La
Historia de Sinuhé
La
Historia de Sinuhé que presentamos aquí está extraída
del libro "Cuentos del Antiguo Egipto" de César Vidal Manzanares, que
resulta ser una copia de la traducción que hace Gustave Lefebvre del texto
original, por lo que recomendamos tener en cuenta las recensiones existentes
para el resto de la obra de dicho autor y tener presente la traducción de Pedro
M. Gómez publicada en la sección de escritura jeroglífica: Cuento
de Sinuhe.
La
única finalidad que se pretende es dar una idea aproximada de esta historia,
además de la estructura (que no puede apreciarse en la sección de escritura) y
por este motivo se han suprimido tanto la señalización de los parágrafos como
las notas a pie de página, que por otra parte sólo podrían llevar a numerosas
confusiones para el lector. Para visualizar los jeroglíficos del texto deberá
acudir a la dirección señalada en el párrafo anterior.
Presentación
El noble, el príncipe, el administrador de los territorios del rey en el país
de los beduinos, el verdadero amigo del rey, a quien el rey ama, Sinuhé, el
amigo, dice:
-Yo era un amigo que seguía a su señor y el que servía a la princesa en el
harén del rey, a la gran favorita, a la esposa del rey Sesostris, en Jeneinsut,
e hija del rey Amenemhet en Kanefru, Neferu, la muy honrada.
La muerte de Amenemhet I
En el año treinta, el día séptimo del tercer mes de la inundación, el dios
ascendió a su horizonte, el rey del Alto y del Bajo Egipto, Sehetepibra.5 Se
proyectó hacia el cielo, se unió con el disco solar y su divino cuerpo fue
absorbido en el interior de Aquel que lo había creado. En el palacio reinó el
silencio. Se llenaron de luto los corazones. Las dos grandes puertas quedaron
cerradas, Los miembros de la corte se postraron con la cabeza inclinada sobre
las rodillas. El pueblo lloraba amargamente.
La huida de Sinuhé
Su Majestad había enviado un ejército al país de los Temehu.6 Su hijo primogénito,
el buen dios Sesostris, era jefe de la tropa. Había sido enviado a golpear a
los países extranjeros y a castigar a aquellos que estaban entre los Tehenu.
Ahora regresaba, trayendo consigo prisioneros de los Tehenu e incalculables rebaños
de ganado.
Los amigos de la Corte enviaron al lado occidental para comunicar al hijo del
rey lo que había sucedido en palacio. Los emisarios dieron con él por la
noche, cuando se hallaba de camino. Sin dudarlo un instante, el halcón voló
con su séquito sin avisar a su ejército.
Pero también se habían mandado mensajeros a los demás hijos del rey que le
acompañaban en el ejército y se indicó a uno de ellos que no debía decir
nada." Yo me encontraba cerca en ese momento y pude escuchar su voz
mientras hablaba apartado de los demás.
Mi corazón se llenó de perplejidad. Mis brazos desfallecieron y todos mis
miembros se estremecieron. Me aparté y busqué donde esconderme. Me senté
entre dos matorrales para poder apartarme de la vista de cualquiera que
transitara por el camino."
Me dirigí hacia el sur pero no tenía intención de regresar a palacio, porque
imaginaba que estallaría la guerra y que perdería la vida en los combates que
sobrevendrían a continuación. Atravesé las aguas del Maaty, a poca distancia
del lugar denominado del Sicomoro. Así llegué a la isla Sneferu y descansé
aquel día en el campo. Temprano volví a emprender mi camino. Me encontré
entonces con un hombre que estaba situado en mi camino. Me saludó con
amabilidad aunque yo tenía miedo de él. Alrededor de la hora de la cena me
acerqué a la ciudad de Negau. Crucé las aguas en una barca sin timón, valiéndome
del viento de occidente que soplaba, y pasé a oriente de las canteras, a la
región de la Señora de la Montaña Roja. Después dirigí mis pasos hacia el
norte, hasta llegar a los muros del príncipe, que habían sido edificados para
contener a los beduinos y aplastar a los que atraviesan las arenas. Allí me
mantuve oculto en una espesura, por temor a que me descubriera el centinela de
la muralla que estaba de guardia ese día.
