PUERTAS
AUTOMÁTICAS
PARA
LOS TEMPLOS EGIPCIOS
(siglo
II a.C.)
Por
Nelson Pierrotti
nrpr0592@adinet.com.uy
Representaciones
Nº 37 y 38 de las puertas automáticas de Herón, tomadas del libro de
Woodcroft, sobre la obra técnica llamada Neumática.
Imagine por un momento a
una multitud de egipcios agrupándose frente a las puertas de un templo,
para ver y escuchar a un sacerdote mientras dirige una ceremonia. En el
momento indicado el sacerdote se vuelve hacia las puertas del templo y
hace algo inusual: ¡les ordena abrirse!. Acto seguido, sin que ninguna
fuerza humana estuviera operando, las puertas de abren de par en par,
provocando el asombro de todos los presentes. Pero esto no es todo:
simultáneamente se escucha el sonido de una trompeta que resuena al
abrirse la puerta; la cuál al cabo de un espacio de tiempo se cerrará
por sí misma. Espontáneamente brotan uno y mil comentarios: “¡Las
puertas del templo obedecen la palabra de sacerdote!” “¡Cuánta
sabiduría hay en Egipto!” “¿En qué otro lugar se pueden ver cosas
así?.”
No sabemos con certeza si
esta singular escena tuvo lugar finalmente, pero sí que figuró entre
los proyectos de un notable inventor greco-egipcio, Herón de Alejandría,
quien aprovechó inteligentemente los conocimientos acumulados en su época
creando mecanismos que aún hoy asombran. Sus experiencias nos servirán
de punto de partida para abordar uno de los temas más apasionantes y
menos estudiados de la historia de Egipto, el de su CIENCIA y su
TECNOLOGÍA. En este capítulo analizaremos una ingeniosa creación de
Herón, las puertas automáticas, destacando especialmente la
vinculación de sus procedimientos con los de la tradición tecnológica
egipcia.
I.
¿Quién
fue Herón?
Poco
se sabe de su vida con seguridad. Se ha discutido largamente sobre el
siglo en que vivió, ubicándosele entre el siglo II a.C. (lo que
estimamos más probable) y el I d.C. Sus orígenes fueron muy humildes.
Nació en Alejandría, y en su juventud trabajó como zapatero. Como
todo artesano (hemet en egipcio) aprendió a dominar el proceso de
producción del calzado, desde la elección de la materia prima hasta la
presentación de la pieza elaborada. En su vida profesional parece haber
sido formado en la escuela del sabio Ctesibio [i],
ampliamente reconocida en el mundo helenístico. Se piensa que ejerció
la docencia, debido a la naturaleza didáctica de sus obras, especie de
manuales en los que se recopilaban datos, experiencias e instrucciones
para la construcción de diferentes autómatas y máquinas [ii].
Entre
sus obras se destacan la “Neumática”
[iii]
(de “pneuma”, “viento”, que trata científicamente el tema
del vacío y presenta los diseños de más de cien máquinas); el
“Autómata” (que estudia los mecanismos movidos por acción del
aire o el vapor), la “Dioptra” (que contiene indicaciones
para el uso de un aparato de nivelación empleado en las observaciones
terrestres y astronómicas); y la “Catóptrica” (que trata
sobre las leyes de la reflexión). Como inventor se atribuyen a Herón,
además de otros ingenios, una máquina de vapor (llamada “aeolípile”)
y un órgano que aprovechaba los movimientos de un molino de viento (“aneumorion”)
para producir música. Y como matemático se le reputan una serie de
ejercicios de física y mecánica, soluciones algebraicas a las
ecuaciones de primer y segundo grado, el cálculo de raíces cuadradas,
cúbicas y del área del triángulo en función de la longitud de sus
lados.
Los
trabajos de Herón recibieron el reconocimiento de autores antiguos como
el romano Lucio Columela (siglo I d.C.) y Papus de Alejandría (siglo IV
d.C.) Columela (autor de un tratado sobre agricultura llamado “De Re
Rustica”) lo cita expresamente, en referencia a la cuestión de las:
“...
medidas de figuras planas que están de acuerdo con las fórmulas usadas
por Herón notablemente éstas por el triángulo equilátero, el hexágono
regular (en este caso no sólo la fórmula sino las figuras reales están
de acuerdo con Herón), y el segmento de un círculo (...)”[iv].
