La
parte inmaterial de la persona
Asimismo,
podemos decir que el hombre nunca ha aceptado el hecho de que la vida
se acabe con la muerte. Todas las civilizaciones, incluida la egipcia,
han creado mundos de fantasía e irrealidad sobre el destino del alma
(ka) después de la muerte, del mismo modo que se inventaron
divinidades que la cuidaban y los ritos, procesos, ruegos y
comportamientos que uno tenía de llevar a cabo para ser aceptado en
el Más Allá y evitar, así, un sufrimiento eterno del ka o,
simplemente, la desaparición de éste.
Entre
estos ritos destacaremos la momificación. El tema religioso será
tratado lo más superficialmente posible para no extender
excesivamente el trabajo pero comprender algunos de los porqués.
Ambos, tanto la parte científica como la religiosa, intentan
conservar la vida más allá de la muerte de una manera muy especial:
evitando la putrefacción y descomposición del cuerpo.
Para
los egipcios la existencia no se acababa con la muerte, había algo más
después de la defunción y para que pudiera sobrevivir era necesario
que el cuerpo que poseía en vida permaneciera intacto. Según ellos,
el ser humano estaba compuesto por el Khet (el cuerpo vivo) y por una
serie de elementos inmateriales que escapan actualmente a nuestra
comprensión, porque discrepaban bastante de nuestra concepción
espiritual. Para ellos una persona se dividía en tres elementos
fundamentales: el aj (akh),
el ba y el ka. Una vez el cadáver
había sido momificado recibía el nombre de zet. Nuestro término
“momia”, en cambio, se traducía como sähu
y la acción de embalsamar era el ges
(que significa “vendar, rodear de vendas”). La palabra momia es un
arabismo que proviene de mumiya
que se traduce por “betún” o “asfalto”.
El aj: El aj equivaldría
al cuerpo terrestre en el cielo. Es una fuerza espiritual con la que
el difunto se reunía después de la muerte.
El ba: El ba es el
elemento espiritual más cercano a nuestra concepción del alma.
Abandonaba el cuerpo al morir el individuo y tomaba el vuelo,
conservando los atributos físicos que le habían pertenecido en vida
y pudiendo interaccionar con el mundo material.
El
ka: Este concepto ha tenido varias interpretaciones a lo largo de
la historia egipcia y de la historia de la egiptología. El primer
significado que le fue atribuido fue el del “ser, la persona, la
individualidad”, seguido de otros tan diversos como “la proyección
viva e iluminada de la figura humana” o “la fuerza vital y activa
que llena al ser humano de vida”. Requería ofrendas funerarias al
difunto para poder seguir existiendo, por lo que, podemos considerar
que es la fuerza vital que se nutre con la alimentación y aquello que
mantiene la vida física y espiritual.
Sus creencias dictaban que el espíritu (ka)
abandonaba el cuerpo para asistir al tribunal de Osiris y a los campos
de Aalu,
adquiriendo forma de ave, y que una vez acabado su peregrinaje
regresaría al cuerpo. Para que el alma no se perdiera durante el
peregrinaje se colocaban mapas del Más Allá en las tumbas. En el Libro
de los dos caminos y en el
Libro de los Muertos se encuentran una serie de fórmulas y
recetas que habían de ayudar al difunto a salir airoso de tan ardua
tarea. En caso de que el alma no encontrara, al regresar, el cuerpo,
el ka desaparecería por
siempre.
Al abandonar la tumba, le alma adquiría la forma del muerto y
el aspecto de un peregrino y se dirigía a un desierto donde era
recibida por Hathor, que le ofrecía alimentos y agua y le prohibía
volver atrás. Entonces, el alma se enfrentaba a demonios y
serpientes, que intentaban devorarla y hacerla desaparecer. Si los
vencía tenía que cruzar un río de agua hirviendo y beber de él.
Superada esta prueba se internaba en unos pantanos, donde unos monos
intentaban atrapar las almas perdidas. El
Libro de los Muertos y los diversos sortilegios que identificaban
al difunto con una serie de divinidades eren los únicos que podían
librar al sujeto y permitirle llegar al lago que precedía al reino de
Osiris. En el Libro de los dos
caminos, el alma llega al país
de Rosetau,
que está custodiado por una puerta de fuego, o al lago de Rosetau,
guardado por un cocodrilo con cabeza de carnero armado con un
cuchillo. Para poder atravesarlo existen dos tradiciones recogidas en
los Textos de las Pirámides. En la primera Toth transporta el alma
sobre sus alas (Toth se identifica con una especie de pájaro: el
ibis); en la otra, una barca conducida por un genio lleva al difunto a
la orilla opuesta, precediendo al viaje un interrogatorio, por parte
del barquero y de las diversas piezas de la barca que le preguntan sus
correspondientes nombres. Al llegar al reino de Osiris, reciben al
muerto los dioses y lo someten al juicio osiríaco.
Su concepción de la vida en el Más Allá no difería
demasiado de su vida terrenal, su día a día. Creían que el espíritu
también tenía que trabajar las tierras del Duat para alimentarse.
Esta creencia propició la aparición de los ushebtis
unas figurillas de forma antropomorfa que tenían la función de
sustituir en el conreo de las tierras del otro mundo al difunto. Se
colocaban al lado del muerto, a veces dentro de cofres i había,
generalmente, una por cada día del año egipcio, es decir, 365. A
pesar de esto en el interior de algunas tumbas hemos llegado a
contarlas a miles. Era tan firme el convencimiento que estas
figurillas trabajarían para su dueño siempre que pronunciara las
palabras adecuadas (un pasaje del Libro
de los Muertos) que llegaron al extremo de jerarquizarlas,
estableciendo ushebtis que representaban los capataces
para dirigir al resto: los obreros. Los jefes se distinguirían
del resto de trabajadores por una especie de faldón o delantal. En
las figurillas se inscribían capítulos del Libro
de los Muertos o el nombre y/o titulación del fallecido.
