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SociedadJeroglíficos y escrituras egipcias (hierático, demótico, copto)

Amanuense: El Rincón del Jeroglífico Egipcio

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Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. México. Junio de 1996

 

Documento elaborado por:

 

Luis Enrique Domínguez Velasco

(luisenrique.dominguez@correoweb.com)

Ricardo Sotelo Mora

(thannyax@mpsnet.com.mx)

 

 

 

NOTA: Facilitamos este trabajo para ayudar a ahondar en la investigación, no para entregar al profesor una copia de este. Gracias.

 

(El documento original contenía imágenes que fueron suprimidas por razones de espacio)

 

ORGANIZACION POLITICA Y SOCIAL

 

*Estrato social de los habitantes de Egipto

*Esclavitud de lujo

*Faraones de Egipto

*Faraones famosos

*Un reino gobernado por divinos faraones .

*Los poderes del faraón

*Privilegios del faraón

*La forja de una nación

*Soldados

*El Valle de los Reyes

*Una reina que fue rey

 

 

Organización política y social

 

La organización sociopolítica del pueblo egipcio obedeció a la relación primaria que, desde un principio, se estableció entre la dimensión religiosa y el aspecto económico de la subsistencia básica: nos referimos a la divinización del Nilo como fuente primordial de sustento. Este esquema mental prefigura como una forma de mando en la que es un solo individuo el que reúne en sí los poderes político, judicial y administrativo, así como la autoridad religiosa. De aquí que fuera el faraón ("Gran Casa") quien ocupara el puesto supremo en el gobierno, en la escala social, en la jerarquía sacerdotal y que, además, fuera venerado como una divinidad, siendo este último aspecto de gran relevancia. A esta forma de gobierno, cuyo fundamento es la religión, se le conoce con el nombre de teocracia.

 

Eje de todas las actividades y revestido de poder absoluto, el faraón y su familia se destacaban claramente respecto de los demás hombres. La rígida división de clases egipcia obedecía, también, a la necesidad de organizar y controlar, hasta en sus más mínimos detalles, la vida de los súbditos de un imperio tan vasto.

 

Por debajo del faraón y la familia real, la influyente clase sacerdotal desempeñó un papel decisivo en los acontecimientos que constituyen la historia de Egipto. En el siguiente peldaño social hallamos la clase de los funcionarios o cuerpo administrativo, integrada por nobles que contaban con amplios privilegios e influían, como los sacerdotes, poderosamente en el faraón. Dentro de este sector, los escribas se señalaban como figuras claves del imperio, ya que en sus manos provistas con cálamos para escribir, tintas y papiros  estaba la tarea de consignar por escrito leyes y edictos imperiales, informes administrativos, actividades comerciales y textos sagrados.

 

Venía en seguida la clase de los soldados profesionales, en tanto que comerciantes y artesanos constituían el quinto estrato de la jerarquía social egipcia. Los comerciantes, sobre todo, se destacaban como elementos de valor inapreciable dentro de un imperio rico y próspero, ya que mediante sus actividades de importación y exportación de mercancías eran quienes, en gran parte contribuían a mantener la supremacía egipcia.

 

Los campesinos formaban la sexta clase social, y es fácil reconocer su importancia teniendo presente que Egipto era un país fundamentalmente agrícola. Por debajo del campesino se encontraban los esclavos. éstos carecían de derechos y tenían a su cargo las labores más pesadas.

 

Estrato social de los habitantes de Egipto

 

 

 

Esclavitud de lujo

En Egipto existía la esclavitud, pero no en el sentido clásico de la palabra. Los siervos "forzosos" tenían derechos legales, percibían salario y hasta podían ser ascendidos. Los malos tratos no eran frecuentes, y cuando ocurrían, el esclavo tenía derecho a reclamar ante los tribunales, aunque únicamente si el castigo había sido injusto. Para servir en las mejores familias incluso había voluntarios. A veces, personas arruinadas se vendían a sí mismas a familias de buena posición. Los esclavos adscritos al servicio doméstico podían considerárseles afortunados. Además de alojamiento y comida, su dueño estaba obligado a suministrarles una cantidad de telas, aceites y vestidos.

 

Muchos piensan que las pirámides fueron obras de esclavos, pero en realidad fueron obras de personas libres, eso sí, a contratos que les obligaba prestar servicios al Estado durante los meses de crecida del Nilo. El papel de los esclavos no fue muy relevante en la economía de Egipto, a pesar de lo que la Biblia da a entender. Es durante el Imperio Antiguo (2635-2154 a.C.) la época en que se contribuyeron las pirámides  cuando más clara se presenta esta peculiaridad, hasta el punto de que el egiptólogo Joseph Padró Parcerisa, afirma rotundamente: "En esa época no hubo esclavos". Sin embargo es un fenómeno que difícilmente puede desligarse se las sociedades de la antigüedad.

