Segundo
cuento de La
Piedra De Nubia.
Agradecimientos:
A Javier
Ignacio por las horas divertidas que pasamos en el chat dando vida a los
personajes.
A
Carlos por las magnificas
ilustraciones del primer cuento, donde queda patente por si misma la
inquieta personalidad de una joven princesa del Poderoso Egipto Faraónico
del imperio nuevo.
A Fran por sus
descripciones tan detalladas
de las riveras del Nilo.
Dedicatorias:
A María José (Pepita), de Sevilla. Esposa de Carlos. Por
el cariño que le profesa a la Princesa Pepitamón.
A Cristina, por ser tan maja.
Primavera del sexto año de reinado de Pephosis IV, Faraón de
Las Dos Tierras.
1º Demostración asombrosa.
Pasados
dos años de tan curiosa historia, la corte del Faraón seguía
atrayendo a sabios de muchos países.
Mas
que la corte, lo que de verdad los atraía era por supuesto, la pirámide
invertida de Pephosis IV.
Desde
La Siria llegaron los matemáticos Numereto Y Dedotino. Desde la isla de
Creta, el químico Minoacidosis, desde Macedonia el astrónomo
Katastrakis, desde Sumeria mas astrónomos, astrólogos, matemáticos
y magos.
Desde
Grecia un grupo de doce arquitectos al mando de Obracachos para estudiar
mejor las leyes del equilibrio.
A
todos se les había permitido quedarse a estudiar la pirámide invertida
con la condición de no tocar el Petote por motivo alguno.
Un
guardia estaba siempre atento de que no se acercara nadie a tocarlo y
Jinjuy, el arquitecto real atendía dos días a la semana a los
visitantes mas famosos.
Les
explicaba solo algunos de los secretos que poseía aquella piedra tan
rara. También aprovechaba para
lucir sus conocimientos ante los matemáticos extranjeros a cambio de
que estos le mostrasen a él las matemáticas de su país
de origen.
Una
pregunta frecuente que le hacían los otros sabios era por qué aquella
pequeña pirámide no se había construido de mayor tamaño, si contaba
con los poderes de Ra-Atón.
Jinjuy,
por orden del Faraón no podía revelar el motivo del tamaño de la pirámide,
pero si la forma en que fue construida.
De todas formas de nada sirvieron a los sabios visitantes las
explicaciones del arquitecto real.
En
cuanto intentaron construir
prodigios semejantes en sus naciones, todos ellos se vinieron abajo por
falta del equilibrio
necesario.
Incluso
en algunos países de la rivera mediterránea se buscaron sin descanso
los materiales prodigiosos necesarios para revolucionar la arquitectura.
Lamentablemente, todo acabó en fracaso.
Pero
sin duda, de todos los sabios venidos de lejos, el más enigmático era
el delegado del País Del Quinto-Pin, el Mago
Jawim.
Curiosamente,
Jawim fue el único que se quedó a vivir en palacio . Su título
oficial era “Gran Mago de cabecera de Sus Majestades , El Príncipe y
La Princesa”.
Convenció
a su Majestad para quedarse en el maravilloso país de Egipto. Con una
demostración de
magia que realizó ante la corte maravillada.
En
medio de la gran sala de audiencias procedió a realizar un truco que
daría motivos para hablar durante mucho tiempo a todos.
Extendió
un manto grande sobre el
suelo. Cuidó de estirarlo muy bien hasta quitarle las arrugas, después
pidió silencio.
Alargó
los brazos con mucha ceremonia y pronunció unas palabras enigmáticas
en idioma Quintopiniano que nadie entendió.
El
manto comenzó a abultarse lentamente. Creció y creció más alto que
su cabeza.
En
un momento, rápido como el rayo destapó el bulto misterioso
pronunciando la palabra mágica:
¡¡¡
ALHEJHOP !!!
Incluso
Pephosis IV el Grande, que creía haberlo visto todo sobre el no-va-mas
de la magia tuvo que ponerse en pie para aplaudir a rabiar con la
sonrisa de oreja a oreja.
En
el centro de la gran sala de audiencias apareció un animal que solo Él
y otros escasos cortesanos presentes habían visto en sus viajes de
estado.
