7º Fiasco gordo, gordo.
Cuando
se despertó Pepita al día siguiente Yayut no se encontraba en la
habitación. - ¿Dónde habrá ido?. – Se preguntó.
Desde
el patio llegaban rumores cada vez más fuertes sobre algo que estaba
ocurriendo en los canales.
Abrió
la ventana y pudo ver a los cortesanos corriendo de un lado para otro
con cara de preocupación.
Yayut
estaba hablando con el segundo inspector de canales del reino sobre lo
ocurrido, para mantener informada a la princesa Pepitamón.
-
Yayut. ¿Qué ocurre?. - Preguntó Pepita, gritando desde la ventana.
-
Ahora subo y te lo explico. Pero primero, echa un vistazo a los canales.
–Le pidió Yayut a la Princesa.
Se
llevó otra vez las manos a la cabeza al comprobar que el agua de los
canales se había vuelto de color violeta fuerte.
Un
ejército de trabajadores luchaba por contener la contaminación a base
de compuertas, mientras se tapaban las narices. Pero la mancha amenazaba
con extenderse por todo el Nilo.
Enseguida
comprendió Pepita lo que había hecho sin querer. Estaba claro que con
las pócimas de los magos no se jugaba.
Cuando
llegó arriba Yayut comentaron lo ocurrido. Pepita no pudo mentir y
confesó la fechoría. Solo
a ella.
-
¿Y ahora que vamos a hacer?. – Preguntó la niña asustada.
-
De momento procurar que tu padre
no se entere. Ya veremos después.
Supongo
que esta plaga pasará pronto. No te asustes pequeña.
-
Las dos se dieron un abrazo. – Ahora quédate aquí. No te muevas de
la habitación por ningún motivo.
Iré a preguntar al mago para ver si él puede hacer algo.
Cuando
regresó Yayut con cara de preocupación
explicó:
-
Alhejhop me ha dicho que el tinte violeta tiene un efecto de tres días
a partir de mezclarlo con el agua. Con una gotita muy pequeña le
hubiera bastado para teñirse el pelo durante semanas.
Cree
que nada podrá hacerse contra eso. Así que durante los tres próximos
días el agua del Nilo no será potable. Y preparémonos para soportar
el mal olor de las aguas y también habrá mosquitos.
-
Esta vez si que la he hecho buena. - Dijo la princesa.
El
Rey , por seguir ya una costumbre de atrás, cuando los sabios
inmediatos no hallaban la respuesta a sus preguntas, convocaba
en pleno extraordinario a todos los entendidos de las dos riveras
del Nilo.
Otra
vez, en el gran salón del trono reunió a Sabios, notables , sacerdotes
y sacerdotisas, artesanos, primos y demás familia.
Otra
vez realizó la gran pregunta. “¿Quiere decirme alguien
porqué las aguas son de color violeta?”.
Pero
esta vez, las tres personas que sabían la respuesta acertada, se
cuidaron muy mucho de no decirlo.
Pepita
se las arregló para sacarse un diente podrido ese mismo día y
excusarse de su asistencia
al gran consejo, “Porque estoy muy malita”.
Yayut
naturalmente tenía que quedarse
con ella. “Por si se encuentra mal y me necesita”
La
peor parte se la llevó Alhejhop, quien tuvo que esforzarse por
dominar el pelo. Él tuvo
que asistir, como mago consejero de Su Majestad.
Pero
esta vez lo consiguió con grandísimo esfuerzo. Ese día el pelo se quedó en la coleta lisa castaña de
costumbre. “Por algo soy un gran mago”. - Pensó.
Y
tres días después las aguas volvieron a ser transparentes, el olor
desapareció y los mosquitos sirvieron de comida a los peces. Todo volvía
a la normalidad.
Bueno. Todo no.
Aquello
fue como si se vertiera estiércol en el río y los canales. La
sustancia tan asquerosa que el mago había preparado para teñirse la
melena y Pepitamón arrojara al agua dio sus frutos. Vaya si los dio.
Resultó ser un fertilizante de asombroso poder.
Mas incluso que los lodos que arrastraría el Nilo al llegar el
verano. La tercera cosecha de trigo comenzó a crecer un palmo por
semana.
Las
hortalizas dieron sus mayores frutos
en los años que los viejos del lugar recordaban. Los peces se pescaron
por miles, vinieron mas aves y mantuvieron a raya las plagas de
insectos.
