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Relatos Egipcios

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Retorno a Menfis

Por José Ignacio Velasco Montes

  

 

9.-

 

En el Museo Arqueológico se produce una gran conmoción cuando entran unos visitantes en la sala egipcia.

 

--¡Eh! ujier, venga rápido. Aquí hay un señor caído y con una enorme brecha en la frente.

 

La gente penetra en la sala con esa curiosidad malsana y morbosa que caracteriza a la especie humana. Un espectáculo es siempre un espectáculo, no importa cuál sea su naturaleza.

El ujier acude con calma, tranquilo. Desde hace muchos años tiene las ideas muy claras de cómo comportarse. No hay nada tan importante en la vida, que no se refiera directamente a él, que pueda hacerle correr. Todo puede esperar: es y ha sido siempre su filosofía.

 

--Dejen sitio señores, dejen sitio. ¿Que pasa?

 

Se abre un hueco entre el grupo aglomerado e inútil de personas que contempla al caído cuerpo. Éste se encuentra boca abajo y en los alrededores de la cabeza se está formando un extenso charco de sangre. El ujier se asusta y elige la salida más sencilla: chillar al público.

 

--¡Fuera, fuera todos! ¿Quién ha sido? ¿Quién le golpeó?

--Nadie le ha pegado. Cuando entramos, estaba tendido de bruces y no había nadie en la sala. –contesta, en representación del grupo, uno de los presentes.

 

Un señor atraviesa el corro y se arrodilla al lado del caído. En unos segundos se hace cargo de la situación y toma el mando. Levanta la cabeza del herido y lo vuelve boca arriba con eficiencia. Éste se mueve e intenta llevar una mano a la frente, en la que una gran herida de labios abiertos y rojizos, no cesa de manar sangre.

 

--“Noto confusamente que me ayudan. La frente me duele y algo cálido resbala por mi cara. Intento llevar la mano al lugar del dolor, pero alguien me retiene con decisión por la muñeca. Escucho que me dicen:

 

--No se toque, que se le puede infectar. Déjeme, déjeme a mí que entiendo algo de esto. ¡Oiga! ¡Sí, a usted, empleado! ¿No hay botiquín en el Museo? ¡Sí! ¿Pues qué espera para traerlo? ¡Vaya por él!

--Lo traigo en un segundo --exclama el ordenanza asustado y nervioso, intentando, sin conseguirlo, iniciar una carrera--, ahora vuelvo.

 

“Me encuentro mal. Estoy mareado y con nauseas. Hay en mí otro ser que no soy yo mismo. Es algo malévolo que quiere quedarse y dominarme. Le noto que minuto a minuto va tomando posesión y adueñándose de toda mi voluntad y pensamiento. ¿Quién eres? –Le pregunto-- Pero no obtengo respuesta”.

 

El empleado vuelve en unos minutos con una caja blanca que tiene pintada una cruz roja en el frente. Es el clásico botiquín con más buena intención que elementos útiles. Lo abre colocándolo al lado del herido.

 

--A ver..., a ver. ¿Dónde está el agua oxigenada? Avisen a una ambulancia, hay que trasladarlo. Puede tener una lesión cerebral... está casi sin conocimiento... no me gusta nada. Que alguien me ayude a sujetar la cabeza... así... muy bien. Tranquilos... apártense los demás. Déjenle aire, que pueda respirar.

 

El algodón empapado en agua oxigenada lava la herida. La espuma rojiza va desprendiendo los coágulos y deja la brecha al descubierto. Es una herida ancha y profunda.

 

--¡Que horror! ¡Que herida más grande! ¿Qué le habrá ocurrido? ¿Avisó usted a la ambulancia? ¿Sí?

 

Le coloca una venda sobre un gran trozo de algodón empapado en agua oxigenada que ha aplicado cubriendo una herida que sigue sangrando. Entre varios lo sacan al exterior. La ambulancia llega un rato después y se lo lleva a un gran centro sanitario.

 

 

10.-

 

El médico de guardia, un joven con cara de estar harto de ver heridas y fracturas, inicia el interrogatorio preliminar a la exploración.

 

--¿Nombre?

 

--“Quiero contestar, pero el ser, que cada vez me domina más, lo hace por mí pero a través de mis labios y en contra de mi voluntad. Noto una complacencia siniestra en su respuesta, cuando me escucho decir a mí mismo”.

 

--Soy Anjaf, Gran Hierofante de Anubis y Jefe de la Casa de la Muerte al servicio del Dios Keops.

 

--¡Oiga! ¿Qué dice usted?-le interrumpe el médico asombrado.-- ¿Dónde vive?

 

--En Menfis, en el Bajo Egipto.

 

--“Abandono la lucha. El ser me domina por completo y disfruta de su posesión. No puedo hacer nada. Es muy superior a mí”.

 

--Señorita –indica el médico mirando a la enfermera que tiene más cerca—Llame urgente a Neurocirugía. Éste paciente viene muy tocado del coco... ¡Ah! Que le vayan haciendo analítica completa, gases, y de camino avise también, pues es seguro que lo van a pedir los neurocirujanos, una Tomografía Axial Computarizada, un Scanner y lo de siempre... todo muy urgente… apresúrese, señorita.

                                                    

F I N

 

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Autor: José Ignacio Velasco Montes

Marbella 03/07/06

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