de una caja y ahí estaba la respuesta a mis
problemas. En el interior del escarabajo había una pequeñísima
inscripción que decía “Ten
siempre en cuenta la ventana de las apariciones y nunca olvides el
nacimiento de Atón”.
La
ventana de las apariciones era por donde el rey y la familia real
saludaban a la muchedumbre y algunas veces tiraban algún que otro
obsequio a sus favoritos.
A
esta ventana, que estaba en la sala mayor del palacio, se llegaba a través
de unas pequeñas puertas, el umbral de la ventana estaba cubierto por un
mullido almohadón rojo adornado con hilos de oro, para que el faraón
pudiera acercarse a arrojar los obsequios.
Este
ritual se realizaba una vez por semana y podían asistir todos los
ciudadanos que lo quisiesen.
El
nacimiento de Atón se refería al amanecer, así que baje las escaleras y
me dirigí a la puerta de salida.
-
¿Dónde vas?, me
pregunto Neferitatón, acomodándose la túnica displicentemente
-
Voy a la ventana de las apariciones, recuerda lo que dijo Phatamón,
debemos hacer lo de siempre, para no despertar sospechas.
-
Te acompaño escuché que
dan buenos regalos.
-
Si pero yo nunca atrape
nada, es muy difícil con tanta gente alrededor, por eso hoy voy tan
temprano.
No
podía decir que no vaya, era evidente que, Ajishaton me la había puesto
de sombra, por lo que algo tendría que hacer.
Nos
dirigimos al palacio real La gente ya comenzaba a agolparse en su entrada
de la sala mayor, en su interior había un gran patio
de piso de tierra, gigantescas estatuas del faraón rodeaban a la
sala, los sirvientes barrían con hojas de palmera y aplacaban el polvo
con agua. Un supervisor estaba de pie al lado de un montón de escudos y
armas de la guardia. Atón comenzaba a salir, cuando entró en la sala la
guardia real encabezada por Phetón, el jefe de la guardia acompañado por
el general Jawin.
Estaba
perdido, todos los enemigos del faraón estaban ahí como podría hacer
para acercarme al faraón sin despertar sospechas.
Una
gran exclamación se produjo, por parte de la muchedumbre, que ya colmaba
el patio, en el mismo momento que la familia real hizo su aparición.
Akenatón estaba espléndido,
magnifico con la doble corona del bajo y alto Egipto, una túnica blanca
de un lino finísimo decorada con hilos de oro, un delantal triangular que
le llegaba hasta las rodillas, y culminaba con flecos de oro. El pectoral
era de oro turquesa y lapislázuli muy bien elaborado. Nefertiti era la
encarnación de la belleza con su corona de color turquesa y adornos en
oro y lapislázuli y una pequeña cobra de oro en la frente representando
el Ureus, su túnica también era de lino pero de color turquesa con un
cinto de lino color rojo. Un espléndido pectoral ricamente adornado que
resaltaba su largo y fino cuello, y dos brazaletes, completaban el ajuar
de la reina.
Merita
ton, Meketaton y Ankhesenpaaten, hijas de los reyes acompañaban a sus
padres.
Yo
estaba a unos catorce codos de la ventana
cuando un guardia se acerca a Neferitatón y la toma fuertemente del brazo
diciendo:
-
Tu no debes estar aquí, tú
eres una vulgar cortesana, no puedes estar a los ojos del faraón. Un
grupo de unos 10 guardias nos rodeo con sus filosas lanzas a pocos centímetros
de nuestros cuerpos y nos empujaron hacia fuera del patio y nos condujeron
a través de estrechas callejuelas hasta llegar a la prisión real.
Al
llegar a la prisión nos separaron, y a mí me llevaron a una pequeña
celda que solo tenia una pequeñísima ventanita por donde entraba el sol.
Después de varias horas Ajishaton apareció diciendo
-
Buena
la has hecho, menos mal que no deberíamos llamar la atención, pero no te
preocupes, y guiñándome
el ojo dijo:
-
Tengo influencias.
Diciendo
esto llamo al guardia y se alejo. No paso mucho rato cuando el guardia
abrió la puerta y a empujones hizo entrar a un hombre que paresia estar
borracho, cerrando la puerta detrás. Cual fue mi sorpresa cuando el
hombre sonriendo me dijo:
-
Hola Waty, disculpa, pero
esta era la única manera en la que podías contarnos lo que acontece.
Fue
grande mi sorpresa al escuchar esto, y mire mas detenidamente al hombre
que ya no parecía borracho. Era de mediana estatura con los cabellos
desaliñados, y una vieja y rasgada túnica.