Por
precaución, el Faraón mandó que fueran analizadas y probadas las
cosechas, no fuera a ser que tuvieran alguna sustancia tóxica.
Nada,
absolutamente nada de toxinas. El sabor de las frutas y hortalizas superó
al de otros años. Los estómagos de los egipcios ese año recibieron
ración extra.
Pero
nadie (excepto los tres que ya contamos) encontró la razón del
misterioso color violeta durante aquellos tres días en el Nilo Sagrado.
8º Pephat
Tercera
semana de clases de la Princesa Pepitamón, Wesir , las
gemelas Manisere y Manitatón,( hijas del Gran Visir Ratostris),
Horjembeb, (hijo del ministro de asuntos exteriores), Neferiné,
(sobrina de la Reina) y Amonsirismenepheterikare, mas conocido por Amuni,
(el protegido de Sus Majestades).
Las
enseñanzas de escritura jeroglífica e historia las impartía el
escriba Asnoy, uno de los más
preparados al servicio del Rey.
Los
alumnos reposaban en la posición del escriba, es decir, sentados en el
suelo con las piernas cruzadas, una paleta de ostraca sobre ellas y las
manos en las rodillas.
Wesir
pinto una caricatura de la Princesa en la paleta de ostraca con un punzón
del mismo material. La pintó con trenzas y un diente de menos. Se la
mostró con disimulo a Pepita que estaba detrás de él.
Pepita
se enfadó muchísimo y le dio un cate en la oreja con los dedos. – ¡Ay!
- se quejó Wesir.
El
profesor Asnoy levantó la vista del papiro de “La Estela del
hambre” que contaba a los niños y niñas en ese momento.
Era
una parte importante de la historia egipcia ocurrida entre el imperio
antiguo y el imperio medio.
En
ella se contaban los años de hambre y miseria que vivieron sus
antepasados en una época donde las crecidas del río Nilo eran muy
escasas. No llegaba el lodo suficiente a las riveras
para alimentar las cosechas.
Asnoy Puso cara de chacal para dirigirse a ellos con enfado.
-
Es la cuarta vez esta semana que tengo que llamar la atención a la
misma pareja de estudiantes. – Se dirigió a Pepita y Wesir
con una mirada que asustaba a los valientes.
-
Sois los alumnos más
traviesos que he tenido en estos años al servicio de palacio como
profesor.
Os
aseguro que no me importa de quien seáis hijos o hijas. Exijo que
durante el tiempo que paséis conmigo y la profesora
Divofis os comportéis
de otra manera, o tendré que informar personalmente al Rey de vuestros
excesos.
En
las clases de los días
siguientes no fue necesario volver a llamarles la atención.
La
sola posibilidad de que el Rey se enterara de toda aquella indisciplina
les ponía la carne de gallina.
El
príncipe ya recibía enseñanzas de segundo grado en la Casa De La Vida
especiales para Él como sucesor al trono.
Seguro
ya de ser el segundo personaje del estado en importancia, se comportaba
a veces como si ya fuera un
gran Rey.
Daba
órdenes tanto como le apetecía. Algunas veces los cortesanos acudían
al Rey para preguntar si debían seguir todas las órdenes del Príncipe.
-
No le hagas demasiado caso. – Solía contestar Pephosis ante las
muchas consultas que le llegaban. – Todavía no conoce los
secretos del oficio de gobernar.
Tendrá
que pasar por años de aprendizaje duro y continuo para dirigir el país
con sabiduría y justicia.
El
Faraón pronunció una orden:
-
Ocupaos todos de darle en mi nombre las enseñanzas necesarias. Cada uno
en su especialidad. Contestad a todas las preguntas que os solicite,
pero no reveléis secretos de estado.
Ya
me ocuparé personalmente de explicar a mi hijo Pephat quien da las órdenes
en Egipto. Podéis retiraros.
Pephat
salió de cacería para probar el carro nuevo que su padre le regaló
cuando acabó los primeros estudios.
Dos
veces estuvo a punto de caerse. No consiguió disparar flechas ni lanzas
con el carro en marcha. Se
mareó y tuvieron que suspender la cacería hasta que se encontró
mejor.
Un
sirviente se ocupó de llevarle merienda, una mesa y una banqueta de
tres patas. Su compañero de juegos Tutmés lo refrescó con el abanico
y poco a poco se fue encontrando mejor.
Regresaron
sin nada de la cacería. El Príncipe pidió a todos que no contaran
lo ocurrido durante
la tarde, para no quedar mal ante el Rey.