Un
dromedario.
Fue
tan asombroso lo que vieron los presentes, tan maravillados quedaron que
nadie se dio cuenta de un pequeño detalle:
Al
mago se le había puesto el pelo de color verde en señal de satisfacción.
El
pobre dromedario, al encontrarse de repente en medio de tanta gente
aplaudiendo se atemorizó un poco, haciendo pis y caca sobre el manto.
Jawim
en un gesto rapidísimo agarró el manto para hacerlo desaparecer entre
una nube espesa de humo.
Nunca
antes se había visto en Egipto
un mago con las capacidades que él
poseía. Superaba incluso al
Faraón en la habilidad de ocultar los trapos sucios sin dejar
rastro de su existencia.
Pephosis pronunció un pequeño discurso.
-
Tu habilidad es extraordinaria Jawim. Serás mi invitado de honor
durante el tiempo que desees quedarte. Solo te impongo una condición
para hacerlo:
-
Desde hoy has de llamarte Alhejhop. Es un nombre mas adecuado para ti.
En
cuanto al dromedario lo tomaré como un presente y pasará al zoológico
Real, donde será bien atendido.
Se llamará, ummmm... Se
llamará Hor-oboph.
El
pelo del mago realizó un
pequeño cambio de color, pasando del verde oscuro de satisfacción al
verde claro de la esperanza.
2º Jugando al escondite.
La
Reina Banketatón avanzaba lentamente por el pasillo donde estaban las
habitaciones privadas de sus dos hijos. Al mayor, Pephat de diez
años, el príncipe heredero le correspondía la segunda habitación del
pasillo, la mayor de todas las de aquel lado del palacio.
Dos
sirvientes se ocupaban de él en todo momento y además tenía un compañero
de juegos, Tutmés que a su vez realizaba las funciones de secretario y
portaabanico en algunas ocasiones.
Esa
mañana el príncipe estaba en el campo de tiro practicando con el arco
nuevo sobre una diana.
Su puntería era mala, pero como era el príncipe todos lo aplaudían
y le decían “Que bien apunta Su Alteza, ohhhh, es una maravilla
tirando con el arco”
Pephat
se sentía muy a gusto con todos aquellos elogios de los cortesanos.
Pensaba que se los merecía, por que sí.
La
hija menor, Pepitamón de siete años ocupaba la tercera habitación.
Era una habitación menor que la de su hermano y aún así hacía por
cuatro de las nuestras.
Una
sirvienta llamada Kesere se ocupaba de mantenerlo todo muy limpio y
Yayut de acompañar, educar y cuidar a la Princesa.
La
Reina entró en la habitación. Las dos mujeres se inclinaron para
saludarla. Kesere salió de la habitación cerrando la puerta. La reina
se interesó por las
primeras enseñanzas de la escritura jeroglífica de su hija.
-
¿Cómo van los estudios de Pepitamón?.
-
Muy bien Señora, ya se sabe veinticuatro signos que le enseñé, lee y
escribe su nombre perfectamente.- Le contestó Yayut.
-
¿Se porta bien?. Preguntó la reina.
Aunque
Yayut conocía demasiado bien las travesuras de Pepitamón, no deseó en
ese momento contárselas a la Reina para que no la castigaran. Por eso
le respondió:
-
Ha sido una niña muy buena, es atenta en los estudios, no se escapa
nunca, me obedece siempre, vamos que Pepita es un primor.
-
Te veo poco convencida Yayut, has vuelto a enrojecer. ¿No tienes
siquiera una pequeña queja de ella?. Déjalo, es igual, veo que la
quieres mucho, por eso la defiendes a costa
de llevarte una
reprimenda.
-
Por cierto, no la veo. ¿Ha vuelto a esconderse?
La
reina por complacer a su hija se hace la despistada y comienza a jugar.
-
A ver, a ver. ¿Dónde está mi niña?. La última vez se escondió detrás
del mosquitero. La penúltima, debajo de la cama. La vez anterior en el
baúl de los juguetes.
Fue
buscándola por todos los escondites conocidos, registró hasta debajo
de las alfombras de Dendera, hurgó en cuanto cachivache encontró,
incluso en el baño, pero Pepita tururú.