 

Pero el mismo Joseph Padró añade inmediatamente: "Ahora bien, el Estado, en sus campañas de guerra, podía hacer prisioneros de guerra. Considerados como botín, eran deportados a Egipto y obligados a realizar trabajos forzados en las propiedades del propia Estado: son los llamados esclavos reales".

 

Sobre esto existe una poderosa constancia de una expedición llevada a cabo por el primer faraón de la IV dinastía, Snofru, de la que regresó con 7,000 cautivos que acabarían convertidos en esclavos reales. Pero el faraón no era el único poseedor de trabajadores forzosos, se tiene una constancia de que en el Bajo Egipto hubo ese tipo de siervos que eran distribuidos en templos y casas particulares.

 

La Biblia con el caso de José nos aporta más datos sobre la esclavitud en Egipto, como que el comercio de esclavos no era cosa rara, así como que los esclavos podían hacer carrera, puesto que de un simple esclavo llegó a tener un lugar preponderante en la casa de Potifar, que incluso lo elevó al grado de "mayordomo de la casa". El caso de José quizá sea demasiado aislado como para aventurarse a hacer conclusiones generales; pero, el texto nos muestra el buen trato que se le daba a los esclavos. Existían normas jurídicas que protegían al esclavo e incluso en el "Libro de los muertos", una de sus fórmulas dice: "No perjudiqué a un esclavo ante su amo".

 

Ahora bien, es también en el Libro de los Muertos donde puede leerse una frase que encierra una inquietante sugerencia: "...mi nombre no llegó a las funciones de un jefe de esclavos". Más contundentes aún resultan ciertos bajorrelieves en los que aparecen prisioneros nubios de rodillas, maniatados y sujetos unos a otros en hilera por el cuello. En otro conocido relieve, la escena representa a un grupo de esclavos castigados por un guardián que enarbola una vara. Dichas escenas contrastan con las numerosas pinturas en las que sirvientas (esclavas tal vez) atienden a sus señoras durante la celebración de elegantes banquetes.

 

"Muertos vivos o vivos para matar", es la traducción literal de la palabra con la que los antiguos egipcios designaba a sus esclavos. Ciertamente mejor tratados que en otras civilizaciones, su condición no era, sin embargo, envidiable, y variaba mucho unos de otros. Los más afortunados eran los que estaban adscritos a servicios domésticos, pero muchos otros acababan en las minas de cobre y oro de Nubia y el Sinaí, lugares donde el climas y el trabajo producían gran mortandad.

 

Faraones de Egipto

El país pertenece al faraón, hijo de Ra, el sol, encarnación de el dios halcón Horus. Se le rinde culto como a un dios, y los artistas lo representan con atributos divinos: el halcón y el disco solar encerrado entre dos cuernos.

 

Su autoridad se ejerce por intermedio de los funcionarios, estrictamente jerarquizados, y reclutados entre los escribas o egipcios instruidos, y el ejército, mitad nacional y mitad mercenario.

 

Los sacerdotes eran los todos poderosos en la sociedad egipcia, por el prestigio mismo de su dignidad y por sus inmensas riquezas. Cada colegio estaba dirigido por un gran sacerdote.

 

El pueblo, además de la burguesía rica e industriosa de las actividades, se compone de aldeanos, sujetos al servicio, sometidos a mucha obligaciones, y cuya situación es bastante miserable. Egipto es sobre todo una región de producción agrícola; el comercio estaba en manos de los extranjeros.

 

Faraones famosos

 

Akhenatón : En el reinado de Akhenatón, fueron abolidos los dioses tradicionales egipcios; solo se siguió venerando al dios-sol. Para romper los lazos con los demás dioses, Akhenatón fundó una nueva capital y cerró todos los templos menos los del dios-sol. La reina Nefertiti ayudó a su esposo a establecer el culto al dios-sol Atón, y probablemente reinó conjuntamente con Akhenatón .

 

Hatshepsut : Hatshepsut fue una resuelta mujer que gobernó Egipto durante unos 20 años. Debería haber sido regente en nombre de su joven hijastro Tutmosis III, pero empuñó con firmeza las riendas del poder. Llevaba corona de faraón y la barba de ceremonia.

