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Taladros egipciosJeroglíficos y escrituras egipcias (hierático, demótico, copto)

Amanuense: El Rincón del Jeroglífico Egipcio

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  Los sistemas de trabajo en rocas duras empleados por los egipcios, han sido objeto de numerosas especulaciones desde que Petrie estudió el tema y llegó a conclusiones erróneas que se han arrastrado hasta la actualidad.

 

   ¿Cómo pudieron los egipcios trabajar cantos como la diorita, cuya dureza está un punto por debajo de la del diamante?

    La diorita no está un punto de dureza por debajo del diamante, ni siquiera en la anticuada escala de Mohs. Por otra parte, ¿de qué "diorita" estamos hablando?: por ejemplo las leucodioritas, contienen menos de un 10% de cuarzo, a pesar de guardar gran parecido con las tonalitas y granodioritas. Es decir, existen dioritas relativamente blandas y otras más duras y ricas en cuarzo. Al igual que los granitos, son rocas rocas volcánicas (magmáticas) y guardan parecido con estos, encontrándose siempre su dureza por debajo del siete en la escala de Mohs (recordemos que en esta escala el siete es el cuarzo).

 

Un experimento que puede realizar cualquiera en su casa, para ver que realmente estas rocas tienen una dureza inferior a siete en la escala de Mohs, consiste en comprar varias de ellas a cualquier vendedor de rocas y minerales de coleccionista. En mi caso he elegido el granito rojo (de Sudáfrica), diorita (de Badajoz, España) y naturalmente, cuarzo rosa (de Sudáfrica) para hacer la comparativa:

 

He procurado elegir granito y diorita con caras planas (seguramente extraídos de baldosas, ya que son piedras comunes en la construcción), para que el rayado sea claramente visible al ser fotografiado. En todas las imágenes se muestran las rocas tras aplicar el mineral de cuarzo sobre ellas.

 

Con el reflejo de la luz, vemos claramente las marcas que deja el mineral de cuarzo (centro) en las superficies planas de la diorita (izquierda) y del granito rojo (derecha), al ser raspadas con el mismo.

 

Mismas rocas vistas desde otra perspectiva. Sin el reflejo de la luz, es muy difícil ver las marcas.

 
    Sí es cierto que algunas dioritas, por su estructura y composición, tienen gran dureza, pero de ahí a ponerlas tan cerca de la del diamante natural (hay diamantes artificiales más duros que el natural), hay un abismo... más que un abismo lo que hay es un burdo engaño.

 
    Actualmente se manejan distintas escalas de dureza y cada una tiene su propio ensayo y definición (las de Brinell, Knoop y sobretodo las de Vicker y Rockwell), pero la más famosa es precisamente la peor y la que encima suele tratarse como única: la escala de Mohs compara 10 minerales de dureza creciente; pone al talco en el 1 y al diamante en el 10, dando la falsa impresión de que éste es sólo diez veces más duro que el talco, cuando en realidad lo sería más de 36 veces (y más, dependiendo del tipo de diamante) si tomamos el "punto" como la diferencia en dureza entre talco y yeso (1 y 2 en la escala de Mohs). La escala de Mohs fue modificada por Woodell, para corregir este engaño al que se nos puede inducir y que muchos aprovechan para crear "misterios" donde no los hay. Según la escala modificada de Mohs, los granitos y dioritas son 6 veces más blandos que el diamante, es decir, están aproximadamente de 30 a 40 puntos por debajo del mismo en esta escala, que además no son "puntos" equiparables a los de las otras ya mencionadas.

 
    Como primera conclusión, hay que entender que: "rocas duras como granito, diorita o esquisto" no son tan duras como algunos desinformados "investigadores" suelen decir. Pero claro, la verdad es lo último que interesa a ese tipo de personas, pues vende más escribir sobre "tecnologías muy desarrolladas" para poder trabajar rocas "tan duras" (según ellos).

 

   ¿Cómo fue posible esculpir en materiales duros estatuas tan perfectas con herramientas de cobre?