Pero el Rey esperaba por Él en las escaleras de entrada a
palacio.
-
¿Como ha ido la cacería?. – Preguntó el Rey al Príncipe.
-
Muy bien padre. Le disparé a dos leones, un tigre, una hiena. Conseguí
acercarme a un grupo de liebres porque mi carro corría muy veloz. Pasé
rozando a las gacelas y casi le doy al guepardo.
-
Una hazaña digna de tu bisabuelo Memptutmimosis
III. Solo Él consiguió logros parecidos, según nos ha dejado escrito
en los bajorrelieves de Las Cacerías.
-¿Será
cuestión de ordenar a nuestros escultores que erijan una estela en tu
honor, Príncipe de Egipto?.
Eso
último no gustó a Pephat. Se acordó del sirviente que volvió a
palacio mientras Él merendaba. Los coloretes se le encendieron en la
cara.
Seguro que su padre lo sabía ya todo.
-
Ven conmigo hijo, quiero ver los animales que has traído.
-
Es queee... los hemos dejado allí. Si, los dejamos porqeee...
-
¿Por qué el carro era muy pequeño para traerlos?. – Preguntó su
padre.
-
Eso, sí, no pudimos traerlos para no manchar el carro nuevo de sangre.
Pephosis
no pudo soportar por mas tiempo las mentiras
de su hijo Pephat. Y declaró muy serio.
-
Petineb, el conductor de carros ha regresado antes que tu. Me ha contado
todo lo ocurrido con detalle.
El
mareo, la merienda, tu falta de puntería. ¿Por qué mientes tanto
hijo?. ¿Es así como deseas ganarte la confianza de tu pueblo como Faraón,
sin respetar la Ley De Maat?.
-
Entra en tus habitaciones. Por hoy ha sido suficiente. Mañana ven a
verme al despacho antes de las practicas de equitación.
El
Príncipe se retiro con la cabeza baja, aguantando mucho para no llorar
delante de todos.
El Rey habló para los cortesanos presentes:
-
Os prohíbo que ocultéis las faltas del Príncipe.
A
partir de hoy, que todos los errores que cometa en sus prácticas
deportivas, juegos o estudios le sean recordados para
aprender de ellos.
-
Se acabaron las falsedades y las mentiras.
¿Cómo
pretendéis que se convierta en un Rey sincero si los primeros en mentir
sois vosotros?. Al decirle:
“ Ohh, es asombrosa es la puntería del Príncipe
Pephat”.
Cuando sabéis que no alcanza un elefante a menos de dos pasos
con su arco.
Esta
vez los cortesanos pelotilleros recibieron una buena lección. Si lo que
pretendían era quedar bien con el Príncipe, desde luego no lo
consiguieron.
Y
es que el Faraón era mucho Faraón para dejar pasar por alto aquellos
comportamientos tan infantiles como los del propio Pephat.
La educación de un sucesor al Trono de Egipto era algo
demasiado serio.
A
la sombra de un sicómoro, al atardecer, la pareja de novios contemplaba
el Nilo con toda su belleza.
Sunny
reunió un ramo de margaritas silestres para su amada Yayut. Se lo
entregó recitando un bello poema de amor de los antiguos
sabios.
Es
la única,
La
bien amada,
La
sin par,
La
más hermosa del mundo,
Parecida
a la brillante estrella del año nuevo,
En
el umbral de un hermoso año,
Aquella
cuya gracia brilla,
Cuya
piel fulgura,
De
clara mirada,
De
labios dulces,
De
largo cuello,
La
cabellera de lapislázuli,
De
dedos parecidos a cálices de loto,
De
delgadas caderas,
De
nobles andares.
(
Texto egipcio original )
Cuando
terminó de recitar preguntó a Yayut:
-
¿Deseas ser mi esposa para toda la vida presente y la otra en el Reino
de Osiris?.
La
chica sonrió y dijo:
-
Deseo estar siempre a tu lado. Ahora y después.
Se
acercaron para darse un beso, pero algo, o mejor dicho, alguien, los
detuvo tapando los ojos de Yayut con unas manos muy pequeñas.
-
¡ Adivina quien soy!.
-
Solo puedes ser ... Mi Princesa preferida.
Sunny
se puso en pie para saludar a tan ilustre visitante.
–
Princesa, es para mi un gran honor que hayas venido. – Dijo ocultando
el fastidio por no poder besar a Yayut.