Por la noche continué mi camino y, al rayar el alba, llegué a Petni y descansé
en la isla de la Muy Negra. Me sucedió entonces que me asaltó una terrible sed
de tal manera que me ahogaba y me ardía la garganta y dije:
-¡Éste es el sabor de la muerte!
Pero en ese momento mi corazón se animó y mis miembros recuperaron la fuerza
porque oí los mugidos de un rebaño y vi acercarse a los beduinos. El jeque de
los beduinos, que había estado en Egipto, me reconoció. Inmediatamente me dio
agua, ordenó que cocieran leche para mí." Finalmente le acompañé a su
tribu, donde me trataron bien.
Sinuhé traba amistad con el príncipe del Retenu superior
Así fui de región en región. Salí de Biblos y llegué a Kedemi donde residí
durante medio año, Nenshi, el hijo de Amu el príncipe del Retenu superior, me
dijo:
-Aquí estarás bien, porque oirás hablar en egipcio,
Esto lo dijo porque conocía mi valía y había oído hablar de mi talento. Le
habían informado sobre mí algunos egipcios que vivían con él.
Entonces me dijo lo siguiente:
-¿Por qué has venido aquí? ¿Acaso ha pasado algo? ¿Ha sucedido algo en
palacio ?
(Yo le contesté:)
-El rey Sehetep-ib-ra ha marchado hacia oriente y luego no se sabe lo que ha
sucedido. -Y después añadí astutamente, ocultándole la verdad-: Cuando
regresé de la expedición al país de Temehu, se me anunció la noticia y tembló
mi corazón. El corazón, que se me salía del pecho me llevó por los caminos
del desierto. Sin embargo, nadie había hablado de mí ni me había escupido. No
oí ninguna murmuración ni tampoco mi nombre en boca del heraldo. No sé lo que
me ha traído a este país. ¡Fue algo similar a un designio de Dios!
(Entonces él respondió:)
-¿Cómo podrá vivir el país de Egipto sin él, sin ese excelente dios, cuyo
temor se extendía por los pueblos extranjeros igual que lo hace Sejmet en un año
de peste?
-En verdad -le respondí-, su hijo ha entrado en el palacio y ha recogido la
herencia de su padre. Es el dios sin rival al que no aventaja nadie, maestro de
sabiduría, prudente en sus propósitos, justo en sus normas. Todos van y vienen
siguiendo sus órdenes. Ya era él quien conquistaba territorios en el
extranjero mientras su padre descansaba en palacio y comunicaba a su padre que
se habían llevado a cabo las órdenes que de él había recibido.
Es el fuerte que brega con su brazo,
campeón
sin rival.
Todos le contemplan cuando ataca al enemigo,
cuando ataca a los guerreros.
Quiebra el cuerno del toro enemigo y paraliza sus manos,
y
los enemigos son incapaces de mantener sus filas en orden frente a él.
Hiela
la valentía del enemigo y quebranta sus frentes,
y
nadie se atreve a acercársele.
Es
un rápido corredor cuando persigue al que huye;
no
existe salvación para los que vuelven la espalda ante él.
Es
el corazón firme que soporta los choques,
provoca
la huida de los demás y nunca se retira.
Al
ver cuántos son sus enemigos, su valor se duplica,
no
deja que el desánimo desaliente su corazón.
Ataca
con entusiasmo a las tropas de oriente,
y
su gozo está en capturar a los extranjeros.
Embraza
el escudo y destroza al enemigo con los pies,
sin
que necesite repetir el golpe para causar la muerte.
Nadie
es capaz de desviar su flecha,
ni
puede nadie tensar su arco.
Los
extranjeros despavoridos huyen ante él,
como
frente al poder de la gran diosa.
En
la lucha no se detiene,
y
combate hasta que el adversario queda reducido a la nada.
Es
muy querido, lleno de dulzura,
y
ha ganado a muchos mediante el amor.
Su
ciudad le ama más que a sí misma
y
se goza más en él que en su mismo dios.
Cuando
pasan desfilando, hombres y mujeres
le
aclaman llenos de júbilo ahora que es rey.
Ha
realizado conquistas incluso estando en el vientre de su
madre,
la
realeza le pertenece desde su nacimiento.