 

    Rocas del tipo diorita-granodiorita-granito, junto con calizas como el mármol y otras, han sido elegidas desde la antigüedad para la realización de esculturas, por su belleza y por su facilidad para "saltar en pedazos". La fragilidad de estas rocas puede ser una ventaja para un buen artista, que con maestría las modela sin que se desmoronen y un cincel de cobre es una herramienta perfectamente útil para este fin, aunque otros metales puedan resultar mejores. El cincel tiene como misión principal el comunicar el impacto a la roca, que producido en el lugar oportuno (sólo con las vibraciones no controladas se podría destruir por completo la roca más dura), hace que se desprendan los trozos que el escultor desea eliminar. No importa demasiado que el cincel sea blando, es hasta necesario si se quiere alisar una superficie eliminando los salientes con cuidado y sin rayarla. Aunque éste fuera de hierro seguiría siendo más blando que muchas rocas; su misión no es penetrarlas y es más, lo necesario es un material que aguante bien los impactos y los comunique lo mejor posible, de lo contrario el que saltaría en pedazos sería el cincel. Es decir, un cincel hecho íntegramente de diamante, sería totalmente inútil para este fin, al menos para cincelar grandes áreas (para detalles los egipcios utilizaban rocas como el sílex).

 

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    Hoy día existen numerosas reproducciones de estatuas egipcias prácticamente idénticas al original, si bien la técnica aplicada no es la misma que la utilizada por los egipcios, en esencia no debe diferir demasiado.

    El proceso de elaboración de estatuas, es uno de los más documentados:

 

 
cantera5.jpg (33169 bytes)     La primera fase se realizaba normalmente en la misma cantera, en ella se perfilaba la forma aproximada. Esta fase era quizá la más peligrosa ya que al martillearlas algunas se quebraban y terminaban siendo abandonadas allí mismo (ver fotografía de la derecha: sarcófagos de pizarra abandonados en la cantera). Después se refinaban a mazo y cincel, el trabajo más delicado de los detalles era elaborado mediante raspado, normalmente con una azuela, para terminar con el pulimentado con arena o polvo de rocas igual o más duras (la cuarcita por ejemplo), aplicado mediante frotamiento con cuero (también se podía aplicar "ladrillos" como el de la imagen, en superficies planas) y agua.

 

 

    Al pulimentarla, por muy dura que sea una roca, siempre se puede obtener polvo de esa misma roca y utilizarlo. Además al aplicarlo, se obtiene más polvo y más fino, con lo que a medida que trabajaban, obtenían mucha más y mejor materia prima para proseguir con el pulimentado hasta dejarlo, como se suele decir, "a punto de espejo". El utilizar un abrasivo mucho más duro, sólo les ahorraba un tiempo y esfuerzo considerable, pero es de suponer que esto no siempre sería posible, así que esfuerzo y paciencia debieron ser sus principales herramientas.


Existían multitud de tipos de taladros, de innumerables formas y tamaños:

 

   La herramienta era tan común y utilizada desde las primeras dinastías que hasta palabras como arte (hemet), artesanía, artesanos y muchas otras, estaban constituidas por el signo de la barrena (berbiquí o taladro). Algunas de estas formas están representadas en la escritura jeroglífica y en la imagen superior se muestran las destinadas a taladrar rocas, aunque también los había por ejemplo, para agujerar cuentas de un collar de perlas, para hacer fuego e incluso vasos de piedra u otras aplicaciones. Con pequeños taladros se utilizaban una especie de arcos para hacerlos girar a gran velocidad de forma cómoda:

Relieve de la VI dinastía en Deir el-Gabrawi. Tumba de Ibi.

 

    Los taladros de cobre eran "impregnados" del agente abrasivo (por ejemplo polvo rico en cuarzo depositado sobre la roca a taladrar) y tanto este como la forma y tamaño finales, dependían del destino que se les diera. Para taladrar también se mojaban en aceite o grasas, lo cual facilitaba enormemente el trabajo.