 

Ramsés II : Reino en Egipto durante 67 años. Construyó más monumentos y levantó más estatuas que ningún otro faraón. Entre sus edificaciones está el complejo funerario de la orilla occidental, en Tebas, hoy denominado Ramesseum.

 

Tutmosis IV : Fue famoso porque mandó a liberar a la gran esfinge de Gizeh de la arena del desierto que se había acumulado sobre ella.

 

Tutankhamón : El rey Tutankhamón subió al trono con 9 años de edad solamente. Es evidente que le aconsejaron sus altos dignatarios, pero al parecer decidió restablecer los dioses antiguos abolidos por Akhenatón.

 

Un reino gobernado por divinos faraones .

3200 a. C. - 300 d.C.

En el valle del Nilo se edificaron colosales tumbas para los soberanos egipcios que durante 3.500 años reinaron como dioses.

 

Lo más notable y espectacular legado por pueblo alguno del mundo antiguo fue la obra de una civilización que tuvo sus raíces en la estrecha y fértil zona del Valle del Nilo y que floreció durante el asombroso espacio de 3.500 años. El legado de Egipto comprende las pirámides de Gizeh, la Gran Esfinge y los fabulosos tesoros del rey niño Tutankhamón. Sin embargo, las reliquias tal vez más notables descansan en la sala de un museo de la moderna ciudad de El Cairo, donde el visitante puede contemplar actualmente los rostros de algunos de los más grandes gobernantes de la historia egipcia, reyes que murieron 2.500 años antes de que Cristóbal Colón y sus sucesores llevarán a América la civilización europea.

 

En el antiguo Egipto, la supervivencia del cuerpo momificado era una garantía de vida más allá de la muerte. Las profundas creencias religiosas de los egipcios fueron el origen de su civilización. Dichas creencias inspiraron la edificación de grandes templos a lo largo del Nilo, templos que todavía hoy subsisten, tales como las salas de columna de Karnak y los grandes monumentos edificados por Ramsés II en Abu Simbel.

 

La religión dictó las normas que inspiraron todo el arte Egipcio, y, pese a la creencia popular, las pirámides no fueron edificadas por sudorosos esclavos extranjeros bajo el látigo de brutales capataces, sino por los propios egipcios que probablemente consideraron su trabajo como un acto de ofrenda religiosa a sus faraones.

 

Los poderes del faraón

Participar en la construcción de las pirámides y de los templos era para los egipcios un acto de profundo significado. Toda la tierra de Egipto y su pueblo pertenecían a los dioses, y en particular a Horus, a quien, según se creía, el faraón representaba sobre la tierra en el transcurso de su vida. Las funciones del faraón consistían en mantener el orden total del universo, establecido en el momento de la creación, y que abarcaba no solamente la estructura social y política de Egipto, sino también las leyes de la naturaleza, el movimiento de los cuerpos celestes, la sucesión de las estaciones y la inundación y estiaje anuales del Nilo. Los miles de campesinos que intervenían en el gran esfuerzo de construir un templo o una tumba para el faraón participaban en un acto que, según se estimaba, traería espléndidas consecuencias para la tierra y el pueblo de Egipto.

 

A todo lo largo de la historia egipcia, el rey dispuso la autoridad absoluta en todas las esferas de la administración, aunque sus responsabilidades cotidianas quedaran necesariamente delegadas en su visir y en un número cada vez mayor de funcionarios. Como solamente el rey podía llegar a los dioses, él era también el cause gracias al cual los hombres tomaban contacto con el mundo espiritual. El rey había de interceder ante los dioses en favor del pueblo, cumpliendo los ritos apropiados y haciendo a las ofrendas requeridas, con el objeto de que los dioses consideraran benévolamente a Egipto. En teoría el rey era, por tanto, el sumo sacerdote de cualquier templo del territorio, y era él quien designaba a otros sacerdotes para tan alto menester y quien dotaba a los templos de tierras y rentas.

 

Privilegios del faraón

El faraón podía dedicarse a la caza en los desiertos de Egipto, podían cazar toros salvajes, gacelas, órices, antílopes y leones. El faraón Amenhotep III se ufanaba de haber matado más de 100 fieros leones en 10 años; también mató 90 toros salvajes en una cacería. Por lo general, el faraón no corría peligro en sus partidas de caza: le acorralaban los toros en un cercado y allí les azuzaban las piezas. Luego, también utilizaron carros. Además de la caza, el río estaba rebosante de peces que se podían capturar con arpones, anzuelos o redes. Los macizos de papiro también ofrecía gran variedad de aves y gansos. Para cazarlos la técnica consistía en lanzar un bastón arrojadizo cuando las aves salían volando del macizo.