Papus
(ca. 320) describe las contribuciones de Herón, haciendo referencia a
la “Neumática” y la “Autómata”. En el libro VIII de su “Colección
Matemática” (una recopilación del saber científico), Papus
comenta que:
“... los mecánicos de la
escuela de Herón dicen que la mecánica puede ser dividida en una parte
teórica y una parte manual; la parte teórica está formada por geometría,
aritmética, astronomía y física, la manual del trabajo en metal,
arquitectura, carpintería y pintura, y cualquier cosa que pudiera
hacerse con las manos (...) como dice Herón en su Pneumática (...)
pensando imitar el movimiento de las cosas vivas, como Herón dice en su
Autómata”[v].
De
esto podemos concluir que Herón no era un desconocido imitador, que
manifestaba preocupación por los aspectos teóricos de su
“ciencia”, y por la organización y aplicación del conocimiento a
fines prácticos (lo que hoy llamamos tecnología), tal como el trabajo
del metal, la arquitectura, la carpintería y la pintura; además de
revelarse imitador del “movimiento de las cosas vivas”. En la
introducción de su "Neumática", Herón manifestó que el
propósito de sus escritos era poner en orden los descubrimientos de sus
predecesores y agregarles los suyos propios (con el fin de facilitar la
tarea de quienes se dedicaran a estudiar “tecnología” en el
futuro):
“...
también hemos pensado propio conciliar en orden lo qué se ha
transmitido por escritores anteriores, y agregar allí nuestros
descubrimientos propios: una tarea que resultará de mucha ventaja a
quienes se consagrarán más adelante al estudio de las matemáticas”
(incluida la mecánica)[vi].
II.
¿En qué marco
histórico y cultural desarrolló Herón sus inventos?
Notablemente, la Biblioteca de Alejandría (paradigma de las
instituciones culturales de todos los tiempos) fue el foro
intelectual donde se reunió por primera vez de modo sistemático
todo el saber acumulado durante siglos de experiencia humana. Los
Ptolomeos dedicaron gran parte de sus riquezas a la adquisición o copia
de los libros producidos en Grecia, Persia, India, Israel y Mesopotamia.
En las bibliotecas de Menfis, cercana a Alejandría, así como en otras
ciudades del Delta, obtuvieron gran cantidad de papiros en los que se
reunía el saber egipcio, sus cosmogonías racionales y sus tradiciones
técnicas. Al tiempo que los
Ptolomeos animaban y financiaban la investigación científica y la
creación de cuerpos de investigadores.
En aquellos tiempos de
ebullición cultural, consecuencia final del contacto prolongado entre
Grecia y las otras civilizaciones del mundo mediterráneo, la ciudad de
Alejandro Magno emergió como el mejor de los puntos de encuentro[vii].
Si bien la cultura griega superó en muchos planos a sus modelos
orientales, siempre se sintió deudora de ellos, y sobre todo de Egipto,
como sus sabios lo reconocieron expresamente en innumerables
oportunidades. De hecho, la formación de un sabio griego no podía
estar completa si no había visitado Egipto alguna vez y entrado en
contacto con sus “entendidos” (generalmente los sacerdotes).
¿Qué hizo de Egipto el
referente privilegiado de Grecia? Su
ciencia y su tecnología milenarias. Pero,
¿en qué sentido es posible hablar de ciencia y tecnología en esta
civilización antigua? Una definición actual de ciencia nos la mostrará como un cuerpo de
conocimientos con una actividad destinada a constituirlo, que se realiza
mediante la sujeción al conjunto de reglas del método científico (básicamente
observación, hipótesis, experimentación, conclusión)". A
priori, vista la definición anterior, muchos descartarían cualquier
posibilidad de "ciencia" en Egipto, porque no había algo como
el método científico. Pero un análisis detallado (que emprenderemos a
lo largo de varios artículos) puede llevarnos a una conclusión
bastante diferente. Adelantemos algo.