-
¿No me reconoces?, mírame
mas detenidamente
Me
acerque mas al hombre y ahí reconocí a Tuthotep, el médico real.
-
Pero que..., no me dejo
terminar de hablar y dijo:
-
El faraón te vio ingresar
al patio, y preparo todo este escándalo para sacarte de la vista de
todos.
-
Cuenta, todo en forma
calmada pero despacio que pueden oírnos.
Le
narre a Tuthotep todo lo que me había ocurrido en todo este tiempo
incluyendo lo de Muy, a lo que después de escucharme dijo
-
Por lo de Muy no te
preocupes, sospechábamos de algunos de los nombres que me has dado, en
especial el general Serketatón, pero de otros me has dejado muy
sorprendido, en especial del Visir Ratankatón, pero lo que me preocupa
mas es la misteriosa persona de Menfis.
-
Si es probable que haya una
pista en aquel pequeño rollo que Ajishaton recibió de Phatamón.
-
Si, debemos conseguir el
rollo y las tablillas donde están los registros de todos los
conspiradores, así que te diré lo que harás.
-
Es seguro que te liberen
pronto, así que, ni bien tengas el rollo o el nombre del verdadero
cabecilla, me enviarás un ánfora de vino, al palacio. Esa será la señal
para que nosotros actuemos.
-
Dejaremos que los
acontecimientos sigan, haz tu trabajo que serás recompensado.
Dicho
esto, se recostó contra una pared y se hizo el dormido. No tardó mucho
para que un ruido de pasos y armas se escuche delante de la puerta, esta
se abrió y Phetón dijo a los guardias:
-
Liberen al escriba.
Salí
de la cárcel y me dirigí al almacén real, ahí ya me esperaba Ajishaton
el que me dijo:
-
Has vistos mis contactos,
has visto que rápido te liberé.
-
Así mismo podré volverte a
encarcelar..., recuerda nuestro secreto del sótano.
-
Disculpa Ajishaton, no fue
culpa mía.
-
Si lo sé, fue culpa de esa,
a la que puse para acompañarte, y casi lo hecha todo a perder. Pero no te
preocupes, no molestara por mucho tiempo.
-
Pero como, ¿no la has
liberado?
-
Si, respondió con una
sonrisa sarcástica.
-
La libere para que entretenga a los momificadores, además ya me
había aburrido
de ella. Diciendo esto, se
alejó riendo a carcajadas.
Lo
que acababa de hacer Ajishaton era la bajeza más grande que se podría
haber hecho, ya que como todos saben, a raíz de estar los momificadores
continuamente con los muertos, nadie se le acerca, ni la peor de las
meretrices pasaría cerca de ellos siquiera, por lo que se "entretenían”
con los muertos a momificar. Por eso la pobre Neferitatón seguro
encontraría la muerte en ese lugar si no se hacia nada.
Salí
del almacén con rumbo a los cuarteles reales, al llegar ahí pedí hablar
con el general Serketatón, el que me recibió muy amablemente. Conduciéndome
a una sala contigua.
-
¿Cómo estas Waty?, Espero
que no haya durado mucho tu estancia en los calabozos.
-
No por suerte no.
-
Son cosas que pasan en estos
tiempos, por eso es que tenemos que derrocar al tirano. La justicia volverá
y Egipto volverá a ser rico y poderoso, y nosotros con él.
-
No podemos permitir, siguió
diciendo,
-
Que los enemigos, del país
más poderoso del mundo hagan de las suyas, mientras nuestro Faraón juega
con los niños, huele flores y toma baños de sol.
-
Destruyó todo el arte que
por generaciones nos ha caracterizado, imponiendo un estilo totalmente
ajeno, seguro que esa Nefertiti es la que le lleno la cabeza hueca que
siempre tuvo, con ideas extranjeras. Pero ya todo volverá al orden.
El
general se colocó su pesado collar de oro macizo, y dijo:
-
Pero dime, que puedo hacer
por ti.
-
Disculpe que lo interrumpa
en sus obligaciones pero es que quiero pedirle un favor.
-
Habla escriba, dime.
-
Es que a la mujer a la que
apresaron con migo me han dicho que la han llevado con los momificadores.
Yo sé que pudo haber hecho fracasar el plan, pero creo que es un castigo
demasiado severo, aún para ella.
-
Tienes razón, ordenaré que
la liberen, pero créeme será peor que salga a que muera. No podrá salir
mas a la luz del sol, todos la repudiaran.
-
Igual quiero que la liberen,
yo me encargaré de ella, apelo a su honorabilidad de gran militar.