La
Psicostasia de Osiris
El
alma, al morir el ser, era conducida al Amenti, donde debía
determinarse si era merecedor o no de una vida eterna. En el juicio se
realizaba un peso simbólico sobre una balanza, en el extremo opuesto
de la cual se colocaba una pluma de avestruz (pluma de Maat). Para que
el finito pudiera se considerado “justo de voz”, es decir, una
alma pura, el peso de la pluma y el corazón tenía que ser el mismo.
El
juicio se realizaba en la “Sala de las dos verdades” o “Sala de
la pesada del alma”. Intervenían 42 jueces, ante los cuales el
difunto recitaba la “Confesión negativa” (recogida actualmente en
el Libro de los Muertos), es
decir, declaraba que no había cometido una serie de actos reprobables
que le impedirían ser inmortal. Decía exactamente:
Sortilegio125.
Confesión negativa
Palabras
que es necesario pronunciar a la entrada del Santuario de Maat.
Oh
Maat! Heme aquí, llego hasta ti. ¡Déjame, entonces, contemplar tu
radiante belleza! ¡Mira! Mi brazo se levanta en adoración a tu santo
nombre. ¡Oh Verdad- Justicia, escucha! Llego a aquellos lugares a los
que los árboles no se dan, donde el suelo no hace surgir las
plantas… He aquí que penetro hacia los lugares de los Misterios y
hablo a Seth, el amo de estos lugares… Mi Guía – protector se
acerca a mí; su rostro está cubierto de un espeso velo… Habiéndose
postrado ante los lugares de los Misterios penetra en el Santuario de
Osiris y contempla los Misterios que en él se desarrollan, He aquí
los espíritus Guardianes de los Pilones: su forma tiene la apariencia
de los Espíritus santificados de los Muertos. Escuchad a Anubis que
empieza su discurso. Habla dirigiéndose a derecha e izquierda en el
lenguaje de un hombre venido de la tierra de Egipto que conoce los
caminos de vuestro país y sus ciudades. Dice “El olor es de este
hombre, ¡oledlo! ¿Os parece que es uno de los vuestros?” Yo le
respondo: “¡En realidad, soy Osiris! Vengo aquí para contemplar a
los Dioses, los grandes, y para entrar en posesión de la Vida Eterna
comulgando con pan celestial. He venido hasta estos límites externos
del Cielo donde habita Osiris, alma grande, Señor del Djedú… El me
ha ofrecido la fuerza de los movimientos bajo la forma de un Espíritu
con cabeza de Fénix… Dotado del Verbo de potencia, me sumergió en
aguas corrientes; he hecho ofrendas de incienso”; me he dirigido,
como un niño, hacia el árbol Shendet…
He
aquí que he llegado a Elefantina, delante del templo de la diosa
Satit, He hecho dar la vuelta a la Barca cargada de mis enemigos. He
viajado en paz por el Lago y he contemplado los Cuerpos gloriosos de
Kem-Ur; he visitado la ciudad sagrada de Djedú; pero sobre esto yo
guardo silencio…he devuelto a la divinidad el uso de sus piernas. He
alcanzado el templo de Anubis y contemplado al Amo de allí. He estado
oculto y enterrado y he encontrado un camino de salida… he
atravesado comarcas desoladas donde nada crece y he cubierto mi
desnudez con vestidos que allí he encontrado. He recibido para
ungirme la pomada de las mujeres y me han sido mostradas las Palabras
de Potencia de los iniciados. He aquí a Seth que me habla a su
manera… Yo le respondo: “Tu balanza, en verdad, es en nuestro
Corazón donde hay que buscarla” Su Majestad Anubis me dice: “¿Conoces
el Nombre de esta Puerta de manera que puedas proclamarlo ante mi? yo
le contesto: “¡El-Dios-Shu-el-destructor, he aquí el nombre de
esta Puerta!” Su Majestad Anubis dice: “¿Conoces el nombre de la
Bisagra superior de esta Puerta y el de la Bisagra inferior?” Yo
respondo: “El señor de-Verdad-y-de-justicia-sobre-sus-piernas”,
es el nombre de la bisagra superior. “El señor-de-la-doble-Potencia-Domador-del-Ganado”
es el nombre de la bisagra inferior. Su Majestad Anubis pronuncia:
“Pasa entonces, ya que conoces estos nombres mágicos.” Entrando
en la Doble Sala de la Verdad-Justicia, el difunto pronunciará esto,
con objeto de deshacerse de sus pecados, y de poder contemplar a los
Dioses.
Otras
de las divinidades presentes en la psicostasia eran Horus, que conducía
al difunto en presencia de Osiris; Anubis, que vigilaba a balanza;
Thot, que registraba el resultado del juicio; Ammyt “La devoradora
de muertos”, que esperaba el veredicto para comerse el corazón del
condenado y que desapareciera por siempre, los cuatro hijos de Horus,
que se situaban sobre una flor de loto abierta e Isis y Neftis; detrás,
los dioses del Más Allá, Shai y Mesjenet, representados en ladrillos
de los que emergían sus cabezas, determinaban el destino.
Si el difunto era declarado “Justo de voz” Osiris le abría
la entrada al “paraíso”.
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