 
    El interior de los vasos "panzudos" podía realizarse con taladros más pequeños o directamente con piedras asidas al cuerpo del taladro que iba desgastando poco a poco las zonas deseadas, incluidas las aparentemente más inaccesibles. Hay que tener en cuenta además, que la superficie de contacto en este caso, es mucho menor que la de un taladro aplicado verticalmente directamente en la roca y por tanto, el esfuerzo requerido es menor, aunque la paciencia y pericia necesarias aumentaban. El ser aplicados a mano alzada impide totalmente que quedaran las marcas circulares de taladros verticales y así se refleja en todos los vasos de este tipo. Hay pequeños vasos prácticamente esféricos, con un acabado excelente, tanto en el exterior como en el interior y al igual que en las formas aplanadas (imagen del Museo Egipcio de El Cairo) , parece ser que lo primero que se aplicaba era uno vertical, para refinar después con otros menores y hasta puede que gran parte del ahuecado de la pieza se realizara con cincel, pero  no se han encontrado representaciones de esta fase de trabajo. Otros de los catalogados por algunos como "imposibles de realizar", son los vasos de forma cónica, cuando precisamente eran tan fáciles de hacer o más que los verticales, utilizando un taladro de la misma forma.

 

    Algunos autores han manejado la posibilidad de existiesen taladros capaces de "abrirse", mediante algún mecanismo, una vez introducidos en el vaso. Creo que en ausencia de pruebas, sólo deberíamos manejar teorías posibles con los instrumentos que se sabe que sí existían.

Relieve del Museo Egipcio de El Cairo.

 

    ¿Cómo puede penetrar el taladro tan rápido en una roca tan dura, a veces hasta 2 mm por vuelta ?

 

   La respuesta es simple, no es cierto que penetraran hasta 2 mm por vuelta: en las micrografíastaladro6.jpg (73321 bytes) se muestra que las marcas no son totalmente paralelas, que empiezan y terminan de forma aleatoria, etc., es decir, que el tamaño de los surcos depende sólo del tamaño de grano del abrasivo (normalmente polvo de cuarcita) y cuando unos se rompían o desgastaban, entraban en acción otros (de ahí que los surcos tengan principio y fin, sean desiguales en tamaño y no sean realmente paralelos siempre). Lo que las penetraba era esencialmente el cuarzo contenido en cualquiera de las rocas trituradas empleadas como abrasivo, que es bastante duro pero no tanto como para no desgastarse mucho antes de lo que lo haría el diamante.taladro7.jpg (54257 bytes) También se demostró en los ensayos que esas marcas aumentan cuando se usan aceites o grasas a la vez, es decir, los taladros se lubricaban también. Sin lubricación las marcas son mucho más pequeñas, por tanto, más rozamiento trituraba el abrasivo y el agujero quedaba muy suave pero destruía más rápidamente el taladro.

 

Imágenes de los trabajos realizados por L. Gorelick y A.J. Gwinnett.

 

 taladro3.jpg (20504 bytes)   La propia roca también dejaba marcas en el taladro con el uso y de ahí los surcos que tiene el que se encuentra en el Museo Petrie. Por todo esto, la vida de un taladro era limitada y seguramente se volvería a fundir para usar el cobre en otras cosas, éste es el motivo de que apenas tengamos restos pero sí infinidad de representaciones.

 

    De hecho, hoy día se sigue aplicando parecida técnica en Egipto y poco importa que los taladros actuales sean de hierro, generalmente no es el metal el que taladra, aunque sí puede hacerlo en rocas blandas.

 

 

 

 (Arriba) Muestras de marcas dejadas al taladrar las rocas. Algunas piezas muestran estados incabados.

 

(Abajo) Maquetas originales egipcias realizando taladros y reproducción del proceso de tallado de un gran bloque de piedra.

 Museo Egipcio de El Cairo.

 

 

Ver más información y pruebas

 

 

    Bibliografía:

 

Ancient egyptien stone-drilling. L. Gorelick y A.J. Gwinnett.

Les scènes de la vie privée dans les tombeaux égyptiens de l'Ancien Empire. Pierre Montet.

Guía de las pirámides de Egipto. Alberto Siliotti.

Geología. Ed. Rueda (varios autores).

The Egyptian Pyramids. J.P. Lepre.

The pyramids and temples of Gizeh. Flinders Petrie.

La vida en el Antiguo Egipto. Eugen Struhal.

The pyramid builders of Ancient Egypt. Rosalie David.

Taschen's World Architecture: Egypt. Dietrich Wildung.

Atlas culturales del mundo. Egipto: dioses, templos y faraones. Ed. del Prado (varios autores).

Egipto. El mundo de los faraones. Könemann (varios autores).

 

Autor del artículo: Juan de la Torre Suárez.

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