Es
el que ha logrado que sus súbditos se multiplicaran.
Es
único, un don de Dios.
¡Qué
enorme es el gozo del país gobernado por él!
Él
es quien ensancha sus fronteras.
Conquistará las tierras del sur,
y
despreciará las regiones del norte.
Ha
sido creado para derrotar a los beduinos
y
para aniquilar a los pueblos del desierto.
Envíale
noticias. Consigue que te conozca.
No
pronuncies el juramento que dice: « ¡Maldita sea Su Majestad!». No de ará de
hacer el bien a los países que se le sometan.
Él me respondió:
-¡Bienaventurado
Egipto, que es regido por un príncipe tan grande! Por lo que se refiere a ti,
aquí te encuentras. Permanece a mi lado y me comportaré bien contigo.
Sinuhé vive entre los beduinos
Así me puso a la cabeza de sus hijos y me casó con su hija mayor y permitió
que eligiera de entre sus territorios el más selecto, que poseía en la
frontera con otro país vecino. Se trataba de una magnífica tierra llamada Yaa.
Daba higos y vides. El vino era más abundante que el agita. Era rica en miel y
producía mucho aceite de oliva. En sus árboles había frutos de todas las
especies. También había avena y trigo y numerosísimos ganados. El príncipe
también fue muy generoso al entregarme regalo y me convirtió en jefe de una de
las mejores tribus de su país. Así dispuse de pan para comer diariamente,
bebida fermentada, y vino para beber, y carne guisada y aves asadas, además de
lo que se podía cazar en el páramo. Disponía de lo que me cazaban y además
de aquello que me traían mis perros. Me daban muchos pasteles y leche en todo
lo que se cocinaba.
Allí me quedé muchos años. Mis hijos se hicieron fuertes y cada uno de ellos
llegó a gobernar una tribu. Los mensajeros que se dirigían al norte o al sur,
hacia Egipto, se hospedaban en mi casa, porque yo practicaba la hospitalidad
para con todo el inundo. Así daba de beber al que tenía sed, mostraba el
camino al que se había extraviado y auxiliaba al que había sido robado.
Cuando los beduinos se enfrentaban impulsados por su dignidad con los príncipes
del país yo era el que se ocupaba de dirigir sus acciones. El príncipe de
Retenu decidió que fuera el general de su ejército durante varios años. Todos
los países con los que me enfrenté perdieron sus pastos y sus pozos. Les
arrebataba el ganado, capturaba a sus habitantes para convertirlos en esclavos,
me llevaba sus provisiones y daba muerte a sus gentes gracias a mi brazo y a mi
arco, a mis marchas y a mis planes bien ejecutados, Así me gané el corazón de
mi príncipe, que me amó por mi valentía y, cuando vio la firmeza de mi brazo,
me colocó a la cabeza de sus hijos.
El duelo
Por aquel entonces llegó un hombre fuerte procedente de Retenu que me desafió
en mi tienda, Era un héroe sin igual que había vencido a todos los de Retenu.
Afirmó que había venido para combatir conmigo. Instigado por su tribu tenía
la intención de robarme y despojarme de mis rebaños, El príncipe discutió la
situación conmigo y yo le dije:
-No le conozco. No soy uno de sus amigos para que pueda entrar y salir de su
tienda. ¿Acaso en alguna ocasión he abierto su tienda o derribado su muro? Actúa
así movido únicamente por la envidia, porque sabe que ejecuto aquello que me
ordenas. Soy igual que el toro perdido que cae en medio de otro rebaño y
entonces es acometido por el toro de ese rebaño, un buey cuernilargo le ataca.
¿Acaso puede ser querido
un extranjero que se ha convertido en jefe? Tampoco lo sería un beduino en el
delta. No se puede arar en el mar. Pero si él es un toro de pelea y gusta del
combate, yo soy también un toro luchador y no me asusta tener que enfrentarme
con él. Si su corazón desea combatir, que diga que eso es lo que desea. ¿Acaso
dios ignora lo que ha determinado o, por el contrario, sabe lo que sucede?