 

La forja de una nación

Manes y sus sucesores fundieron el norte y el sur. Los egipcios fueron por ello el primer pueblo de la antigüedad que tomó carácter de nacionalidad, alcanzada en un mundo donde los pequeños principados y las ciudades-estado eran el modelo normal de sociedad. Durante las cuatro centurias del llamado período arcaico de Egipto (3.200 a 2.800 a. C.) los ejércitos egipcios lucharon con los hombres de las tribus de Nubia y con los beduinos del desierto de la posesión de materias primas tales como las piedra, el cobre y el oro. Sus barcos navegaron por el norte a lo largo de las costas del Mediterráneo, llegando hasta el Líbano en busca de los largos troncos de árboles que faltaban en Egipto.

 

Soldados

En los primeros tiempos, los soldados desempeñaron un importante papel en Egipto, alrededor del año 3000 a. C. Más adelante, los faraones emprendieron campañas militares fuera de sus fronteras, en Palestina, Siria y Nubia. El ejército egipcio estaba bien organizado, poseía una jerarquía de mandos desde el propio faraón hasta los oficiales que mandaban a grupos de cincuenta hombres, y los escribas castrenses que escribían despachos y reseñaban las campañas. Había tropas tanto de infantería como de carros. Los carros egipcios, tripulados cada uno por dos soldados y tirados por dos caballos, eran de madera. Y servían de plataformas móviles de ataque, desde las cuales los arqueros podían asaetar al enemigo.

 

En tiempo de paz, los soldados participaban en tareas civiles como la excavación de canales de riego o el transporte de piedras desde el desierto para las tumbas de los reyes.

 

El Valle de los Reyes

Los reyes del Nuevo Reino ya no fueron enterrados en imponentes pirámides a la vista de todos. Sus tumbas se excavaban ahora profundamente en la roca, ocultas en un lejano valle solitario llamado el Valle de las Tumbas de los Reyes, donde se esperaba que estarían protegidas de los saqueadores de sepulturas. Sin embargo, no siempre las salvaría esta precaución y así, hacia finales del Nuevo Reinado, casi todas las tumbas habían sido violadas y saqueadas, dispersado su contenido y fundido el oro de los tesoros. Excepción notable fue la tumba de Tutankhamón, cuya cámara interior permaneció intacta.

 

Aunque, en teoría, el rey designaba a los altos funcionarios, en la práctica, un hijo sucedía a su padre en los menesteres reales, pese a que la promoción por méritos no fuera de ningún modo desconocida. Como fuente de justicia, los edictos del rey eran ley, si bien parece que en esta época existió un cuerpo de leyes escritas y la mayoría de las querellas fueron sentenciadas por los magistrados en tribunales locales.

 

Los rollos de papiro de finales del Nuevo Reino registran el juicio seguido contra un número de conspiradores acusados de alta traición, y también un proceso contra ladrones de tumbas acusados de despojar los sepulcros reales tebanos. En ambos casos parece que los jueces condujeron sus actuaciones con exquisita consideración hacia los principios de justicia. A los acusados se les permitió asumir su propia defensa, y aunque los cabecillas fueron condenados a muerte, a los demás se les dejó en libertad. Ya mil años antes de que la civilización griega llagara a su apogeo, los egipcios pudientes disfrutaban de un grato y complicadísimo estilo de vida.

 

Una reina que fue rey

Durante el Nuevo Reino, la gran expansión del imperio egipcio fue llevada a cabo por una única dinastía de faraones que gobernó aproximadamente 250 años. Solamente en dos ocasiones, durante la fecunda historia de esta familia tebana, se produjeron tensiones y crisis. La primera fue producto de la ambición de una terrible mujer, la reina viuda Hatshepsut. Después de la muerte de su esposo en 1504 a. C. aproximadamente, Hatshepsut se convirtió en regente de su joven hijastro y sobrino, Tutmosis III. Una vez instalada en el trono, Hatshepsut asumió las funciones, los distintivos e incluso las vestiduras de un faraón, y gobernó durante casi veinte años.

 

Uno de los más notables acontecimientos del pacífico reinado de Hatshepsut fue una expedición naval a tierras somalíes de la que volvieron con mirra e incienso y también con marfil, ébano, pieles de pantera y oro, la exótica mercancía del interior de Africa. La expedición se conmemoró con relieves en el templo funerario de Hatshepsut en Tebas.

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© Juan de la Torre Suárez
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