-
Por mi no os preocupéis, me iré pronto, para que podáis seguir con
vuestros mimos de mayores.
La
pareja sonrió, al tiempo que enrojecían un poquito, sobre todo la
muchacha.
-
He venido a pedirte un favor muy grande Sunny. – Dijo Pepita.
-
Sabes que haré todo lo que
esté en mi mano Princesa. Es mucho lo que te debo. – Declaró
mientras contemplaba a su amada con cara de felicidad.
-
Pídeme lo que quieras. Si puedo me esforzaré por complacerte.
-
Es para ayudar a un amigo a romper un maleficio.
-
Me temo que no puedo hacer demasiado. No soy mago, ni ritualista. Soy un
simple soldado y escriba al servicio de Su Majestad. Será mejor que
hables con Alhejhop, él podrá ayudarte mejor en eso.
Por
un momento, el sargento Sunny creyó desilusionar a la Princesa, pero no
contaba con que Pepita supiera tantas cosas.
La
Princesa siguió hablando:
-
El amigo del que te hablo es precisamente el mago Alhejhop.
-
No entiendo. – Dijo Sunny.
-
La única manera de romper el maleficio que sufre es a través de los
poderes del Petote Solar de Ra-Atón.
Al
escuchar esto, el sargento se puso tenso. Toda la sonrisa anterior se le
borró en un segundo.
La
Piedra de Nubia era un objeto Sagrado.
El Faraón había prohibido terminantemente que nadie se acercara
sin su permiso.
-
Lo que me pides es casi imposible Princesa. Para eso tendría que montar
guardia yo mismo o algún soldado
de mi confianza.
Es
el puesto más vigilado de todo el palacio, después, claro está, de la
Capilla Sacrosanta de Jamón-Ra,
“El Escondido”.
Pepita no se encogió por
eso.
-
En menos de un mes será la
fiesta de la crecida. Casi todos bajarán a celebrarla. – Dijo.
-
Ya entiendo Princesa. Deseas aprovechar que la vigilancia será menor,
pero sigue existiendo un problema que no puedo resolver.
-
¿Cuál?. – Preguntó Pepita.
-
Los cambios de guardia los decide el cortesano Petathys. Sin una orden
suya no se pueden realizar.
-
Eso está hecho, Petathys es el padre de Wesir. Hablaré con él. -
Respondió Pepitamón muy convencida.
-
Siempre te sales con la tuya, siempre. – Dijo Yayut. – Eres
adorable.
-¿Ya
te vas?. – Aguarda un momento. Tenemos una noticia muy importante para
ti. Sunny y yo vamos a casarnos. ¿Qué te parece?.
Se
quedó muy sorprendida. Lo primero que pensó fue que si Yayut se
casaba, iría a vivir con
su marido. Dejarían de dormir juntas. ¡ Que horror!.
-
¿Y dejarás de cuidarme?. - Preguntó Pepita.
-
Claro que no pequeña.
Seguiré varios años a tu servicio. Pero
durante el día. Piensa que ya tienes edad para dormir sola en tu
habitación.
-
Tendré miedo.
-
No. No tendrás ningún miedo porque eres una princesa muy valiente.
Además puedo quedarme algunas noches contigo las primeras veces. Pronto
te acostumbrarás.
-
Está bien, vaaaaale. Pero
Sunny tiene que prometerme que me va a ayudar.
-
Tienes mi palabra de honor Princesa. – Dijo Sunny muy solemne.
9º
Lluvia.
La
tristeza de Pephat era enorme. Todo los deportes que
realizaba, por una cosa o por
otra, salían mal.
¿Porqué
no daban mérito a su verdadera vocación?. La literatura.
Muy
pronto aprendió a leer los jeroglíficos, pronto aprendió a
escribirlos.
Ya
contaba con una biblioteca particular de cientos de papiros en su
despacho oficial.
Cuando
le quedaba tiempo libre se dedicaba a la lectura. Su mayor
entretenimiento eran los papiros de aventuras.
Conocía
a fondo la verdadera historia de Sinuhe , un egipcio del imperio medio
que tuvo que marcharse a vivir el extranjero por un crimen que no cometió.
La
leyenda del Rey Snefru, el que construyó la primera pirámide
escalonada.
En
la leyenda se narraba un paseo en barca de ese Rey del imperio antiguo,
con diez sacerdotisas remando. Una remera perdió el collar y el mago de
palacio hizo que las aguas
del lago se abrieran. Un sirviente bajó a recogerlo, se lo entregó a
su dueña y después de que las aguas ce cerraran, continuaron el paseo
tranquilamente.