Aquella noche preparé el arco, afilé las flechas, saqué el puñal y dispuse
las armas. Por la mañana temprano todo Retenu acudió. Vino la mitad del país.
Había juntado sus tribus B, 130 pensando en este combate. Entonces avanzó
hacia mí, que le esperaba, porque me había situado cerca de él. Todos los
corazones latían al verme. Las mujeres e incluso los hombres lanzaban suspiros.
Todos los corazones sentían simpatía mí y decían:
-¿Hay otro valiente que pueda combatir contra él?
Apareció con un escudo, un hacha y un puñado de venablos, pero cuando comenzó
a utilizar sus armas, sus flechas pasaron hasta la última por mi lado sin
herirme. Entonces me atacó pero disparé contra él y mi flecha se clavó en su
cuello. Dio un grito y cayó sobre su nariz. Entonces lo rematé con su propia
hacha y lancé un grito de victoria sobre su espalda. A continuación todos los
asiáticos lanzaron aullidos por mi victoria. Le di las gracias a Mont mientras
los partidarios del vencido comenzaban a llorarlo. El príncipe Neneshi, hijo de
Amu, me abrazó,
Y de esta manera me apoderé de los bienes y rebaños del vencido. Así le hice
lo que él pensaba hacerme a mí. Cogí de todo lo que había en el interior de
su tienda y saqueé su campamento. De esa forma me enriquecí, mis tesoros
aumentaron y mis rebaños crecieron.
Y esta merced se la otorgó dios a aquel contra el que había estado irritado y
al que había dejado vagar por tierra extranjera. Hoy su corazón está lleno de
alegría:
En que huyó el fugitivo hubo un tiempo.
Hoy ya se sabe de mí en el palacio.
En que pasé hambre hubo un tiempo.
Ahora obsequio pan a mis vecinos.
Un hombre abandonó, desnudo, su país.
Ahora me visto con vestiduras de lino fino.
Huyó el hombre que no tenía nada.
Ahora tengo una muchedumbre de siervos.
Mi morada es hermosa y mis posesiones son inmensas
y en el palacio se acuerdan de mí.
¡Oh dios, quienquiera que sea que me predestinaste para aquella huida, ten
misericordia y llévame de regreso a palacio! ¡Concédeme que pueda volver a
contemplar el lugar donde está mi corazón! ¡Qué mayor gozo que el de poder
reposar en Egipto, la tierra en que nací!. ¡Auxiliame! Se ha producido un
evento feliz: el dios me ha otorgado su gracia. i Quizá me prepare un buen fin,
aunque le haya ofendido! ¡Que el dios se apiade de aquel que se vio forzado a
morar en tierra extranjera! Si el dios está aplacado, que escuche la plegaria
de un exiliado y que devuelva esta mano que me ha hecho llevar una vida errante
al lugar de donde la sacó.
¡Que me sea propicio el rey de Egipto, para
vivir de su gracia, para realizar en su palacio los deseos de la reina y atender
a las órdenes de sus hijos! ¡Ah, que mi cuerpo recupere la juventud, porque se
ha hecho viejo y el mal lo ha alcanzado.
Los ojos me pesan, los brazos carecen de fuerza, los pies se resisten a obedecer
mis órdenes, mi corazón ya está cansado y se acerca el día en que me
conducirán a las ciudades de la eternidad. Quiero servir a la que es Señora y
dueña de todo. ¡Ojalá mi señora quiera referirme lo que complace a sus hijos
y otorgarme una eternidad superior a mí!
Se habló a Su Majestad, el rey del Alto y del Bajo Egipto, Jeperkara sobre la
situación en que me encontraba y Su Majestad tuvo a bien enviarme regios
presentes, como los que envía a los príncipes de otro país, para que su
siervo se gozara. También me escribieron sus regios hijos que están en
palacio.
El decreto del rey
Copia del decreto enviado a este humilde siervo en relación con su regreso a
Egipto:
«Horus Repetidor de nacimientos las dos diosas, repetidoras de nacimientos; el
señor del Alto y del Bajo Egipto, jeperkara, hijo de Ra, Amenemhet, que vive
por siempre y eternamente.