Por ejemplo, en algunos textos egipcios encontramos el reflejo de
una actitud destinada a constituir cuerpos de conocimientos
obtenidos con base a la experiencia y la observación. Durante
generaciones hubo quienes se dedicaron a medir el tiempo, diseñar y
confeccionar calendarios, y a construir edificaciones alineándolas con
respecto a ciertos eventos astronómicos. Al observar el cielo nocturno
a través de sus merketh (una simple rama de palmera con una hendidura
en la parte superior) el astrólogo-astrónomo registraba la conducta
aparente de las estrellas y calculaba su posición en una u otra época
del año. La observación directa llevaba al “investigador” a una
conclusión que la experiencia verificaba anualmente. Dicha verificación
le daba la certeza de la validez del conocimiento adquirido y podía
adelantar lo que sucedería al año siguiente. Este factor de
predicción es muy importante dentro de cualquier campo de interés
científico.
Relacionado
con esto, no hay que olvidar que tanto las matemáticas como la astronomía
se desarrollaron con vistas a calcular los periodos de las inundaciones
del Nilo (medidas por “nilómetros” y registradas anualmente), a
confeccionar planos de pirámides y templos, a desarrollar un calendario
solar, trazar mapas de la esfera celeste, dar solución a los
inconvenientes del sistema de irrigación y controlar la economía en
general. Tal como la tecnología actual, la egipcia tenía la intención
de resolver los problemas prácticos
que le presentaba la vida cotidiana y el dominio de la naturaleza[viii].
Con
el extraordinario crecimiento técnico del que era partícipe, es
natural que desde sus orígenes el hombre egipcio se haya preguntado por
su relación con el mundo natural. Para dar solución a sus
interrogantes elaboró, por una parte, varias cosmogonías
“racionales” con conceptos “explicativos” como el de “nun”
(proveniente de la teología de Menfis) un agua inerte, carente de vida
activa que contenía en sí todos los gérmenes de la creación y de la
cuál emanó todo; y hasta pensó en el concepto del vacío total
(originado por la cosmogonía de la ciudad de Heliópolis). Y por otra
parte, imaginó ciclos de acontecimientos renovables, así
como causas y efectos naturales. Aunque
muchas de sus ideas se originaban en creencias religiosas sin un
fundamento factual, revelaban en los egipcios la necesidad de explicar
la realidad, a la vez que de ordenar y estructurar sus conceptos;
lo que en el fondo sí pone de manifiesto una actitud “científica”
verificable en variados documentos.
El
bajorrelieve del monumento del sacerdote egipcio Uresh-Nefer contiene un
círculo de oro, en el que se representa la idea del tiempo moviéndose
según reglas precisas y variadas, que articulaba en un mismo sistema
todo el campo del pensamiento cosmológico egipcio. Era a la vez la
manifestación de la idea de tiempo circular (ciclos) y de la necesidad
de organizar los conocimientos en un sistema [ix].
La obra de este sabio, su Gran Círculo es una creación “mecánica”,
una especie de mapa del “tiempo”, un reloj conceptual. No resulta
difícil, parafraseando a Lewis Munford, imaginar a la entera civilización
egipcia como un gran mecanismo colectivo, porque esta es la idea que se
aprecia en sus pinturas y bajorrelieves; donde las cosas parecen
funcionar con precisión y eficiencia mecánica. Es
cierto que no se experimentó una necesidad imperiosa de disponer de máquinas:
casi cualquier trabajo se podía realizar por medio de animales o
personas. Sin embargo, según lo atestiguara Heródoto (siglo V a.C.) la
construcción de las pirámides requirió de algo más que fuerza
muscular: fueron imprescindibles las máquinas.[x]
Por estas y otras razones, podemos sostener que la “idea mecánica”
estuvo viva en la cultura egipcia desde sus primeros tiempos.
¿Sorprende
entonces que en su arquitectura también
comprobemos un desarrollo sistemático y ordenado (absolutamente
necesario para que las pirámides fueran posibles) que va de acuerdo a
un proceso o sistema metodológico que responde a la planificación de
un arquitecto?.
La técnica significa eficacia, desechar lo inútil,
desarrollar procedimientos, obtener recursos y mantener una organización,
todo ello para la realización de un objetivo. Y como a cada paso la
capacidad de decisión y ejecución se depositaba en el arquitecto (dueño
del saber) está claro que éste operó sobre elementos teóricos
predefinidos, que mantuvo en secreto [xi].
