EL
ENTORNO GEOLÓGICO DE UN GRAN PAÍS
Egipto
forma, de norte a sur, una larga faja de terreno en el extremo nordeste
del continente africano. Debemos tener una idea de su formación geológica
para podernos explicar la variedad de recursos y la posibilidad de su rápida
explotación.
Al
aspecto antiquísimo que presentaba en la era primaria cuando formaba
parte del continente de Gondwana, debe las rocas metamórficas de las
montañas arábigas (gneis, granito, esquisto, brecha verde, pórfido y
diorita) que facilitaron elementos a su arquitectura. Al período triásico
se debe la formación del gres nubio, que pasará a formar el esqueleto
del subsuelo.
Posteriores
hundimientos de tierra al final de la era provocan el retorno de las
aguas en el golfo alargado que actualmente ocupa el valle, depositan
sobre ellas, sedimentos calcáreos, de grano fino y de blanco lechoso
que se destinarán especialmente para la talla. El Nilo toma su forma
actual al final de la era terciaria, con la formación del Mediterráneo.
Paulatinamente
el país va tomando el aspecto que hoy le conocemos, al que da el Nilo
su carácter excepcional. Este río se forma en Omdurman, cerca de
Jartum, con la confluencia del
Nilo Blanco procedente de los lagos Alberta y Victoria, y el
Nilo Azul,
que baja de las altas mesetas de Abisinia. En su confluencia se pueden
ver las aguas de ambos, cada uno con su propio color, siguiendo así sin
mezclarse por varios kilómetros. Luego corre el río ensanchado en
dirección sur a norte hasta Atbara, donde al tropezar con un antiguo
espolón montañoso se desvía en dirección nordeste-sudeste para
finalmente tomar su curso definitivo.
Aumenta
la importancia de este río el hecho de que no solamente nutre las
tierras del valle, sino que también es navegable. Resulta por ello una
incomparable vía de comunicación y de penetración.
La
aparición de granito pulido da forma a cinco cataratas que dificultan la navegación, puesto que son de poca extensión
y de ninguna manera infranqueables. La primera de ellas en Asuán, señala
el verdadero límite de Egipto.
Una
vez en los bajos terrenos vecinos al mar, el Nilo se abre en el abanico
de un delta. Es en este valle donde se da el espectáculo más
extraordinario de esa agua que va subiendo progresivamente, primero verdácea
debido a las algas y a los residuos vegetales arrastrados de los grandes
lagos hinchados por las lluvias torrenciales, y luego roja amarillenta
del color del limo arrancado a las mesetas de Abisinia. Sin embargo
estas inundaciones sólo eran fecundas si las dirigía, las conservaba
y las hacía circular hasta
el extremo límite del valle el esfuerzo humano. Para producir, el país
requería labor, de modo que como todas las grandes civilizaciones
fluviales, la civilización egipcia nació del esfuerzo del hombre para
sacar provecho de una situación particularmente ventajosa.
Al
Este del río se encuentra el desierto absoluto, los pozos son escasos,
por eso los egipcios organizaban expediciones perfectamente entrenadas
hacia el Wadi Hammamat para explotar en él la piedra bejen y oro.
Hacia el oeste se encuentra el Sahara, que si bien en la era primaria
era un lugar de vegetación tropical, se fue transformando en un
desierto. En el extremo norte, a lo largo de unos kilómetros
del borde costero existe una vegetación raquítica del tipo de las
gramíneas, jaras y brezos. En las escasas hondonadas que dan origen a
los wadis aparecen azufaifo, algunas acacias y unos pocos tamariscos.
Por más de quinientos kilómetros hacia el sur solo se encuentra una
tierra seca y pedregosa hasta llegar al oasis de Siwa en donde abundan
el agua y los dátiles, y prosperan el limonero y el olivo.
Algunos
y escasos ojos de agua jalonan la ruta hacia el sur, pero solamente es
verdaderamente habitable (capaz
de dar varias cosechas en el año, y abonada sin cesar por el limo) el
terreno regado por ese maravilloso, incomparable y definitivamente
necesario Nilo. |