»Orden del rey para su amigo Sinuhé. He aquí que se te cursa orden del rey
para que sepas lo siguiente: has viajado por países extranjeros desde Kedem a
Retenu Has pasado de uno a otro país conforme a los consejos de tu propio corazón.
¿Acaso has cometido alguna acción para temer que se te castigue? No has
blasfemado de manera que hubiera que oponerse a tus palabras, ni tampoco has
provocado oposición en las discusiones de los consejeros de manera que hubiera
que actuar en contra de tus intenciones. Te has marchado únicamente por lo que
tú has pensado, pero no porque yo tuviera algo contra ti en mi corazón.
»La reina, tu cielo, que vive en palacio, continúa allí y prospera y comparte
el gobierno del país. En cuanto a sus hijos moran en la parte reservada del
palacio, Te hartarás de riquezas, vivirás de los presentes que se te otorguen.
»Regresa a Egipto para que contemples el palacio en que creciste, para que
beses la tierra ante las dos puertas y puedas reunirte con los amigos
>>Ya has comenzado a envejecer, has perdido tu fuerza viril. Piensa en el
día del embalsamamiento, en citando serás conducido a la bienaventuranza
eterna. Se te consagrará una noche con aceite de cedro y las manos de Tait te
colocarán las bandas. Se formará una comitiva fúnebre el día de tu
sepultura. Tu envoltura de momia será de oro con la cabeza de lapislázuli y,
se colocara sobre ti un baldaquino cuando hayas sido situado en el sarcófago.
Serás arrastrado por bueyes y precedido por cantores. Se real¡zarán las
danzas de los Muu a la puerta de tu sepultura; se recitarán las invocaciones de
sacrificio y se inmolarán víctimas cerca de tu estela. Las pilastras de tu
tumba serán de piedra blanca en medio de las tumbas de los hijos del rey. No,
no morirás en tierra extranjera, no te sepultarán asiáticos ni serás
introducido dentro de una piel de carnero ni se te convertirá en un túmulo
informes. Ya es muy tarde para que sigas llevando tina vida errante. Cuida, por
lo tanto, de tu muerte y regresa.»
La
respuesta de Sinuhé
Esta misiva me llegó cuando me encontraba en medio de mi tribu. Cuando me la
leyeron, me eché sobre el vientre, toqué el polvo y Me lo lancé sobre los
cabellos. Corrí gozoso por el campo mientras gritaba de alegría:
-¿Cómo
puede ser que se conceda esta gracia a un siervo a quien el corazón llevó a
marcharse a tierras extranjeras? ¡Qué deliciosa es la compasión que me libra
de la muerte! Tu ka va a permitir que mi vida concluya en la corte.
Copia del acuse de recibo de esta misiva:
«El siervo del palacio, Sinuhé, dice: ¡En paz! Es maravilloso que Tu ka
conozca la huida que llevó a cabo inconscientemente tu humilde siervo; oh, buen
dios; oh, señor de los dos países; amado de Ra y ensalzado por Mont, señor de
Tebas, Amón, señor de los tronos de los dos países, Sobek Ra, Horus, Hathor,
Atom con sus nueve dioses, Soped, Nefer-bau, Semseru el Horus oriental, la Señora
de Buto que se ha ceñido a tu cabeza, el consejo que está sobre las aguas
Min-Horus, que mora en las regiones desiertas, Wereret, señora de Punt, Nut,
Haroeris los dioses y señores de Egipto y de las islas del Gran Verde, ¡que
todos ellos proporcionen vida a tu nariz, te recuerden en sus dones, te otorguen
eternidad sin límites y tiempo perdurable sin fin!
»Que el pavor que provocas se extienda por las llanuras y los montes, ya que
has dominado todo lo que el sol abarca en su carrera. Este ruego de este humilde
siervo va dirigido a su señor, al que salva del Amenti. El señor de la sabiduría,
que conoce a sus súbditos, se ha percatado en el secreto del palacio de que
este humilde siervo temía hablar, porque era un tema delicado para tratarlo.
Sin embargo, el gran dios imagen de Ra le ha proporcionado inteligencia para
hablar contigo. Su Majestad es el Horus vencedor, y tus brazos son poderosos
cuando se enfrentan con todos los países.