Con el tiempo, los cambios en las instituciones y las modificaciones
ocurridas en la estructura del mundo laboral (hay que investigar por qué
ocurrieron) implicaron transformaciones en las tipologías arquitectónicas;
lo que en sí puede atribuirse a las modificaciones en el pensamiento teórico.
Desde los tiempos de Imhotep (arquitecto y astrónomo de la III Dinastía)
los egipcios idealizaron la figura social del sabio y la producción de
conocimientos estuvo dominada por "círculos especializados"
(arquitectos, astrólogos-astrónomos, escribas, metalúrgicos, matemáticos,
etc.)
En base a este panorama (que dista de estar completo) vemos que la
ciencia egipcia se valía del saber acumulado, definía campos de interés
práctico y construía “explicaciones” para el fenómeno observado,
además de organizar sistemáticamente sus conocimientos. De modo
similar a los griegos, los técnicos egipcios buscaron la mayor eficacia en sus inventos, lo que implicaba establecer
hipótesis sobre cuál era el mejor modo de conocer la naturaleza de
algo, que se sometería a la verificación diaria de la experiencia para
lograr cumplir los objetivos propuestos. Esto pone en paralelo la
experiencia egipcia con la griega.
III.
Herón
(ante todo un artesano) debió aprovechar las ideas e invenciones
greco-egipcias que le precedieron ampliándolas desde su favorecida
perspectiva histórica y técnica. Sabemos que previamente a él,
artesanos egipcios habían construido algunos autómatas (como las
marionetas que vio Heródoto en el siglo V a.C.) [xii];
y que las máquinas elevadoras y la prensadora heronianas tenían
antecedentes egipcios [xiii].
Estas invenciones eran el resultado del desarrollo de las artes y los
oficios, producto a su vez de la experiencia y el ingenio nativos.
De
este modo, Herón representa la culminación de un largo proceso de
acumulación de descubrimientos, que desemboca en una época de cierto
auge mecánico (no teórico) con la proliferación de máquinas y autómatas
empleados para divertir o asombrar, más bien que para producir. En
especial la “Neumática” de Herón lleva hacia cuestiones tanto históricas
y técnicas relativas a la aplicación del saber como a las posibles
vinculaciones entre ciencia y religión en el periodo ptolemaico.
La
Neumática es un trabajo extraño, en algunos aspectos muy actual,
escrito en dos tomos, el primero con 43 capítulos y el segundo con 37.
Al iniciar su obra el sabio greco-egipcio presenta una consideración teórica
sobre la presión en los fluidos, basada en algunas ideas correctas pero
otras sorprendentemente erróneas. La base, de la cuál partió para el
logro de sus conceptos, fue la ya mencionada máquina de vapor (o
turbina) conocida como "aeolipile" (posiblemente por Eolo,
dios del viento). Consistía básicamente de un recipiente con dos tubos
curvados montados en el ecuador de una esfera. Cuando el agua hervía,
el vapor que venía del recipiente (o caldera) pasaba a través de los
dos tubos que apoyaban la esfera y la hacía rotar. Antepasada de la
turbina de vapor, se emplea hasta hoy en el funcionamiento de los
aspersores en los que los chorros de agua actúan de fuerza motriz.
Basado
en esta máquina (que aprovechaba la energía inorgánica del vapor de
agua) y en otros elementos secundarios (cuerdas, poleas, cadenas,
bisagras, recipientes) Herón puso en movimiento a varios autómatas y a
las primeras puertas automáticas de que tenemos noticia. En la sección
17 de la Neumática describe la operación que tenía lugar para hacer
posible que sonaran varias trompetas al abrirse las puertas de un
templo, sin necesidad de la intervención humana. De la traducción al
inglés hecha por Bennet Woodcroft, (profesor de Maquinaria del
University College de Londres en 1851) vertimos al español el texto de
Herón:
“Sonidos
que se producen al abrirse la puerta del templo:
-
Se puede producir
el sonido de una trompeta al abrirse las puertas de un templo. El
modo de construcción es el siguiente. Imagine que detrás de la
puerta hay un recipiente, A B C D, que contiene agua. En este ponga
otro recipiente invertido de cuello angosto, formado por un
extintor, F, que en su extremidad más baja comunica con una
trompeta, H K, provista de una campanilla y una boquilla. Paralelo
con el tubo de la trompeta, y conectado a él, imagine que una barra
abrochada, L M, se extiende por debajo del recipiente F, mientras
mantiene el otro extremo atado a M: por este lugar haga pasar una
barra N X, que así sostendrá el recipiente F a una altura
suficiente sobre el agua. La barra N X debe estar sujeta al eje 0, y
una cadena o cuerda conectada a la extremidad X, se atará por medio
de la polea, P, a la parte trasera de la puerta. Cuando se abra la
puerta, la cuerda se estirará y halará hacia arriba la extremidad
X de la barra, para que la barra N X sin apoyos más largos haga
girar el (eje) M; y cuando en consecuencia el lazo cambie su posición,
el recipiente F descenderá en el agua, y producirá el sonido de
una trompeta por la expulsión del aire contenido en él por la
boquilla y la campana”.