-
Es imposible que se encuentre dentro de la habitación, Yayut, lo he
registrado todo. Empiezo a preocuparme,
pero me cuesta rendirme tan pronto.
Así
que observó bien las
paredes, acordándose que cuando
ella era niña y ocupaba aquella misma habitación ya utilizaba el
pasadizo secreto. Se fijó en una rendija muy fina al final de la cama.
-
Ajaaaaaa....¡te pillé!. Sal de ahí ahora mismo princesita, hoy has
perdido el juego.
Desde detrás de la pared hueca llegó una protesta larga.
-
¡Joooooooo...!
Pepitamón salió corriendo para darle un cariño muy grande a
su madre.
-
¿No crees que vas siendo mayor para jugar al escondite?
-
No mami, solo tengo siete años, me gusta mucho jugar al escondite.-
Pepita se rió enseñando los dientes.
-
Uyyy, que dientes tan feos , tendré que hablar muy en serio con Yayut
para que no te deje comer tantas golosinas. Mañana mismo vendrá el
dentista a curártelos.
Pepita ya no tuvo ganas de sonreír. El dentista Mathasan le
inspiraba terror.
-
Ahora escúchame hija. Pronto tendrás la obligación de comenzar a
estudiar de una manera seria, con los demás niños de tu edad bajo las
enseñanzas de Asnoy en las escrituras y Divofis en las artes.
Pepitamón
cruzó los brazos, bajó un poco la cara y
puso morritos en señal de protesta.
La
Reina posó la mano tiernamente en la cabeza de la
pequeña y le dijo con dulzura:
-
Ya verás como te gusta ir a la escuela. Necesitarás aprender mucho
porque un día puedes llegar a ser Reina como yo.
-
No quiero ser reina, no quiero ir a la escuela. Cuando sea mayor quiero
ser...Quiero ser viajera.
-
También se necesita del conocimiento para viajar. Quizá con mayor
motivo, porque tendrás que aprender idiomas. Debes saber que solo en
Egipto se habla el egipcio.
-
¿Qué son los idiomas, mami?.
-
Son las diferentes formas de hablar en los pueblos del mundo. Por
ejemplo el Quintopiniano.
-
Por eso no entendemos a Alhejhop cuando pronuncia esas palabras tan
raras. - Contestó Pepita.
Era
la primera vez que la niña oía hablar de los idiomas del mundo.
De pronto se interesó por la escuela. La madre le explico todo lo que
deseaba saber.
Cuando
salió Banketatón, Pepita ya estaba animada. Dio las gracias a Yayut
por callar sus travesuras y se sentó de nuevo para aprender a leer.
Ahora
quería aprender idiomas nuevos. Ya hablaría mas después con el mago
para que le enseñase el suyo.
3º En el bosque de papiro.
Era una mañana
preciosa de primavera, todavía faltaba una semana para que
Pepitamón comenzara sus estudios. Yayut fue a saludarla al jardín
con muy buenas noticias.
-
Por fin te han concedido la barca que solicitamos al Rey. Como princesa
de Egipto posees una barca pequeña para cuatro pasajeros y otros cuatro
remeros.
-
Que bien Yayut, por fin podremos ir al bosque de papiro a ver los
patitos. Espera que me pongo las sandalias y nos vamos.
-
No vayas tan aprisa Pepitamón, por favor. Todavía falta lo mas
importante, la seguridad. Primero tienen que probarla los remeros para
ver si se hunde o
vuelca.
Haremos
el viaje por la tarde, cuando el sol calienta menos. ¿Te parece bien?.
-
Vaaaaaale...
-
Mientras tanto, podemos bajar al muelle a ver como la prueban.
-
Entonces llamaré por mi amigo Wesir para que la vea él también. Le
diremos que nos acompañe esta tarde
a los cañaverales.- Dijo Pepita.
Ya
por la tarde la barca estaba probada y lista para ser estrenada por la
Princesa. Cuatro soldados de la guardia de palacio se encargaban de
remar e izar las velas si era necesario.
Al
mando de la barca iba el sargento Sunny orgulloso de servir a la
princesa.