»Ahora ruego a Su Majestad que ordene que le traiga a Mek¡ de Kedemi, Jentiu-Iaush
de Jentekeshu, y a Menus del país de los Feneju. Todos ellos son príncipes
famosos que te, aman y se han engrandecido gracias a tu amor. No hace falta que
mencione a Retenu, ya que es tan tuyo como lo son tus perros.
»La huida que tu siervo llevó a cabo no fue intencionada, Ni la había pensado
ni la preparé. Ignoro lo que me sacó de donde me encontraba. Fue como un sueño,
como si un hombre que está en el delta se encontrara de repente en Elefantina o
un hombre que se halla en los pantanos se viera en Nubia. No tenía nada que
temer. No me perseguían. No había oído nada malo que se relacionara conmigo,
Mi nombre no estaba en la boca del heraldo. A pesar de esto, mi cuerpo tembló,
mis pies sintieron impaciencia, mi corazón me condujo y el dios que me
predestinó a la huida me impulsó. No he huido por contumacia, y el que conoce
su país siente el temor porque Ra ha extendido el temor por ti en el país y el
pavor en todas las regiones extranjeras.
Tanto si
me encuentro en palacio como si me hallo en este lugar, tú eres el que puede
oscurecer este horizonte.69 El Sol sale en obediencia a tu orden, el agua del río
es bebida cuando tú lo deseas y el aire del cielo es respirado cuando tú lo
ordenas.
»Este humilde siervo abandonará las funciones de visir que este humilde siervo
ha desempeñado en este lugar.
»Lo que Su Majestad desee hará, porque vivimos gracias al aire que tú nos
concedes. ¡Que Ra, Horus y Hator amen tu excelsa nariz, para que viva
eternamente de acuerdo con el deseo de Mont, señor de Tebas!»
Sinuhé regresa a Egipto
Entonces vinieron a buscar a este humilde servidor. Aún permanecí un día en
Yaa Entregué todos mis bienes a mis hijos Mi hijo mayor se quedó a cargo de mi
tribu y recibió mi tribu y todas mis posesiones, mis siervos, todos mis
ganados, mis frutos y todos mis árboles frutales.
Después este humilde siervo se dirigió hacia el sur y se detuvo en los cruces
de Horus. El general que estaba a cargo de las fuerzas de la frontera envió a
un mensajero a palacio para informar de mi llegada. Entonces Su Majestad envió
a un diligente intendente de los campesinos de la casa del rey, seguido por
barcos repletos de regalos regios para los beduinos que me habían acompañado y
conducido hasta los cruces de Horus. Los presenté llamando a cada uno de ellos
por su nombre.
Los sirvientes se pusieron a realizar su labor. Por mi parte, me puse en camino
e icé las velas. Se amasó y filtró 14 en mi presencia hasta que llegué a la
ciudad de Itu
Sinuhé en la corte
Cuando amaneció a la mañana siguiente, acudieron a llamarme. Diez hombres
vinieron y diez hombres me llevaron a palacio. Toqué el suelo con la frente
entre las esfinges. En la puerta me esperaban los hijos del rey. Por lo que se
refiere a los Amigos que estaban ya introducidos en la sala hipóstila, me
condujeron a la gran sala. Allí se encontraba Su Majestad, en el gran trono de
oro colocado en un nicho. Me arrojé sobre mi vientre, perdiendo todo
conocimiento en su presencia, aunque el dios me saludó con amabilidad. Sin
embargo, yo era como el que es atrapado por la oscuridad de la noche que cae. Mi
alma desfalleció, mi cuerpo tembló, mi corazón dejó de estar en mi pecho y
no sabía si estaba vivo o muerto.
Entonces
Su Majestad le dijo a uno de estos Amigos:
-Levántale para que pueda hablar. -Después Su Majestad añadió-: He aquí que
has regresado después de haber recorrido los países extranjeros tras tu huida.
La vejez se ha apoderado de ti y has alcanzado la ancianidad. No es cuestión de
escasa importancia que tu cadáver sea sepultado y no lo entierren los
extranjeros. No te agites, no te agites contra ti mismo. Hombre silencioso. No
hablas aunque se pronuncia tu nombre."