Detallando
el procedimiento más adelante, ahora en la sección 37, Herón pasa a
describir la apertura automática de las puertas de un pequeño templo,
simultáneamente con el sonido de la trompeta, tal como la describíamos
al principio del artículo:
"La
construcción de un altar en un templo pequeño de tales características
que, al encender un fuego las puertas se abren espontáneamente y
vuelven a cerrarse cuando el fuego se extingue".
§
Imagine que en el templo propuesto hay un pedestal, A B C
D, en el que se ubica un pequeño altar, E D. A través del altar
inserte un tubo, F G, cuya extremo F entre en el altar y el extremo G en
un globo, H, que alcanza casi a su centro; el tubo debe soldarse dentro
del globo en el que también se pone un sifón curvado, K L M. Haga que
las bisagras de las puertas se enganchen hacia afuera y los ejes giren
libremente en la base A B C D; y desde las bisagras haga que partan dos
cadenas que corran juntas, atadas, por medio de una polea a un
recipiente hueco, N X, que se halla suspendido (de una polea); mientras
otras cadenas, giran juntas alrededor de las bisagras en la dirección
opuesta a las anteriores, atadas por medio de una polea a un peso de
plomo, que al descender cerrará las puertas. Imagine que la pierna
exterior del sifón K L M lleva un recipiente suspendido; a través de
un agujero, P, que debe cerrarse cuidadosamente después que haya
suficiente agua dentro del globo para llenar la mitad de él. Se
encontrará que, cuando el fuego aumenta el calor, el aire caliente en
el altar se expande hacia espacios más grandes; y, pasando por el tubo
F G dentro del globo, expulsa el líquido contenido en el sifón K L M
dentro del recipiente, el cuál descenderá por su peso, halará las
cadenas y abrirá las puertas. De nuevo, cuando el fuego se extingue, el
aire rarificado escapará a través de los agujeros en el costado del
globo, y el sifón curvado, (cuya extremo estará sumergido en el agua
del recipiente suspendido) depositará el líquido en el recipiente
llenando el vacío creado (...). Cuando el recipiente aligere su peso la
puerta se cerrará”.
Complementa la descripción
del método empleado en la sección 38, presentando otro modo similar de
realizar la operación sugerida pero con el empleo de bolsas de aire:
§
“Hay otra manera en que, al encender un fuego, las
puertas se abrirán. Como antes imagine (...) la base, A B C D de un
altar E. Imagine un tubo, F G H, atravesando el altar y ate una bolsa K,
llena de aire: y bajo ésta un peso pequeño, L, del cual sale una
cadena atada alrededor de las poleas (...), para que, cuando la bolsa se
pliegue junto al peso de L, se cierren las puertas, y cuando se encienda
el fuego en el altar ellas se abran. (...) De este modo cuando el aire
en el altar se ponga caliente, y se expanda, atravesará el tubo F G H
en la bolsa, y la levantará con el peso L; y entonces las puertas se
abrirán. (...) Cuando el sacrificio (en el altar) se extinga, y el aire
haya salido de la bolsa, el peso, descendiendo con la bolsa, halará las
cadenas y cerrará las puertas”.