También
estaba contento de llevar a bordo a la bella Yayut, a la que había
visto por el palacio en algunas ocasiones.
Sin
embargo Sunny no mostraba sus sentimientos a Yayut. Ella no sabía que
el sargento era su admirador desde hacía tiempo. Por fin estaba
cerca de ella.
¿Pero,
como decirle que le gustaba sin llamar la atención de los demás
soldados?.
Ese era un problema que le ayudaría a resolver la princesa.
Entretanto
fueron remando suavemente río abajo. Los cañaverales quedaban cerca de
la capital. Solo necesitaron una hora para llegar.
Ya
se divisaban las primeras cañas. Una pequeña bandada de avutardas alzó
el vuelo al paso de la barca. Se acercaron
y vieron una oca nadando por
el medio con seis crías detrás.
Yayut
ordenó a Sunny que avanzaran lentamente para llegar al bosque de
papiro.
Se
encontraron varias especies de aves, casi todas ellas con sus polluelos
cerca. Garzas, cisnes negros y blancos, patos, ánades, jilgueros y
algunos flamencos.
En
la popa de la barca, la parte de atrás iban sentados Wesir, Pepita y
Yayut admirando la belleza de las orillas.
Podían
sentirse a salvo de los cocodrilos e hipopótamos, puesto en aquella
zona era continuamente vigilada para que no se acercaran.
Los
papiros crecían muy altos por encima del agua.
Entre las matas espesas Pepita vio una camada de patitos
amarillos.
Dijo
que quería llevárselos para casa , pero Yayut la convenció de que los
patitos necesitaban vivir al lado de su madre, justo allí, entre los
papiros, para estar protegidos.
El
sargento Sunny miraba de
reojo a Yayut con insistencia. Pepitamón se dio cuenta enseguida de lo
que estaba pensando. Entonces pidió al sargento que se acercaran a la
rivera, donde estaban las plantas de loto.
Pepita
se fue hacia la proa de la barca. Se agachó tanto
sobre la barandilla para coger una flor que un soldado tuvo que
asirla por los pies para que no se cayera al agua.
Por
fin consiguió la flor de loto. Le dijo a
Sunny al oído lo que pensaba hacer con aquella flor, Sunny movió
la cabeza afirmativamente y Pepita volvió a la popa con los demás.
-
¡ No vuelvas a escaparte de mi lado Princesa. Me has dado un gran
susto!.- Le regaño su cuidadora. - Si te hubieras caído al agua, tus
padres se pondrían furiosos conmigo.
-
Perdóname Yayut. No volveré a hacerlo, lo prometo.
-
No se, no se, cuando prometes tu algo, hay que echarse a temblar.-
contestó Yayut.
-
De verdad, de verdad, de verdad, lo juro y lo prometo.
-
Pues siéntate a mi lado y no te muevas. ¿Está claro?.
-
De acuerdo. Seré buena.
Pepitamón
puso cara de niña buena, tan buena que casi parecía perfecta y Yayut
sonrió. Entonces le
entregó la flor diciéndole:
-
Es un regalo de Sunny para ti, le gustas.
Desde
la proa Sunny le dedicó una sonrisa a Yayut y ella enrojeció de vergüenza.
Ya
era momento de regresar, pero todavía
se pararon a recoger unos penachos de caña para renovar el
florero de flores secas que tenían en la habitación.
También
recogieron unos granos de arroz silvestre para el buitre tuerto del
mago, que los apreciaba mucho mezclados con miel de los oasis.
Poco
antes de llegar a los
muelles de palacio, un pez salió del agua dando un salto. Era un pez
grande, una telapia del Nilo.
Wesir
se asustó, porque conocía la leyenda del pez telapia que mordió a
Osiris Y el nombre Wesir era uno de los nombres de Osiris.
Pepita
se hizo la valiente y le dijo:
-
Llamaremos a esta barca “ Telapia Del Río ”
para que ningún pez pueda
hacerte daño cuando vengas conmigo. – Y lo agarro de la mano.
Como
ese era el deseo de la Princesa, nadie se opuso a que la barca se
llamara así.
Continuar...
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