Pephat
también conocía los
continuos viajes del explorador Hirkhuf
a las tierras del Gran Sur
y mas allá.
El
mas famoso de todos los viajes de Hirkhuf
fue el que realizó por orden del Rey Pepi II, de finales del imperio
antiguo.
Pepi
II tenía la misma edad que
Pephat cuando subió al trono de Egipto. ¡ Diez años !.
Mandó
escribir una carta a Hirkhuf
ordenándole que dejara todo lo que estaba haciendo para ir enseguida al
lejano País De Punt a buscar un enano danzarín. Un pigmeo.
Le
advirtió que se tomaran todas las precauciones para que el enano
llegara sano y salvo a su presencia.
Y también que fuera tratado como un personaje importante.
Cuando
el enano llegó a la corte del Rey realizó una danza muy
complicada que lo dejó maravillado.
(Como
ocurriría muchos siglos después en la corte de Pephosis IV cuando
apareció Hor-oboph,
el dromedario de Jawim ).
Todas
estas maravillosas historias y otras muchas, casi se las sabía el Príncipe
de memoria. Pero existía un problema. Cuando intentaba contárselas a
los demás, siempre le decían “Un poco mas tarde, ahora no puedo
porque llevo prisa”. O cosas por el estilo. Solo Tutmés le escuchaba.
Tuvo
la idea de pensar que si realizaba un prodigio como los de Alhejhop,
todos le aplaudirían por algo bien hecho. Comenzó a buscar cosas raras
en la memoria. Como los recuerdos de viajes, juegos, lecturas.
Y
sin saber por qué, recordó el día aquel tan especial que llovió en
Menfis, cuando tenía cinco años. Ese día fue muy alegre para niños y
mayores. Solo los gatos corrieron a abrigarse.
Todos
los habitantes sonreían.
Para algunos era la tercera o cuarta vez en sus vidas que veían llover.
“Es un regalo de los Dioses”, opinaron la mayoría.
-
Marrañoski asiquitocua
estmanatane, aburis pituclé. Tienes que pronunciar bien toda
la frase Princesa, o de lo contrario estarás diciendo “ El
asno sobre la fuente, agua va” en vez de “El asno va a la fuente y
carga el agua”. No es lo mismo.
-
Pensaba que este idioma era mas facil Alhejhop. - Dijo Pepita soplándose
el flequillo.
-
Si quieres lo dejamos para la próxima clase
Princesa. Ya verás como aprendes rápido.
-
Será mejor. Tengo que ayudar a Yayut a Preparar su ajuar de boda. Se
casa con Sunny. ¿Lo sabías?.
-
Pues no. Acabo de enterarme.
Deséales felicidad de mi parte.
-
Ah. Se me olvidaba. ¿Has conseguido el cambio de guardia del Petote
para la fiesta de la crecida?.
-
Sunny ha prometido ayudarnos. Solo me falta hablar con Petathys, pero iré
a verle por la tarde. - Dijo Pepita. Hasta la próxima clase Alhejhop.
Pero dime.
¿Cómo
se dice “Hasta la próxima”?.
-
“Mañanamask”.
-
¿Tan corto?. – Peguntó Pepita.
-
Pues sí. El Quintopiniano tiene palabras que quieren decir muchas cosas
a la vez.
-
Pues entonces, Mañanamask. – Dijo Pepita despidiéndose.
Al
salir se encontró con su
hermano Pephat que venía a pedir consejos al mago.
Hablaron
poco. Tan solo unos saludos. Pephat pensaba de su hermana que era
una “pequeñaja” de esas que aun juegan con muñecas y se
chupan el dedo.
Y
Pepita pensaba de su hermano que
era un “tonto presumido sin remedio”, al que solo le importaba ser
Faraón.
Claro
que los dos estaban muy equivocados, pero no lo sabían.
-
Cuanto honor, Príncipe. ¿Qué te trae por mi humilde laboratorio?.
-
¿Conoces la lluvia Alhejhop?.
Al
mago le vinieron recuerdos de su lejano país.
-
Claro que conozco la lluvia. La echo mucho de menos.
-
Háblame de ella. – Pidió el Príncipe.
-
En mi país siempre es verano. Hace mucho calor. El sol sale temprano.
Durante toda la mañana no se ve una sola nube en el cielo. Pero a partir del mediodía las nubes acuden muy juntas y
comienza a llover con fuerza.