El lenguaje de Herón es
seco, puramente técnico, de modo similar al de un manual actual de
tecnología aplicada. Su forma de expresión tiene como antecedente, y
no es casual, el lenguaje preciso, concreto, de algunos textos egipcios
como el papiro matemático del escriba Ahmés (llamado de Rhind) del
siglo XVII a.C., que era sumamente puntual en sus planteos [xiv]
En el primer caso (sección
17) Herón describe la apertura de la puerta por medio de cuerdas,
cadenas y poleas; en el segundo caso (sección 37) muestra cómo lograr
que una puerta se abra empleando el aeolípile (su máquina de vapor); y
en el tercero (sección 38) usando el aire y el vapor. La alternancia de
movimientos era obtenida mediante rupturas en el equilibrio mecánico,
producidas por el progresivo vertido de líquido de un recipiente a
otro, o por el empleo del vapor. Es obvio que entre los descubrimientos
de Herón, confirmados por la práctica, estaba la idea de que el aire
era una sustancia, al probarse que el agua no entraría en un recipiente
lleno de aire cuándo éste fuera desalojado.
Las puertas automáticas eran
una verdadera máquina a la que se asignaba una función muy particular,
la de operar en una situación específica en un templo pequeño (donde
las puertas a mover no fueran muy pesadas). Su independencia de acción
es notable ya que, si bien se activaba a partir del encendido del fuego
debajo del altar (donde intervenía la mano humana) continuaba su marcha
independientemente, incluso hasta el cierre automático de las puertas
(cosa que tenía lugar cuando se apagaba el fuego). Casi no hay que
decir que aquella era una operación completa en sí misma, y asombra
sobre todo por su concepción en una época tan alejada.
¿Llegó
a concretarse este proyecto de Herón? ¿Hubo una asociación de ciencia
y religión para causar un efecto psicológico en los egipcios devotos?
No tenemos prueba directa alguna de que finalmente la escena haya tenido
lugar en algún templo egipcio. Pero la memoria literaria de los pueblos
de la región pudiera sugerirnos una respuesta. Siempre nos hemos
preguntado si el episodio del viejo cuento de Alí Baba y los Cuarenta
Ladrones en el que una puerta se abre ante la sola orden de Alí (“Sésamo,
ábrete”), es o no un recuerdo lejano de la puesta en escena del
astuto ingenio que Herón se propuso aplicar en un templo egipcio.
Tampoco
podemos estar seguros de la intencionalidad del creador de las puertas
automáticas y si realmente se quiso realizar un engaño. ¿Por qué
pensó Herón en aplicar su invento a un templo, y no a un palacio u
otro edificio público, en el que sin duda habría tenido un gran
suceso? ¿Trabajaba para el clero egipcio? De ser así, esto indicaría
que Herón se hallaba vinculado a los guardianes más celosos del saber
egipcio y posiblemente a los secretos profesionales más custodiados de
los círculos de artesanos (o técnicos) como él. No es difícil darse
cuenta que la percepción de Herón es en todo momento la de un artesano
aunque bien instruido; quien se hallaba consciente de su tarea como
recopilador de conocimientos, de la importancia de ordenarlos y
conservarlos (una inquietud muy egipcia) y que estaba además imbuido de
la idea mecánica heredada por partida doble de la civilización egipcia
y de la griega.
Todo
lo planteado en este artículo no es más que una descripción inicial
de un largo proceso que todavía hay que explicar y documentar. Nos
bastará, por ahora, con haber expuesto algunas ideas, generado
interrogantes y despertado expectativas que motiven reflexiones y críticas.
BIBLIOGRAFÍA
|
-
The Encyclopaedia Britannica. Londres. Comité
editor. 2000.
-
Drachmann,
A. Fragments from Archimedes in Heron's Mechanics, Centaurus
8 1963, pp. 91-146.
-
Drachmann,
A. Ktesibios, Philon, and Heron, a study in ancient
pneumatics. Copenhage, S./ed. 1963.
-
Farrington,
Benjamin. Historia
de Grecia y Roma.
Madrid. Elaleph. 2000.
-
Farrington,
Benjamín. Science in antiquity. Londres. Oxford
University Press, 1969.
-
Hernández
Marín, Antonio. El círculo de oro de Uresh-Nefer. En
revista “Isis”. Madrid.
1995
-
Munford,
Lewis. La técnica y la civilización. Buenos Aires.
Emecé. 1945.