Tuve miedo del castigo y repliqué como un hombre atemorizado:
-¿Qué me dice mi señor? Desearía responderle pero no puedo. Sobre mí pesa
la mano de dios. Me invade un temor como el que me impulsó a la desdichada
huida. Aquí me encuentro postrado ante ti. Mi vida es tuya. Obre Su Majestad a
su arbitrio.
Se ordenó entonces aparecer a los hijos del rey, y Su Majestad le dijo a su
real esposa:
-Mira. Sinuhé ha regresado convertido en un asiático, en un verdadero hijo de
beduinos."'
La reina lanzó entonces un grito y los hijos del rey prorrumpieron en alaridos
diciendo a Su Majestad:
-No puede ser él, no es cierto, oh rey, mi señor,
-Es cierto que se trata de él -repuso Su Majestad.
Habían traído sus collares, sus crótalos y sistros y se le hizo entrega de
ellos a Su Majestad.
-Coloca tus manos sobre algo bello, rey eterno, ornamento de la Señora del
Cielo. ¡Que la diosa de oro ponga vida en tu nariz y que la Señora de las
estrellas te acompañe! ¡Que la corona del sur vaya corriendo río abajo, y la
corona del norte, río arriba, y ambas estén unidas y se junten cuando lo
ordene Su Majestad! ¡Que la serpiente ciña tu frente! ¡Que puesto que has
salvado a tus súbditos del mal, Ra te sea propicio, oh señor de los dos países!
¡Alabanza a ti y a la Señora!. Arranca tu cuerno y saca tu flecha. Infunde
aliento en el que no lo tiene y otórganos un hermoso presente festivo en la
persona de este jefe, hijo de Mehyt, de este extranjero nacido en Egipto. Si
emprendió la huida, fue porque te tenía miedo; si abandonó el país, se debió
a que te temía. Pero el rostro que ha contemplado la faz de Su Majestad no
palidece, y el ojo que te ha visto ya ha perdido el temor.
Entonces Su Majestad dijo:
-Que no tema ni se deje arrastrar por el pavor. Será un amigo entre los
consejeros y lo situaré en medio de los cortesanos. Llevadlo al pabellón de la
mañana para servirle.
Sinuhé espera la llegada de la muerte
Cuando salí del pabellón, me estrecharon la mano los hijos del rey y nos
fuimos a la doble gran puerta. Me instalaron en la casa de uno de los hijos del
rey, repleta de grandiosas riquezas. Allí había una sala fresca e imágenes
divinas del horizonte. Había también cosas preciosas que pertenecían al
tesoro. En cada habitación había vestiduras de lino procedentes del
guardarropa regio, así como mirra y aceite fino del rey y de los nobles a los
que ama. Y todos los sirvientes atendían a su labor.
Me quitaron años del cuerpo, me cortaron el pelo y me peinaron. Así fueron al
desierto la suciedad y las ropas bastas del que camina por la arena. Me vestí
con las ropas delicadas de lino y fui ungido con fino aceite, Dormí en una cama
y abandoné la arena para los que viven en ella y el aceite de árbol a los que
se frotan con él.
La casa de campo que me asignaron había estado en posesión de un Amigo. En su
reconstrucción trabajaron muchos artesanos y todos sus árboles fueron
plantados de nuevo. Diariamente, me traían la comida de palacio tres o cuatro
veces, sin incluir la que generosamente me entregaban continuamente los hijos
del rey.
Me erigieron una pirámide de piedra en medio de las pirámides. El maestro de
los talladores de piedra para las pirámides dirigió la construcción en el
terreno qué se le había reservado, el maestro de pintores la decoró, el
escultor la esculpió y los mejores artesanos trabajaron en ella. El mobiliario
más selecto del que se pone en las tumbas se tuvo buen cuidado de disponerlo en
la mía. Me asignaron servidores del Ka. Se me aparejó un terreno funerario,
que contaba con huertos y un jardín, frente a mi tumba, igual que se hace con
un Amigo de primer rango. Mi estatua fue cubierta de oro, con un faldellín de
oro fino. La encargó Su Majestad en persona. A ningún hombre corriente se le
otorgaron favores semejantes. Y así permanecí en la gracia del rey hasta que
llegó el día de mi fallecimiento.
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