Se
sentó en una silla de cuero, hizo un ademán, al que respondió uno de
los guardias sirviéndole una copa de vino y bebiendo un gran trago dijo,
-
Muy bien, la llevaremos a tu
casa, pero será tu responsabilidad.
Me
retiré dándole las gracias, y salí del cuartel. No sabia si lo que había
hecho me perjudicaría en algún modo, pero mi conciencia estaba
tranquila.
Al
llegar a mi casa, ella ya estaba ahí, la pobre no era mas que una sombra
de la mujer que hacia unas horas había salido hacia la ventana de las
apariciones y que la noche anterior había golpeado mi puerta. Su túnica
estaba totalmente desecha, tenia
un fuerte golpe en la cara y su cuerpo estaba cubierto de moretones. Sin
atreverse a mirarme musitó:
-
¿Porque lo hiciste?
-
Nadie, ni el villano mas
bajo se merece lo que Ajishaton hizo con tigo.
-
Hubiera preferido morir a
pasar las humillaciones que tendré de ahora en más.
-
No te preocupes, todo esto
se arreglará.
-
Tu no sabes, Phatamón te
mandará matar, te echará la culpa de la muerte del faraón.
-
¿Por qué dices eso?, Si yo
no le he hecho nada.
-
Él es así, yo lo conozco
muy bien, desde pequeña cuando yo servia en el templo de Amón.
-
Cuando hace un año el Faraón
prohibió el culto a Amón, Él me vendió. A Ajishaton para servir de
meretriz a los invitados ricos en sus establecimientos.
-
¡Lo que cuentas es increíble!.
-
Lo paréese pero no lo es.
Huye mientras puedas. Sal de Egipto o morirás. Ay muchas personas
más importantes que Phatamón en este complot, gente que ni siquiera yo
conozco. Solo sé que el que se coronara faraón es el Sumo Sacerdote de
Amón en Menfis Ibiskamón.
-
Vete, me dijo,
-
Has lo que tengas que hacer, pero cuídate, eres un buen hombre. Ahora
vete, hubiera sido distinto en otras circunstancias.
Una
lagrima rodó por su mejilla, volteo lentamente y se dirigió a la sala.
Yo
ya tenia todas las piezas del rompecabezas, era necesario actuar cuanto
antes por lo que volví al almacén y le ordene a un trabajador que
llevara una ánfora de vino a Tuthotep, el médico, mientras yo
volvía a casa.
Esa
noche fue un verdadero caos. Las tropas leales al faraón irrumpieron en
el almacén y trasladaron todos los archivos y tablillas a las oficinas de
registros donde 20 escribas los clasificaron al mismo tiempo que se
arrestaban a todos los cabecillas de la conspiración.
Naves
con tropas partieron a todas las ciudades a lo largo del Nilo, y lograron
sofocar a algunos insurrectos. El ejercito que debería avanzar desde
Nubia al enterarse que Serketatón estaba preso se disperso sin ofrecer
resistencia, dejando al palacio de Ratankatón, visir de Nubia, sin
defensa. Fue arrasado hasta la ultima piedra.
Cuando
las tropas reales llegaron a Menfis, Ibiskamón, había huido, según se
decía a Hattusa, capital de la nación Hitita.
Al
llegar a casa escucho fuertes ruidos que provenían del interior, al abrir
la puerta veo a Ajishaton con cuchillo en mano forcejear con Neferitatón
la que con todas sus fuerzas trataba de arrebatárselo. Al verme Ajishaton
arrojo contra la pared a la muchacha y se abalanzo sobre mí, como un león
herido buscando sangre. Yo tome un cuchillo que había sobre la mesa se lo
arrojé partiéndole el corazón en dos.
Rápidamente
corrí a donde estaba Neferitatón. Su túnica se comenzaba a teñirse de
Rojo, había recibido una estocada mortal por parte de Ajishaton, al
verme, sus ojos brillaron con tierno fulgor, trato de incorporarse, me tomó
la mano y dijo:
-
Gracias..., gracias por
darme esta oportunidad de enfrentar dignamente la sala del juicio y tal
vez poder entrar al reino de Osiris, Eres una buena persona... que tu Dios
Atón te proteja y te dé mucha vida.
Beso
mi mano y se desplomó.
Los
carros de guerra recorrían las calles de la ciudad, tenues resplandores
en el cielo indicaban algún que otro incendio. La luz de la luna entraba
por la ventana iluminando el pálido rostro de Neferitatón. El faraón y
su familia estaban a salvo, la
revuelta había sido sofocada.
Waty, el escriba (II)
|