-
Serres,
Michael. Historia de la ciencia. Madrid. Cátedra. 1991
-
Taton,
René. La science antique et mediévale. Basic
Books, New York, 1963.
|
[i]
Al que cita frecuentemente en sus obras.
[ii]
ENCICLOPEDIA BRITÁNICA. Véase Herón.
[iii]
Del tratado de Herón sobre la Neumática se publicó una traducción
italiana por Aleotti en 1547 en Bolonia. Más tarde apareció una
versión latina preparada por F. Commandine (Urbino, 1575). Esta
traducción se reimprimió en Amsterdam y luego en Paris. Se
hicieron con el tiempo varias traducciones más en italiano, y una
en alemán que aparecieron en el siglo XVII. Posteriormente
aparecieron en Europa más de cuarenta versiones basadas en el texto
griego de la Neumática publicado en Paris como “Veterum
Mathematicorum Opera”. El plan de esta colección fue elaborado
por Thevenot, bibliotecario de la biblioteca Real de Luis XIV. El
propósito de Thevenot era publicar una transcripción exacta de los
manuscritos de varios autores antiguos. Para la Neumática adoptó
la ya conocida traducción de Commandine (del griego al latín), la
que estaba más de acuerdo con la versión latina. A su vez la
traducción de Commandine (guardada en el Museo Británico) sirvió
de base para la versión inglesa de “THE PNEUMATICS”
desde el original griego
por Bennet Woodcroft
(editada en 1851 y reeditada en 1971),
que traducimos al español, con el expreso motivo de hacerla
disponible a la cátedra de Historia Antigua de la Facultad de
Humanidades. En
cuanto a bibliografía se ha publicado un buen número de estudios
en inglés en los últimos tiempos. Un excelente sumario de la obra
matemática de Heron está contenido en la obra en inglés de Thomas
L. Head A History of Greek Mathematics, (de 1921,
reimpresa en 1993). Así mismo la obra de O.
Neugebauer,
A History of Ancient Mathematical Astronomy (1975); y
el importante estudio de la tecnología antigua de A.G.
Drachmann,
“Ktesibios, Philon, and Heron: A Study in Ancient Pneumatics”
(1948), y “The Mechanical Technology of Greek and Roman
Antiquity” (de 1963) ponen de manifiesto la gran capacidad
técnica y conocimientos matemáticos que poseía Heron. Recientemente
se publicó también en inglés la obra de Paul
Keyser,
“A New Look at Heron's Steam Engine,” Archive for History
of Exact Sciences” (1992).
[iv]
Colmuela. De la agricultura. México. Fondo de Cultura
Económica. 1964..
[v]
Papus. Colección matemática, cap. VIII.
[vi]
Herón. La Neumática. Introducción.
[vii]
La posición geográfica favorecía a Alejandría: ubicada sobre una
de las civilizaciones de mayor antigüedad, no esteba lejos de
Mesopotamia, de Fenicia, Siria, Chipre, o Grecia.
[viii]
Casi
todas estas investigaciones tuvieron lugar en el predinástico y en
el Reino Antiguo. En tiempos posteriores decayó el interés en los
fenómenos celestes.
[ix]
Hernández Marín, Antonio. El círculo de oro de Uresh-Nefer.
En revista “Isis”. Madrid.
1995.
[x]
Heródoto. Los Nueve Libros de la Historia. Madrid. Elaleph.
2000.
[xi]
Del arquitecto de Tutmosis I, llamado INENI, se dice que “dirigió
solo la ejecución de la tumba real para que nadie pudiera ver o
escuchar”, los secretos de la construcción.
[xii]
Heródoto escribía: “Y los egipcios (...) otras cosas han sido
inventadas por ellos: unas figuras de un codo accionadas por hilos
(o también: movibles por medio de resortes) que las mujeres llevan
por las aldeas”. Sus movimientos eran causados por cuerdas y
palancas, quizás resortes.
[xiii]
Pierrotti,
Nelson. Máquinas
y autómatas en el Antiguo Oriente. Montevideo. En revista “Tercer
Milenio”. 1994, núm. 3, año 2, pp. 35-38.
[xiv]Que
declara como propósito el “cuidadoso cálculo para penetrar
todas las cosas que existen, misterios (...) todos los secretos.
Este libro fue copiado en el año 33, mes cuarto de la estación de
la inundación (...)”.
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