-
¿Cuantas veces ocurre eso en un año?. – Preguntó Pephat curioso.
-
Llueve casi todos los días del año Príncipe.
Pephat se quedó maravillado con tanta lluvia. Nadie conocía un
país donde casi todos los días llueve. Y dijo al mago:
-
Me gustaría que volviera a llover en Egipto. ¿Sabes como hacerlo?.
-
Allí de donde vengo no era necesario pedir que la lluvia cayera. En
cambio son muchos lo rituales conocidos para pedir lo contrario, porque
a veces el exceso de agua estropeaba las cosechas.
-
¿Quieres decir que invocabais a vuestros Dioses para que lloviera
menos?.
-
Exacto. – Contestó el mago.
-
Entonces no hay posibilidades de que podamos disfrutar de la lluvia en
nuestro amado país. – Dijo Pephat muy triste.
A
lo que Alhejhop contestó muy sabiamente:
-
Cosas más raras se han visto. Si tu padre El Rey consiguió que se
construyera una pirámide invertida, nosotros podemos intentar la lluvia
invirtiendo los ritos Quintopinianos. Es decir. Leyendo las fórmulas al
revés.
-
¿Me dejarás intentarlo?. Tengo un deseo muy grande de que todos me
aplaudan. – Dijo Pephat.
-
Te dejaré que lo intentes. Pero no puede ser demasiado pronto, ya que
primero tendrás que aprender el idioma, para manejar las fórmulas
correctamente.
-
De acuerdo, mago Alhejhop. Comencemos cuanto antes.
Alhejhop
no pudo oponerse a las órdenes del Príncipe. Le hubiese gustado
descansar un rato para comerse un pastel de higos, pero el tiempo de
Pephat era algo muy valioso para desperdiciarlo.
A mitad de la clase los interrumpió un ruidito “Pío, pío”.
Procedía del nido de Gata Gris. Se levantaron para ver que era y vieron
como el primer pollo de buitre ya estiraba la cabeza para pedir de comer
a su madre. Al segundo todavía le faltaban unas horas para nacer.
El primer buitrito nació con los dos ojos perfectos. Se esperaba
que el segundo también nacería sin
problemas.
El mago dijo muy contento:
-
Es un pollo precioso. Cuando pueda volar me harás un gran honor aceptándolo
para tu colección de aves en el zoológico real. El otro pollo será para la Princesa.
-
Dos esteras anchas, dos estrechas. El juego de vasijas para la cocina.
Una docena de platos de terracota. Media docena de copas. Tres túnicas
de lino.
Sábanas,
mosquiteros, varios paños.
-
¿Sabes donde están las alfombras, Pepitamón?. No las encuentro.
-
Debajo de mi cama Yayut. Las puse allí para que no estorbaran. – Dijo
Pepita.
-
Bien, sigamos repasando mis pocas pertenencias.
Llevo tantos años esperando este momento que fui reuniendo los
utensilios poco a poco.
Un
par de sandalias nuevas, me las pondré el día de la boda. Los frascos
de perfume, el carmín de labios, los maquillajes...
Si
falta algo lo buscaremos después. Ya podemos llevarlo para la que será
mi nueva casa.
Comenzaron
la mudanza. Pepita se metió
debajo de la cama para buscar las alfombras. Con
eso ya tenía un bulto grande que acarrear. Yayut se ocupó de la
mitad de la vajilla, por ser delicada y Kesere, la sirvienta, de las
prendas y paños de lino.
Iban
a necesitar tres viajes cada una para llevarlo todo. Bajaron por la
escalera principal, cruzaron el jardín y fueron a parar a una casa
mediana muy cercana al estanque de peces, donde solo se permitía vivir
a los cortesanos ocupados de servir a la Familia Real.
Yayut
se encontraba muy feliz de que le tocara aquella casa para vivir con su
marido y al mismo tiempo cuidar de la Princesa. Prácticamente eran
vecinas.
Se
pasarían igual el día juntas y Pepita era una invitada de honor en
aquella casa.
-
¿Qué día has elegido para casarte Yayut?. – Preguntó Pepita.
-
Hemos elegido la fecha en que los nilómetros de Asuán marcarán el
comienzo de la crecida, mas o menos dos semanas antes de que llegue a
Menfis.
-
Contestó Yayut.
-
Falta poco entonces. – Dijo pepita. – Ahora tengo que ir a hablar
con Petathys. Nos veremos después
arriba.
Continuar...
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